Tribunas

Markus Gabriel, don Luis y el relato

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

Hace tiempo que sigo a uno de los filósofos alemanes de moda, Markus Gabriel. Propone con Maurizio Ferraris, no sé si decir su maestro o mentor, la filosofía del nuevo realismo, que no tiene mucho que ver con el realismo tomista.

De hecho, Gabriel, que también sintetiza todas las nuevas ideas del momento, no se declara religioso, ni católico. Es más, en su pensamiento la cuestión de Dios está en mantillas, por ser generoso.

Sin embargo es un contradictor bien argumentado contra el nihilismo, contra el relativismo y contra no pocos de los presupuestos del constructivismo.

Por cierto que hay un vídeo de un coloquio en la Fundación Juan March entre Markus Gabriel y José Luis Villacañas, que merece la pena ver con detenimiento. Entre otras razones por que aborda la situación cultural del presente sin referencias al hecho religioso, con una notable crítica a determinada modernidad. Si este diálogo representa la síntesis del status quo intelectual, y de las preocupaciones del futuro, que vayan apagando la luz en los centros de la burocracia eclesial.

Glosa Gabriel en su último libro publicado en España, “Ética para tiempos oscuros”, la afirmación del sociólogo el conocimiento, Bruno Latour, en la que dice que no existen los hechos (matters of fact) sino solo diversas cuestiones de interés (matters of concern). Es decir, no existen los hechos sino versiones de interés sobre la realidad que se traducen en relatos. La clave, el interés.

Cuestión que debemos pensar en el periodismo. Sabes que ha ocurrido algo, y lo que le preocupa a alguno de los protagonistas no es el hecho, sino que se oiga y se difunda su versión a posteriori del hecho, una vez que el medio se ha interesado por el hecho, con el riesgo de que se haya cambiado la versión añadiendo intencionalidades al hecho que no existían en el momento en el que ocurrió.

Mi admirado monseñor Luis Argüello –a quien echamos mucho últimamente de menos- publicaba no hace mucho un tuit que decía: “Cuando el relato es más importante que los hechos, la opinión pública más que la verdad, la emoción más que la razón y la estrategia del enfrentamiento más que el bien común, la confianza se resquebraja y el diálogo y la convivencia son difíciles. Hora más que nunca, testigos”.

Toda la razón, don Luis. Pero ojo que la Iglesia también puede rendirse a la tentación del relato, de la narrativa, en detrimento de la realidad, de la pasión por la verdad, del testimonio de la verdad. Y estar más preocupada porque no nos identifiquen con “los malos” sino con “los buenos” de la película.

Pongo un caso. Imaginemos que una institución de Iglesia, en este momento, dijera, para congraciarse con determinado estado de opinión pública, que en el caso de la pederastia los testimonios de las víctimas no son falsos sino difíciles de probrar, que la respuesta debe ser aceptarlos como tal porque quien se declara víctima tiene poco que ganar y mucho que perder, ¿qué parte hay de verdad en esa afirmación y qué parte de relato o narrativa?

Teniendo en cuenta que, por ejemplo, después de los atentados del 11-M más de dos mil personas que fueron a comisaría a denunciar que eran víctimas, en verdad no lo fueron. Si hay un principio en el derecho clásico, no sé en el moderno, es que la credibilidad de la víctima depende de que se pruebe la verdad, los hechos, la coherencia, de su testimonio. Esas personas que denunciaron que eran víctimas del 11-M, y según los forenses después de un estudio científico de los casos, no lo fueron, ¿por qué lo hicieron?

Por cierto, que con lo que he escrito no estoy poniendo en duda ninguna versión de ninguna víctima de la pederastia. Intentar comprender y reflexionar no es justificar ni deslegitimar.

¿Qué interesa ahora, los hechos o las versiones, el relato, la narrativa? ¿Por qué tiene que apostar la Iglesia?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Markus Gabriel,
Ética para tiempos oscuros.
PASADO Y PRESENTE, 2021.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja