Fe y Obras

Ciertamente, Dios siempre nos espera

 

 

18.09.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


“El Señor siempre nos espera para acogernos con su amor: es algo estupendo, que nunca deja de sorprendernos.”

En un “Tweet” del pasado 16 de septiembre, el Papa Francisco dejaba caer las palabras aquí traídas. Lo hizo porque sabe que es importante que no dudemos de algo que, ¡por desgracia!, muchas veces es olvidado. Por eso nos dejamos precipitar hacia los abismos de los que tantas veces habla y escribe el salmista.

Nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, caminamos hacia su definitivo Reino, entre muchas piedras. Es decir, en tal senda, en tal camino, tropezamos muchas veces: en unas ocasiones porque el camino, el mundo, está más que torcido y otras porque somos nosotros los que buscamos tales piedras…

En realidad, nuestra naturaleza humana, pecadora, nos inclina a tales actuaciones. Eso, entonces, nos aparta de Dios porque rompe, por decirlo de tal manera, el hilo que nos une con nuestro Creador.

Ante tal situación podemos optar por dos formas de ser y de actuar: la primera de ellas supone un mayor alejamiento del Padre; la segunda, un no querer alejarnos. Es decir, todo lo contrario.

Humanamente somos orgullosos. De eso no debe caber duda alguna. Y tal soberbia nos impide, muchas veces, reconocer nuestros errores espirituales (y con eso, muchas veces materiales) Por eso no queremos dar nuestro brazo a torcer y no pedimos perdón.

Tal momento no es bueno para nuestra vida espiritual. Poco a poco vamos encadenando pecado tras pecado hasta que resulta, simplemente, imposible (según somos) solucionar lo que tanto nos pesa (¡además, es que nos pesa…!) y salir adelante en lo tocante al espíritu y a nuestra fe. Eso nos distancia de Dios porque queremos, al fin y al cabo, que no se inmiscuya en nuestra humana existencia.

Sin embargo, hay otra forma de actuar que es más sana, espiritualmente hablando.

Como bien dice el Papa Francisco (o se deduce de lo que dice) Dios es muy paciente. No se cansa de esperar que acudamos a Él.

Eso no lo hace para reprocharnos que hayamos hecho esto o lo otro o que nos hayamos alejado, voluntariamente, de su Amor y su Misericordia. No. Lo hace porque nos quiere como hijos y, como tales, espera siempre nuestro arrepentimiento.

No extrañe, por lo tanto, que tantas veces como pecamos y tantas veces como pedimos perdón (de hacerlo, claro está) tantas ocasiones son las que Dios nos perdona. Caemos y Él nos perdona. Persevera el Creador en su fidelidad a su creatura aunque la misma no muestra la misma y, muchas veces, no quiera ni pensar en Quien lo ha creado y lo mantiene.

Ciertamente, Dios nos espera. Y es que tiene, decimos, paciencia infinita. Y lo hace porque Él aún cree en nosotros.

¿Creemos, nosotros, en Él?

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net