Fe y Obras

A lo mejor luego es tarde

 

 

06.08.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


El ser humano sabe, por experiencia, que las cosas no suelen pasar de repente sino que son el resultado de determinadas causas y que, por decirlo así, el fin buscado suele venir producido por unos antecedentes. Es cierto que muchas veces nos dejamos dominar por el “dejar pasar” y el “qué más da”. Y eso suele traer malas consecuencias.

Eso es lo que está pasando con un tema tan grave como es el avance, parece que imparable, de aquellos que se han denominado (por ansia que no quede) “Estado Islámico” y que no es más que el ya clásico expansionismo de los seguidores del Islam que tiene de religión de paz lo mismo que la noche más cerrada de claridad y luz.

El caso es que, al parecer, poco importa lo que está pasando. Y lo que está pasando es que allá por donde pasan estos viejos-nuevos vándalos todo queda arrasado como si no quisieran que nada de lo que se hizo antes de la aparición de Mahoma deba existir. Pero es que, además, tienen el vicio (que debe ser algo enfermizo) de ir por el mundo aniquilando no sólo las cosas existentes sino infringiendo daño físico a los seres humanos que no tienen la gracia, o tienen la desgracia, de no estar entre sus filas de infieles (pues son infieles a Dios con lo que hacen y no nada fieles, como creen). Basta tal circunstancia para ver en peligro el cuello o, en todo caso, la propia vida según la imaginación (que suele ser poca) de aquel en cuyas manos se haya caído.

La cosa no está nada bien ni va por buen camino. Y es que las grandes potencias, digamos, “democráticas”  del mundo no se han dado cuenta de por dónde andan estos individuos. Es decir, parece que no captan el peligro que encierra que los cortadores de cabezas se estén adueñando de territorios inmensos. Es como si dijeran algo así como “están lejos”. Sin embargo, resulta extraño que, estando hoy en el siglo que estamos y con los medios militares que hay y pueden caer en según qué manos, no haya nadie que perciba que, en cualquier momento, acabarán disponiendo de armamento de gran potencia y nos pueden enviar algún regalo que acabe con miles de vidas. A lo mejor es que los que tienen el poder saben que a ellos no les va a tocar. Por eso les importa poco lo que está pasando.

A lo mejor un día más de uno tiene que lamentar no haber hecho más cuando aun podía. Y es que enviar unos cuantos aviones a bombardear determinadas zonas no es suficiente. Se ve que no lo es porque la cosa sigue igual que es, por decirlo pronto, mal y más que mal.

A lo mejor un día más de uno tiene que pedir perdón por haber sido tan torpe en las previsiones. Y es que no hay que ser profeta ni hijo de profeta para saber, saber, lo que va a pasar: acabarán llegando a las puertas de esta Europa tan comedida,  tan cobarde y que tanto se ha alejado de Dios Todopoderoso y, entonces, seguramente, nada se podrá hacer porque, además, en el seno de nuestras naciones pululan los traidores ansiosos de hacer lo mismo que hicieron algunos visigodos con los moros. Es más, más de uno recibe buenas remuneraciones de alguna nación no precisamente cristiana. Y, además, tiene pretensiones de obtener el poder en las próximas elecciones del mes de noviembre. ¿Hacen falta más pistas?

Todo, sin embargo, puede empeorar. Es más, estamos seguros que, como están las cosas, empeorarán. Y no se trata de ser agorero sino de ver las cosas como son. Otros, sin embargo, andan mirando para otro lado esperando que su cabeza no corra peligro sin darse cuenta que para los malos de la película (sabemos que no somos nosotros sino aquellos de los que aquí hablamos) sólo importa una cosa y no es mantener en el poder a los infieles.

Pero eso, eso, será cosa de que el tiempo acabará hablando. Nosotros sólo avisamos porque otros ya serán los traidores. Y otros, como ya son, los mártires.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net