Cáritas Santander | 10/05/2022

 

«Quisiera hacer mucho más de lo que hago»

 

 

Por Azucena Valdés, periodista y cooperante recién llegada de Przemyśl, frontera entre Polonia y Ucrania


 

 

 

 

 

 

Me enternecieron su candidez y sonrisa, que le daban cierto aire de «santidad» y que no le abandonaron ni un instante mientras estuvimos charlando. Jacek Orawczak tiene 23 años y es seminarista en Cracovia. Muy tímido e inseguro en sus palabras chapurreadas en inglés, me contó que con Cáritas acude casi a diario a la carpa de WCK, la ong que el chef español José Andrés tiene instalada en la plaza de la estación de trenes de la ciudad.

Apenas un chaval, Jacek me contó que hace cuanto puede por ayudar, pero que es poco y que le gustaría hacer más. No se trata solo de dar de comer algo caliente, hasta 4.000 raciones de comida solo en esta carpa, sino de ofrecer ese plato de goulash o pierogi con calidez y con un rostro amable en el que uno puede leer «no estás solo, yo estoy a tu lado».

Cáritas Polonia trabaja duro y sin descanso y no únicamente dando de comer a las miles de personas que han llegado a Cracovia y hasta otras ciudades, sino recaudando dinero para repartir entre las distintas diócesis del pais. Solo en el primer mes de invasión, recaudó más de un millón de szlotys (unos 212.000 euros) que destinó a la frontera con Bielorusia, para alimentar a refugiados y fuerzas de seguridad, que son quienes hacen el reparto de víveres y demás.

Este trabajo lo hace a través de seminaristas como Jacek y también de voluntarios, como Octavio Camba, americano de 23 años, que cada día me recibía con una gran sonrisa y me ofrecía un chocolate caliente, que no siempre acepté, porque sentía que estaba quitándoselo a alguien que seguro lo necesitaba más que yo.

Cracovia, a tan solo 250 kilómetros de la frontera con Ukrania, se ha visto desbordada con refugiados que continúan llegando, aunque no con la misma intensidad que hace unas semanas. Aún así, solo en su estación central duermen cada noche unas 300 familias. Imposible grabar o tomar fotos. Me pidieron intimidad para quienes viven ahora allí.

Han transcurrido más de dos meses desde que la madrugada 24 de febrero, Rusia invadiera Ukrania. Sin entrar en consideraciones ni análisis geopolíticos o estratégicos, como ser humano me preocupan los millones de personas que han abandonado sus hogares, que han dejado atrás una vida tan común y corriente como puede ser la nuestra propia. Estoy en estrecho contacto con muchas de las que conocí hace apenas unos días. Unas han conseguido llegar a Irlanda, otras están en Alemania, o en Inglaterra. Los hay que han regresado a Ukrania, porque quieren reconstruir su pais, ignorando el peligro que corren.

Sabemos que en muchas ocasiones, los gobiernos no tienen capacidad de respuesta ante situaciones como ésta. Es por este motivo que organizaciones como Cáritas engrasan motores, se ponen en marcha y resuelven. Es su trabajo. Y lo hacen bien.