Tribunas

En torno a la Cultura. I

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

“Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”

Esta es la cuarta acepción de la palabra cultura que recoge el actual Diccionario de la Lengua española. Y cuando habla de cultura popular, señala: “Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.

Hoy, y en diferentes ámbitos sociales e intelectuales, se suelen añadir unos cuantos adjetivos a lo que podríamos considerar como los restos de “cultura cristiana” que resisten en occidente. O sea, “ese conjunto de modos de vida y de costumbres” influidos por las palabras de Cristo, y por las afirmaciones de la Iglesia Católica en materias de Fe y de Moral, que explicitan y clarifican la Verdad, el Camino y la Vida de Nuestro Señor Jesucristo, y que en la Europa se han anunciado y procurado vivir desde sus comienzos.

¿Qué adjetivos?  Me voy a fijar solamente en tres, de los que todos hemos podido oír hablar alguna vez en conversaciones con amigos. “Cultura del descarte”; “Cultura del diálogo”; “Cultura de la Inclusión”.

El primero, al que nos referiremos hoy, es la nota negativa. ¿A que “descartes” se refiere?

Dicen algunos que hoy se descartan, se dejan a un lado, porque no hay preocupación por ellos: a “los pobres; a los marginados por cualquier causa; a los migrantes; a los que no se preocupan del cuidado de la “casa común”; a los de otras razas; a los de otros grupos sociales; a los enfermos; etc. etc.ˮ

Descartes que, ciertamente se han dado en muchos otros momentos culturales, y en casi todas las culturas en las que los hombres han vivido sobre la tierra.

Aparte de la generalidad y superficialidad que se da al señalar estos detalles; a mí me llama la atención que no se subrayen los más profundos “descartes” que se dan hoy en lo que queda de cultura cristiana en Europa, y que son las raíces de todos los demás descartes que vivimos.

¿Cuáles son esos más profundos “descartes”?

Toda cultura se construye sobre creencias religiosas. Los hombres hemos originado cultura porque descubrimos en nuestro ser una relación con Alguien de quien dependía nuestra existencia. En Europa esa cultura ha surgido del encuentro del mundo griego y del mundo romano, vivificados por el Cristianismo.

La política y la sociedad griega y romana siguen adelante muy empobrecidas porque si abandonan la Fe y la Moral cristiana, vuelven a sus orígenes, que es el vacío de Amor y de preocupación por el prójimo, que vivían antes de encontrarse con Cristo.

Los “descartes” que se están viviendo en la cultura europea actual provienen del abandono de las grandes Verdades, de las relaciones del hombre con Dios, que Cristo vino a manifestarnos con toda claridad, y que la Iglesia tiene la misión de anunciar y recordar a todos los hombres hasta el fin del mundo. Y, en mi opinión, son entre otros, los siguientes:

-Que Cristo es Dios y Hombre verdadero.  Que vino a la tierra para redimirnos del pecado, invitándonos al arrepentimiento y pedir perdón. Que instituyó los 7 Sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia-Confesión, Matrimonio, Orden y Unción de los enfermos, para que los hombres pudiéramos vivir la realidad de ser “hijos de Dios en Cristo Jesús”, la “nueva criatura”, que Él vino a anunciar al mundo, y que san Pablo dejó bien de manifiesto cuando pudo decir: “no soy yo, es Cristo que vive en mí”, viviendo los Mandamientos de la Ley de Dios en el espíritu de las Bienaventuranzas.

-Que Cristo, siendo Camino, Verdad, y Vida, y queriendo estar siempre con nosotros hasta el fin del mundo, y acompañándonos en nuestro camino perdonando nuestros pecados, y alimentándonos con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía; y muriendo y Resucitando, nos anuncia que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo quiere abrirnos la Vida Eterna.

-Nuestra vida no se acaba en el cementerio, o en el crematorio. Nuestra temporalidad está llamada a vivir la Eternidad de Dios. Somos libres y podemos querer solo nuestra temporalidad, pero no podemos “crearnos” a nosotros mismos, por mucho que lo pretendan todas las “ideologías de género” y fantasías humanas semejantes. Pecamos al rechazar a Dios, y seremos juzgados. Sin el arrepentimiento ni siquiera podremos vislumbrar la Misericordia de Dios: la rechazaremos también, o nuestra mente se dedica a convertir el “más allá” en un nirvana que carece de todo sentido.

-Y otro “descarte” importante que es consecuencia de los anteriores. No hablar casi nunca de las postrimerías: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Sin la perspectiva de Vida Eterna, el hombre no descubrirá jamás el Amor de Dios que ha llevado a Cristo a la Cruz y a la Resurrección, y tampoco, su grandeza natural y sobrenatural con la que Dios lo ha creado, ha querido que fuera hijo suyo, y le ha pedido colaboración para seguir Su obra de creación, de redención y de salvación de los seres humanos, sus criaturas.

Y al descartar la Vida Eterna, se deja también de hablar de otro “descarte” del que apenas se habla al nivel en el que se debería hablar: el “descarte” de la Vida, el aborto: la destrucción de una Vida creada por Dios.

 

(continuará)

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com