Oído Cocina

 

LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER

 

 

Miguel del Río | 12.04.2019


 

 

“La gloria es ser feliz. La gloria no es ganar aquí o ganar allí. La gloria está disfrutando de practicar, de disfrutar cada día, disfrutando de trabajar duro, tratando de ser un jugador mejor que antes”. La frase, ¡como no!, es del tenista español Rafael Nadal. Se habla mucho de él por su magnífico juego, sus logros, todos los campeonatos y premios que tiene acumulados. Pero también es un referente, para jóvenes y mayores, sobre los valores a destacar, siempre, como Nadal hace al hablar del trabajo y el esfuerzo, ya que nada se consigue gratis.

Hoy andamos fatal de buenos referentes en valores. Como quiera que la política y la empresa acumulan mucho espacio dentro de los medios de comunicación, no es de extrañar que sean los ejemplos que más se ponen a la hora de echar en falta la ética y la moral en determinados comportamientos y decisiones.

España no va tan mal como muchas veces pensamos, aunque hay que reconocer que padecemos un mal crónico en materia de valores, empezando por la tolerancia y el respeto hacia los demás. Ya he citado el trabajo y el esfuerzo, y acabo de añadir la tolerancia y el respeto. No cabe pedir mucho más, ni hacer una lista interminable que desemboque en lo que es una buena o mala conducta social. Nos queda por citar la educación, en general. No hablo de la del saber y sí de la del ser.

La manera en que nos comportamos a diario, en todo aquello que llevamos a cabo, tiene mucho que ver con la gloria personal de la que habla al comienzo de este artículo Rafa Nadal. Lo ha conseguido todo en la vida, ¿pero cómo? He leído lo suficiente sobre él para saber la relevancia que su entorno le ha dado siempre a aceptar la realidad, a unir confianza en uno mismo al trabajo constante en todo lo que se haga. No queda mucho que añadir, salvo subrayar de nuevo la importancia de cómo es mi yo mediante la autoexigencia y la autocrítica.

Así es como llegamos al meollo de la gran cuestión a dilucidar en los malos tiempos que atravesamos, malos en lo político, lo económico, lo social y lo respetuoso, por ejemplo entre países que hablan mal unos de otros. Esta cuestión no es otra que formar bien el carácter de las nuevas generaciones. ¡Casi nada! Por pedir que no quede. Pero es que realmente nos estamos jugando un futuro próspero a esta carta.

 

Miguel del Río