A LA LUZ DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

LA PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 23.11.2014


                El evangelista Mateo introduce la parábola de los dos hijos, enviados a la viña por su progenitor, con respuestas diferentes, a una misma acción. Los envía a trabajar a la viña, cuestión que solía utilizarse de forma profética para simbolizar al pueblo de Israel. Uno de ellos le dice que sí,  pero no va; mientras el otro, le dice que no, y al final se arrepiente y va. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?. Es evidente que la respuesta de ninguno de ellos es la ideal. Ciertamente no es fácil juzgar comportamientos, aunque al final hay uno que cumple la voluntad del padre, aunque al principio diera la negativa como respuesta. Por tanto...

No se puede juzgar a la ligera,
la vida nos sorprende cada día;
maldigo los juicios que sólo aplastan,
y no forman y transforman las conciencias.

                Jesús de Nazaret nos asombra una vez más presentando una paradoja entre lo que muchas veces decimos y al final hacemos. En consecuencia, resplandece la autonomía del ser humano, de la persona, su libre elección realmente no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que verdaderamente se puede. Y uno ha de poder escucharse asimismo para poder optar por el camino de la luz. Quizás, seguramente no lanzaríamos tantos "no quiero"; no quiero ayudar, no quiero perdonar, no quiero dar... Indudablemente, el valor radica en hacer las cosas recapacitando, pensando en los demás más que en uno, porque la viña es de todos y de cada uno de nosotros. Conviene no olvidarse de que...

Hay que querer, queriéndose;
hay que amar, amándose;
hay que vivir, hallándose;
y morir, absolviéndose.

                Desde luego, si reflexionásemos más desde nuestro interior, tal vez nos sentiríamos mal y surgiría en nosotros el deseo de cambio. Nada permanece igual. Cualquiera puede cometer un error, caer, tropezar, pero la cuestión es reaccionar, poder levantarse a tiempo, arrepentirse en definitiva. Nunca es tarde para hacerlo, para reparar el daño causado. Tampoco pensemos que lo hacemos todo bien, que somos perfectos, ya ven ese hijo que dice sí voy a la viña y después no va, se abandona y lo olvida. Nada de pereza. Hemos de ser personas en camino con una actitud de servicio. Dejémonos guiar...

Sí amar es morir por amor,
y vivir es apagarse lentamente,
y soñar es navegar por el verso,
que sea Él quien nos vuelva poetas.

                No consiste en hablar mucho, en decir a todas horas que sí al Señor, y después no ser coherentes con nuestro compromiso. Tantas veces vivimos en la apariencia que la confundimos con la realidad. A la hora de la verdad, nos movemos por intereses, a nuestro aire, sin mirar a nuestro alrededor. Convendría fijarse más en lo que decimos y en cómo lo decimos, y después de pensado esto, a lo mejor hemos de hacer silencio. Hablar por hablar tiene poco sentido. Esta sociedad escucha poco, escuchamos nada, y a lo mejor el Señor también hoy nos está enviando a trabajar a donde menos pensamos. Tan importante es decirle que sí, y aunque nos cueste, uno tiene que hacer las cosas por las cosas. Y así el misterio que crece en nosotros dará muchos frutos...

Porque vivir es desvivirse por vivir hacia dentro,
más que decir hay que hacer y deshacer,
donarse y donar lo que nos duela,
no ser uno, y ser para los demás, el ser que auxilia.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
23 de noviembre de 201
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