Fe y Obras

La dictadura en la que vivimos

 

 

02.03.2017 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Sí, en España no existe una democracia sino una dictadura. Y, lo que es peor, diera la impresión de que no es así sino que vivimos en el mejor de los mundos.

Un caso como el que aquí traemos es muestra de esto.

Resulta que alguien quiso hacer una campaña en la que se quería defender que hay niños que tienen vulva y niñas que tienen pene.

Que se sepa, eso puede ser si se produce una anomalía física y, al nacer, un ser humano nace así. Y decir eso no es insultar a nadie ni decir que eso, en sí mismo, esté mal, sino constatar algo que puede pasar y, seguramente, pasa. Pero no podemos negar que eso no es lo ordinario sino algo extraordinario y, por ser fuera de lo normal es, simplemente, anormal. Y entiéndase lo que se quiere decir con eso. Pero quienes eso defienden no se refieren a eso (tendrían todas las de perder) sino que quieren apoyarse en que una persona pueda “sentirse” lo que no es. Vamos, el puro gusto personal.

Sin embargo, hay quienes se quieren apoyar en eso para hacer bueno lo que no es bueno. Es decir, si alguien nace con tres brazos y con un ojo en la frente, a nadie se le ocurre decir que eso es lo que sería bueno que pasase en todos los casos o, ni siquiera, que eso está muy bien. No. Se diría que era una aberración física y que qué cosas tiene la naturaleza para hacer eso.

Pero, al parecer, se ha de considerar defendible que un hecho extraordinario como, por ejemplo, que alguien se “sienta” lo que no es tenga que ser ley y que si no se respeta semejante forma de entender las cosas la norma ha de caer con todas sus fuerzas.

Pues bien, resulta que si alguien, pongamos HazteOir (Organización defensora de la vida y, en general, de toda cosa que no se salga de su camino trazado) ha tenido una idea que, al parecer, es todo un insulto. Y es que ha ideado llevar por España un autobús en el que se lee esto: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen.”

¡Vamos! La que se ha armado con esto.

En realidad, lo que muestra la intolerancia que han mostrado la gran parte de medios de comunicación y de organizaciones supuestamente sociales con esto es más que grave. Y es más que grave porque, según parece, no quieren que el autobús se mueva de donde está en Madrid e, incluso, el alcalde de Valencia se ha permitido el lujo de decir (contradiciendo el derecho constitucional de circulación) que el mismo no va entrar en Valencia como si fuera alguien que pudiese hacer eso.

Lo malo es lo otro: “Que no te engañen”. Y decimos que es lo malo porque decir que el niño tiene pene y que la niña tiene vulva es tan grave como decir que después del lunes va el martes y que cuando hay sol, la luz es abundante…

En fin, todo esto muestra algo gravísimo y que debería hacer reaccionar a las masas católicas adormecidas: quieren imponer una dictadura (de hecho, ya existe) en la que sólo se puede pensar lo que quieren la inmensa minoría de la sociedad. Es una sociedad al revés donde ordena quien tiene poco que defender y obedece quien tiene todo el derecho.

Alguien dirá que no vamos a defender un mundo donde la minoría no tenga voz. Sin embargo, una cosa es que tenga voz y otra, muy distinta, que se pretenda tapar la boca de la inmensísima cantidad de personas que no son como dicen que son muchas personas. Y a eso sólo se puede llamar dictadura encubierta y sometida al poder de los radicales.

Tienen, sin embargo, mucha potra aquellos que esto hacen porque saben que nada va a pasar. Y es que no se van a ver a las masas católicas protestando por semejante vergüenza y gran barbaridad que supone que como “alguien” (son pocos, sin duda alguna) cree que no es hombre sino mujer o mujer sino hombre tenga eso que adorarse como si se tratase de una divinidad. Hasta ahí podríamos llegar. Lo que es intrínsecamente perverso lo será siempre lo diga el tal Agamenón o el bueno de su porquero.

Lo único que me pregunto es qué hace la jerarquía católica en España que no anda organizando algo en contra de eso que, sin duda alguna, va a acabar perjudicándola porque llegará el día en el que sólo podrá manifestarse a favor de eso.

¡Ah, bueno!, que ya ha llegado. Pues eso, quien tenga oídos que oiga y quien tenga ojos, que vea.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net