Fe y Obras

Viene Cristo; ¡Que viene!

 

 

24.11.2016 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Los tiempos litúrgicos alguno podría pensar que son repetitivos. Pero, en verdad, han de ser así y no pueden ser de otra forma. También se repiten los meses, las semanas y los días pero cada día, cada semana y cada año son distintos para cada uno de nosotros.

Eso es lo que pasa, exactamente, con el tiempo de Adviento.

El domingo 27 de noviembre da comienzo, este año del Señor de 2016, el tiempo en el que esperamos, especialmente, a Cristo. Y lo es, claro, de esperanza, por eso mismo.

Sabemos que Cristo nació dos veces, por así decirlo: una vez en Belén y otra en el Calvario o, mejor, tras su muerte.  Resucitó y volvió a nacer para ya no morir nunca y sentarse a la derecha del Padre y venir, cuando eso sea que sea, para juzgar a vivos y a muertos.

Pero ahora corresponde que recordemos que el tiempo de Adviento supone tanto para nosotros que debería ser el más importante del año. Es más, sin aquel tiempo especial no esperaríamos nuestra salvación que, además, queremos eterna y que lo será, no por casualidad, por la venida del Hijo de Dios, Enviado y Mesías.

Cuando Cristo se encarnó lo hizo para nacer. Queremos decir que todo, en la historia de la salvación, tiene que ver tanto que no se pueden separar los acontecimientos espirituales. Y si María dijo sí al Ángel Gabriel entonces, ahora, cuando nazca el niño llamado Jesús, todo se habrá cumplido otra vez.

Otra vez. Cristo volverá a nacer otra vez en nuestros corazones y los mismos se volverán a llenar de alegría. Pero antes debemos esperar y esperar bien.

Con esto queremos decir que no podemos tomar el tiempo de Adviento como si no tuviera objeto ni objetivo alguno. Al contrario es la verdad: esperamos a Quien ha de venir de parte de Dios. Por eso el mensaje que nos van a dejar Juan el Bautista, los mismos profetas que anunciaron la venida del Mesías o la misma Madre, Virgen Inmaculada, no pueden ser dejados atrás o escondidos debajo de cualquier celemín. Ellos, al contrario, esperaron anunciando unos y embarazada Otra, la más que bella y agraciada por Dios, la llena de gracia.

Este tiempo es muy especial. Queremos decir que nuestro corazón ha de verse lleno de luz que es la que trae Quien va a nacer. Tiempo de Adviento, pues, tiempo de luz, de fin de la tiniebla que pueda haber en nuestra alma y, en fin, tiempo de claridad espiritual, de saber a qué atenernos, de no hacer algo que no sea dar gracias a Dios por tanta gracia donada a su descendencia a través de su pequeño hijo a punto de venir al mundo. Y es que, en un sentido más que cierto, Cristo nace cada día y también cada día muere.

Es bien cierto que eso es un misterio que, por ahora, no podemos entender pero también sabemos que un día, cuando habitemos el Cielo definitivo de Dios veremos con total claridad lo que ahora sólo vemos como en un espejo.

Y todo eso, todo, acaecerá después de un tiempo de gracia muy especial al que llamamos Adviento porque Cristo viene y viene para quedarse para siempre.

Padre Dios,
gracias por hacernos la gracia
de enviar a tu Hijo.
Nosotros queremos ser buenos hermanos
de Cristo
y sabemos que quieres que lo escuchemos.
Gracias, Padre, por este tiempo de luz
y de esperanza. Todo es tuyo; todo es de parte de ti.
Amén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net