EL EVANGELIO DEL DOMINGO

por Gervasio Portilla García

17.01.2015


II Domingo del Tiempo Ordinario (C)

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (2, 1-11)

A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino y la madre de Jesús le dice:

― «No tienen vino».

Jesús le dice:

― «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».

Su madre dice a los sirvientes:

― «Haced lo que él os diga».

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice:

― «Llenad las tinajas de agua».

Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice:

― «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».

Ellos lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al esposo y le dice:

― «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Palabra del Señor


COMENTARIO:

En este Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, se produce el primer milagro de Jesús; al transformar agua en vino, cuando este se había acabado en la boda, Jesús interviene a instancias de su madre y remedia lo que era realmente un problema al acabarse el vino.

Vemos la confianza absoluta de María en su Hijo ante una situación complicada; es decir, no tiene dudas sobre quien era realmente su Hijo.

Jesús, realiza efectivamente su primer milagro y lo realiza a favor de la familia; lo mismo que transforma el agua en vino, transforma también las bodas en sacramento. ¿Esta Cristo verdaderamente presente en algunos matrimonios modernos?.

Se piensa demasiado en lo externo, en lo artificial y en intereses particulares y poco en la preparación del corazón y de los sentimientos y en la responsabilidad ante la familia que se crea y ante Dios.

Al vivir en una sociedad pendiente de lo externo y de lo superfluo; muchos matrimonios se quedan en eso, son cartón piedra, que si se moja se destruye.

Busquemos lo auténtico del matrimonio, el compromiso permanente de los esposos y de los hijos; sólo así la sociedad avanzará realmente en la fraternidad y en el bienestar.

Hasta el próximo Domingo si Dios quiere. Paz y bien.