Fe y Obras

Cuerpo de Cristo

 

 

20.06.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Sea por lo que sea, la Iglesia católica decidió en su día que uno de los tres jueves “que lucían más que el sol” pasara a celebrarse el domingo siguiente. Sin embargo, eso no puede hacer que disminuya la importancia del día en que, de forma lo más solemne posible, celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Es, pues, un día más que importante para el discípulo de Cristo pues recuerda, recordamos, de una forma especial y gozosa, que el Hijo de Dios entregó, precisamente, su Cuerpo y su Sangre para salvarnos a todos.

Y, evidentemente, el Cuerpo y la Sangre de Cristo suponen un Sacramento vital, de vida eterna, para el creyente católico: la Eucaristía.

Así, por ejemplo, sabemos lo que nos corresponde creer:

“Yo soy la vid; Vosotros los sarmientos. El que permanece en mi y yo en él, Ese da mucho fruto; Porque separados de mi no podéis hacer nada." (Jn 15,5). Y nos unimos al Señor a través de su Cuerpo y de su Sangre.

Así, también, entramos en la cuenta de qué es verdad, la Verdad:

"En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros." (Jn 5,53). Y nos unimos al Señor a través de su Cuerpo y de su Sangre.

Sobre la importancia de esta solemnidad y de lo que significa para el creyente católico, el Ángel que, en su día, se comunicó con los pastores de Fátima, les propuso la siguiente oración:

“Dios mío yo creo, adoro, espero y os amo, os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el precioso Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, que se encuentra presente en todos los Sagrarios de la tierra, y os lo ofrezco, Dios mío en reparación por los abusos, sacrilegios e indiferencias con que Él es ofendido. Amén”.

Sabemos, por tanto, que el Cuerpo y la Sangre de Cristo también nos sirven para pedir a Dios que todo aquello que hacemos mal por no tener en cuenta, precisamente, tal Cuerpo y tal Sangre, se limpie en ellos porque la entrega del Hijo en la Cruz fue el germen de la salvación de la humanidad y en ella Dios se complació y gozó (aunque, eso, a veces, no seamos capaces de comprenderlo o entenderlo).

Sobre un tema tan crucial como es éste, el ahora emérito Benedicto XVI nos pedía, el 29 de julio de 2012 que pidiéramos “al Señor que nos ayude a redescubrir la importancia de alimentarnos no solo de pan, sino de verdad, de amor, de Cristo, del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran conciencia de la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a Él. En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; ‘nos atrae hacia sí’.

“Nos atrae hacia sí”. Es bien cierto esto que, en un momento determinado diría Jesucristo al respecto de cuando lo subieran en la cruz (cf. Jn 12, 32) Y por eso su Cuerpo y su Sangre son la Vida, así escrito porque es la que es eterna lo que nos ofreció desde aquel mismo instante. Y gracias a la donación de sí que hizo el Emmanuel nosotros hemos sido salvados y lo somos ya para siempre, siempre, siempre.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo, y muchas veces que lo repitamos no será nunca suficiente agradecimiento, son la savia que ha de recorrer nuestro corazón y, desde ahí, sembrar en el mundo, en el siglo, la luz que el Creador mandó al mundo pero que, como dice San Juan, “los suyos no la recibieron” (cf Jn 1, 11) Nosotros sí debemos aceptarla en nuestra vida y debemos, además, ser faro con ella, sal con ella, esperanza para el prójimo con ella.

Cuerpo y Sangre de Cristo. Decir tales palabras (que son pocas) despacio, muy despacio, sílaba a sílaba, “Cuerpo”, “Sangre”, “Cristo” y darse cuenta de que somos lo que somos porque el Hijo de Dios aceptó la voluntad del Padre… ¡cómo no agradecer eso y cómo no ser egoístas para no dejar nunca escapar tal gracia!

Cuerpo y Sangre de Cristo, porque es su Cuerpo y es su Sangre lo que quiso dar, darnos y, por eso, nuestro hermano y Dios hecho hombre (Perfecto Dios y perfecto Hombre según el Símbolo Atanasiano) es tenido por fiel-cumplidor-de-la-voluntad-de-Dios.

Pero, además, sabemos que la Iglesia católica es el Cuerpo de Cristo pues "En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu." (1 Cor 12,13).

¿Es que todo esto no es suficiente como tenerlo siempre presente?

 

Eleuterio Fernández Guzmán
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