COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

EL LENGUAJE DE DIOS EN LAS FLORES

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 10.10.2015


Hoy me he propuesto llamar a la luz para envolverme de su épica.
Me gusta crecerme entre sus esbeltos tulipanes y recrearme con ella.
Todo es claridad, sólo hay que saber vestirse de armónicas auroras.
Y en todo está Dios, reconozcámoslo en la verdad y en la bondad.

Aunque no hayamos sabido reconocerle, Él nos lleva en su costado.
Necesitamos de su presencia para sentirnos vivos y poder suspirar.
Que los suspiros mecen el corazón y también adormecen los odios.
Cuidémonos de los tropiezos, puesto que en su culpa portan la pena.

Es cuestión de discernir caminos y de poner oído a su voz callada.
En este encallado mar de soledades se percibe la brisa del Creador.
Dejémonos sorprender, en la llanura intensa de los días, por su paz.
Que es refugio de gozos, ya que todo puede gozarse en esta calma.

Sí Dios es un infinito mar de sosiego, que lo es, ¡serénanos Señor!.
Encamínanos hacia la morada y haznos comprender el verbo.
Encáuzanos hacia la fuente y haznos manantial de eterna vida.
Guíanos con tu aliento y abriguémonos con el manto de las flores.

Únicamente las flores, con ser flores, saben que Dios les asiste.
Porque Dios que es todo, con ser de todos,  sabe que es lo más.
Lo más grande en el amor y en el amar también lo más sublime.
¡Volvamos, pues, al jardín de los sueños para alzar el vuelo al edén!

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
10 de octubre de 2015