Ahora, los que más contaminan, adalides del medio natural

 

 

Miguel del Río | 04.01.2022


 

 

 

 

 

Pones la televisión, y lo ves en anuncios. Las multinacionales son ahora las que plantan más árboles, protegen los bosques y van con el viento que genera la energía limpia que, en cambio, no sirve para estabilizar el descabellado precio de la luz. En la post pandemia (cuando llegue), el mensaje vacío se ha hecho con la relevancia del tedioso día a día. Que sea verdad luego lo que cuentan, en este caso frenar el desastre del planeta por el cambio climático, eso, es ya otro cantar.

Por supuesto, que del calentamiento global y cambio climático se pretende un giro radical de mentalidad, ante todo industrial, por eso de los residuos devastadores. Pero no basta con convertirlo todo en un marketing de mensajes vacíos, para hacer creer que los que tradicionalmente han estado en el lado de la contaminación, hoy lo están en el de la conservación. Y todo, solo, mediante anuncios en televisión.

Con la degradación, ya vertiginosa, del planeta, pasa como con el Covid-19 y otras tantas cuestiones trascendentales: sin un acuerdo mundial, no hay nada que hacer. Quien pone la zancadilla es siempre la misma cuestión, los intereses económicos y, de ahí, personales. Después, como sucede actualmente, con lavar la cara al asunto, parece que a algunos les vale, y los demás a tragar la cada vez mayor y más retorcida manipulación (alterar los hechos para engañar).

Añoro cada día más el espíritu crítico que había en los años 80 y 90, impulsado sobre todo desde la cultura, la creación y las artes. Ahora, y lamento mucho decirlo, estamos dormidos, impasibles, ni siquiera expectantes. Como esperando a que nos arreglen los problemas quien lo tenga que hacer, pero sin nosotros hacer nada al respecto, en una actitud de hombros encogidos.

Lo más activos que se muestran algunos es mediante la declaración de que ya no ven las televisiones, para que no les cuenten milongas. Así, la desinformación nos invade. Así, quienes tienen intereses muy particulares los podrán llevar a cabo, sin oposición alguna. Así, nos convertimos en una sociedad seguidista, de mensajes únicos, a cumplir sin rechistar. Los problemas de extrema gravedad, como el del cambio climático, se acumulan, están estancados, y en esto nos quieren meter en una nueva economía que nadie aún se atreve a visualizar el rostro que tiene, pero que muy pronto va a ser otro gravísimo problema mundial, ya que la digitalización no necesita de obreros ni de creación de empleo, que no parece ser ya el objetivo número uno de Estados y respectivos Gobiernos.

Es de temer que esta nueva economía no respete más que antes el equilibrio que supone producir-consumir-contaminar. Solo hay que ver cómo están los mares, y nadie hace nada, salvo los grupos concienciados con el medio ambiente, y su labor, pequeña, pero decidida. También, otra vez estamos con las energías alternativas, las del viento principalmente. Ya existen, y hay que preguntarse de qué sirven si no palian en absoluto el disparatado precio de la luz. ¿Vale la pena tan alto coste medioambiental para tan poco resultado de abaratar la factura a los consumidores? Los intereses, sobre todo cuando se trata de energéticas, no suelen hacerse estas preguntas. Lo que sí hacen son muchos anuncios por televisión para presentarse como adalides de la naturaleza, los árboles, las plantas, los animales, el ecosistema en general. Aunque la tierra requiere de decisiones tajantes de verdad, que exigen ante todo renunciar a determinados avances que han supuesto una comodidad envenenada, por lo mucho que destrozan el entorno en el que habitamos.

El planeta muestra cada vez más continuadamente sus lamentos. Terremotos, inundaciones, cambios drásticos en el clima con las estaciones completamente alteradas (en invierno, es verano, y en julio y agosto, parece diciembre), erupciones de volcanes y demás inclemencias son la demostración más clara. Desgraciadamente, siempre debemos tener presente una frase de Gandhi que refleja fielmente lo que pasa: “La tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de cada hombre”. Esto es lo que hay. Y bien poco hemos hecho en el pasado, y en este presente gris, para cambiarlo. Al tiempo que es inasumible del todo semejante comportamiento, no deberíamos ser parte de las falsedades de cambios de conducta que se nos presentan, para que creamos que la recuperación de la salud del planeta está realmente en marcha. No es así. Y unos simples anuncios televisivos o por otros medios de comunicación, incluso utilizando las redes sociales, no son absolutamente nada, sin acuerdos mundiales unánimes.

Lo que digo hoy en este artículo es por supuesto mi pensamiento, pero también otras personas me han hecho llegar la misma sensación con respecto a tanta veleidad a la hora de tratar nuestra propia autodestrucción. La primera conferencia sobre el cambio climático se produjo, por parte de Naciones Unidas, en el año 1995. Acabamos de entrar en 2022 (¡Feliz año a tod@s, paz, salud y trabajo!), y vamos camino de 30 años de discusiones, que no han servido en absoluto, ya que no hay una verdadera intención por parte de las principales potencias industriales (Estados Unidos, Rusia y China) en cambiar su agenda de desarrollo, a costa del medio ambiente. Ahora, eso sí, publicidad, marketing y anuncios, a destajo.

 

 

Miguel del Río