Tanta prejubilación que desmoraliza a los trabajadores

 

 

Miguel del Río | 22.09.2019


 

 

Las prejubilaciones van a más en casi todos los sectores productivos. Enviar a casa a expertos trabajadores de más de cincuenta años es un paso desastroso para la economía. Porque estás en lo mejor de la vida. Porque máquinas sustituyen a personas. Y porque desmoralizas a los trabajadores en su conjunto, que ya no saben lo que pensar de su futuro.

 

Un nuevo anuncio de Telefónica que afectará a 5.000 de sus empleados sigue haciendo girar la ruleta de las incongruentes prejubilaciones en España. A la cuestión profesional y, por lo tanto, personal, hay que sumar el perjuicio económico y social, aunque no menos importante y trascendente es el agravio comparativo que se genera hacia el conjunto de  trabajadores, que ya no saben qué pensar sobre el presente ni mucho menos sobre su futuro.

Con medio siglo de vida, mucho del cual lo has pasado educándote hasta encontrar una colocación, mandar a un trabajador a casa es la prueba más contundente del fracaso de un capitalismo abducido solo por balances y resultados, que pese a ser beneficiosos no apuestan por el otro capital, el  humano, cada vez más mermado dentro de las robotizadas multinacionales.

 

“Con medio siglo de vida, mandar a un trabajador a casa es la prueba más contundente del fracaso de un capitalismo abducido solo por balances”

 

El empleo que se crea hoy es penoso y el de larga duración, al que nos habíamos habituado en el siglo pasado, está sufriendo una mutación a pasos agigantados, siendo la prejubilación su exponente más perverso, aunque el daño total venga de la mano del despido directo. La banca en general, las grandes compañías de telecomunicaciones, como Telefónica, aseguradoras, automovilísticas, químicas o farmacéuticas, entre otras, están plenamente subidas a este carro de adelantar las jubilaciones, pese a las dudas actuales de casi todos los Gobiernos del mundo sobre cómo se van a afrontar y pagar a medio plazo el conjunto de las pensiones  comprometidas.

La incongruencia no es solo española. Cabría poner a pensar a los sabios económicos, cada vez más escasos, sobre horizontes y salidas a los mismos, pero la política está enzarzada en otros asuntos, y los populismos son la prueba más palpable de que se retrocede más que avanza. Las nuevas guerras comerciales, los costes de la transición ecológica, afrontados individualmente, como Alemania, en vez de globalmente, nos sitúan en escenarios económicos impredecibles, en los que el que más pierde es el trabajador. Sería fácil, aunque cierto, señalar con el dedo a la nueva robotización industrial de los desastres que está padeciendo el empleo al uso en fábricas o empresas de diversa índole. No hay debate alguno sobre que las máquinas sustituyan paulatinamente a las personas, como si el problema no tuviera la suficiente envergadura como para tratarlo mensualmente en el Congreso de los Diputados.

Una prejubilación crea en sí misma la incógnita de si quedará algún tipo de  empleo seguro que proporcione estabilidad duradera. Contestar con un sí o no es materia aún no escrita sobre lo que pueden y deben decir al respecto los ministerios de economía y trabajo, sindicatos y patronales que aglutinan a los empresarios.  Hoy solo hay silencios, acompañados de estos detestables anuncios de miles de prejubilaciones, como ha ocurrido dentro de una banca que ha cerrado sucursales a destajo, sin importar siquiera que pueblos enteros se hayan quedado sin bancos y cajas.

Algo que me molesta mucho de todo este panorama es que se venda como evolución, y que la sociedad en su conjunto trague con semejantes hechos consumados. Sucede lo mismo cuando se tiene la desfachatez de asegurar sin despeinarse que las personas mayores son las más beneficiadas de estas nuevas exigencias de recuperar tu propio dinero solo a través de cajeros automáticos. Otro ejemplo lo encontramos cuando nos hablan de la compra inteligente, porque en vez de atenderte en el hipermercado una persona en caja, puedes hacer directamente el autopago en máquinas dispuestas al efecto. Ya pasó con el carburante y las gasolineras sin empleados, y el ejemplo cunde en todo lo demás, aunque el resultado de que quien paga se lo tenga que hacer todo, sin trabajadores de por medio,no parece ni medio normal. ¿Cómo va a ser normal que las máquinas sustituyan en todo a las personas? Entonces, ¿cómo y de qué viviremos?

 

“Una prejubilación crea en sí misma la incógnita de si quedará algún tipo de empleo seguro que proporcione estabilidad duradera”

 

 

Miguel del Río