Oído Cocina

 

INTERNET Y EL COMERCIO DE TODA LA VIDA

 

 

Miguel del Río | 23.11.2018


 

 

El comercio minoritario, el que conocemos como el comercio de toda la vida, pone cada vez más el grito en el cielo por el descenso en sus ventas y ganancias, a favor de todos los pedidos que se hacen vía Internet.

Resulta una evidencia innegable: es superfácil encontrar de todo en las miles de webs existentes, los precios son competitivos, los pagos seguros, y, por si fuera poco, te lo mandan gratis a casa. Así están pinados los bolos, y el pequeño comercio le tiene que echar imaginación, pero ante todo ofrecer buenos productos a precios que sean del fiel interés de los consumidores. No se me ocurre mejor argumento, porque es el que vale, y además el comercio minoritario, tal y como marcha el discurrir de las ciudades, se ve rodeado de inconvenientes que alejan a los viandantes de sus tiendas.

La dificultad de aparcar, ya da igual coches que motos, y con parkings con tarifas abusivas, sigue siendo a mi entender uno de los grandes escollos. La respuesta oficial a este hecho es que hay que ir a comprar andando o, al menos, coger el transporte público. Miren ustedes: el coche propio sigue siendo una opción libre, aunque por más que me rasque la frente no alcanzo a entender que adquirir un vehículo nuevo sigua siendo en España el mejor indicativo de que la economía va bien, y en cambio se ataca tenerlo, por tierra, mar y aire.

Llegamos así al meollo de la cuestión, que no gusta escuchar, de que comprar en depende que ciudades se ha vuelto muy incómodo. Y aquí entran las grandes superficies y, sobre todo, Internet, donde lo mismo compras la ropa, los zapatos, los perfumes que la bisutería. Particularmente, cuando adquiero algo a través de la Red, lo hago en razón de encontrar realmente lo que busco, estar seguro de su calidad, que me convenza el precio y la forma de pago, y que la entrega esté dentro de un plazo razonable. He de decir que son principalmente las marcas que fabrican de todo, y que a su vez son proveedoras de productos al comercio, las que demuestran haberse puesto las pilas de manera notoria.

Hasta los grandes hipermercados, a los que preferimos acudir en persona, están invirtiendo una buena parte de sus beneficios en tener una importante presencia en Internet. Me inclino porque el escenario presente y futuro no será otro que el de la convivencia entre el comercio convencional y el internauta, como sucede con quienes prefieren leer los periódicos en papel a hacerlo en la pantalla del ordenador. Eso si, la calidad, a buen precio, siempre es la que triunfa.

 

Miguel del Río