Religión

 

¿La caligrafía como disciplina espiritual?

 

Edmond Tang, profesor de la Universidad de Birmingham (teologías asiáticas) en Gran Bretaña, habla sobre la caligrafía, al tiempo que ilustra concretamente en qué consiste este "camino" hacia la iluminación.

 

 

 

08 feb 2022, 14:00 | Sophie de Villeneuve, La Croix


 

 

 

 

 

Un calígrafo zen dijo una vez: "Lo que me preocupa no es cómo escribir algo bello, sino cómo puedo alcanzar la iluminación a través de la caligrafía".

La genialidad del zen es su capacidad para abarcar e impregnar el "aquí y ahora" del mundo en que vivimos. Trata de habitar lo ordinario y cotidiano -el "corazón ordinario" como al caminar, trabajar en la cocina, beber té- y elevar estas actividades mundanas a un nivel "extraordinario", en el que el practicante puede transformarse. Y caminar o sentarse se convierte en un camino ("dao" o "dô"). Más que muchas otras religiones u otras tradiciones budistas, el Zen impregna todas las artes: las bellas artes de la caligrafía, la pintura, la música, el teatro, así como las artes marciales de la esgrima, el tiro con arco, etc.

El monje Rinzai dijo una vez a sus discípulos: "En vuestro montón de carne roja hay una persona real sin rango que entra y sale constantemente de vuestras bocas En el ojo, se llama ver; en el oído, oír; en la nariz, oler; en la boca, hablar; en las manos, agarrar cosas; en los pies, moverse". No es el dualismo del cuerpo y el alma. Esta verdadera persona sin rango no puede separarse del cuerpo; es el cuerpo, pero también más que el cuerpo. La iluminación solo llega a través y con el cuerpo.

¿En qué sentido puede considerarse la caligrafía como una disciplina espiritual?

1. Como una forma de moldear el cuerpo Y la mente, con énfasis en el "Y", trabajando hacia una unidad dinámica de forma, movimiento, respiración, emociones y espíritu.

2. Como un "retrato del alma", un retrato del espíritu.

3. Y en su máxima simplicidad, la práctica empuja el cuerpo y la mente hasta los últimos límites, las fronteras exteriores del entendimiento. En este punto, todo calígrafo comienza a romper con las convenciones y las reglas de la disciplina. La forma y el ritual ya no importan, el equilibrio y la armonía son forzados y la belleza se convierte en una ilusión. El Chi (Qi o Ki) determina por sí solo el movimiento, el movimiento determina la forma, es decir, lo contrario del proceso de aprendizaje.

Este último es también el aspecto más célebre de la caligrafía de renombre y de otras formas de arte visual en el zen. También hay que señalar que, tal vez, la caligrafía sea la menos institucionalizada o ritualizada de las disciplinas zen, como los arreglos florales, la ceremonia del té, el tiro con arco o la esgrima, todas las cuales han desarrollado "escuelas" y "tradiciones", mientras que la caligrafía zen siempre se ha enorgullecido del inconformismo en su expresión.