Fe y Obras

Cataluña: a lo mejor es que algunos sacerdotes no se dan cuenta

 

 

07.10.2017 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Como la Iglesia católica que, aún no siendo de este mundo (ni sus miembros tampoco, sino del Cielo), está en el mundo, no puede, ¡qué menos!, sino hablar de lo que pasa en el mundo. Y es que, de otra forma, de no hacerlo, podría pensarse que otorga, al callar, lo que el mundo hace y lo que se hace en el siglo.

El caso actual (y lo que te rondaré, morena) de Cataluña es vital si hablamos, precisamente, de hablar, de proponer, de aceptar o no aceptar.

Esto lo decimos no por el hecho de que se declare o no la independencia de tal parte de España sino por el comportamiento que han tenido (tienen y tendrán) algunos miembros de la Iglesia católica que allí sirven a Dios y al prójimo.

Ciertamente, deben creer que están en el mundo de Alicia y su País de las maravillas porque, de no ser así, no se entiende nada de nada lo que ha pasado y pasa.

La cosa ha ido poco a poco en el tiempo. Primero, se dejaron colgar en campanarios o lugares similares banderas de las llamadas “esteladas” (llamadas así) por llevar una estrella, que es la traducción de tal palabra en catalán, sobre la bandera de cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, que es la del Reino de Aragón al que han pertenecido, históricamente, los condados de Barcelona, Valencia y Mallorca además, claro, del mismo Reino origen de tal unión de tierras hispanas, el aragonés.

La cosa, entonces, parecía cosa curiosa. Pero lo podría parecer para aquellos desavisados que no supiesen de qué pie cojean muchos sacerdotes en determinadas tierras españolas.

Pero la cosa ha ido a más. Era de esperar porque la cabra siempre tira al monte y, creyendo que todo el monte es orégano…, pues más de uno (de dos y de tres) ha creído que ahora era el momento de mostrar, bien a las claras y para que nadie se llevase a engaño, de qué calaña estaban hechos muchos sacerdotes que, sirviendo a Dios y al prójimo, sirven en Cataluña.

Esto lo decimos porque ahora se ha visto de todo: “Santas Misas” pidiendo la independencia de Cataluña, templos donde se ha votado y se han recontado los votos, etc. En fin, todo lo malo que se pudiera hacer… se ha hecho y superado con ganas de mostrar y demostrar quién se es y cómo se es.

Pero ¿Saben lo mejor de todo esto?

Pues lo mejor de todo es lo que parece, digo parece porque de no serlo es que es más que tonto quien en eso cae, que ignoran lo que va a pasar en caso de declaración de independencia de España.

¿A alguien le suena eso de “República”? Es que es lo que quieren declarar los independentistas que, como puede uno imaginarse, suelen ser cuatro gatos ampliados por los burgueses de turno…

Pero, además, ¿no saben que los que buscan la independencia de Cataluña no son las personas más beatas del mundo sino, justo, al contrario?

Lo que queremos decir, para los despistados, es que son las izquierdas más rojas que en el mundo pueda haber, las que buscan separarse de España. Y lo quieren hacer, seguro, para esconder alguna que otra tropelía económica de sus élites y, también, y de paso, para meter en cintura a la Iglesia católica por mucho que algunos de sus miembros se están mostrando verdaderamente como servidores del Mal en su más exacto acento político.

En realidad, todo esto se veía venir porque, tarde o temprano, los cuatro gatos de siempre esperaban tenerlo todo a su favor (incluso a parte de la Iglesia católica) y apoyándose en otros cuatro desarrapados (surgidos a partir del famoso 15-M que tanto sustentó el antiguo Alcalde de Madrid Alberto Ruíz Gallardón) querían que llegase una oportunidad como ésta. Y ha llegado.

Lo malo es que muchos católicos inocentes van a sufrir en sus propias carnes el daño que le están haciendo algunos de sus pastores que, por fin, se han quitado el disfraz de lobo.

Al menos, todo esto ha servido para que cada cual se retrate y se pueda poner a cada uno en su sitio.

Ahora bien, el Vaticano quizá podría estar dando algún que otro mandoble y poniendo, de patitas en la calle, a más de un sedicioso.

Vamos, digo yo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net