Tribunas

Carta a los Reyes

 

 

Juan Moya


Adoración de los Reyes Magos, de Andrea Mantegna

 

 

 

 

 

 

Queridos Reyes Magos, estoy interesado en un par de libros (concretamente, uno de Medicina y otro de Tierra Santa, para profundizar en ambas cosas), pero además deseo pediros algo más valioso, que considero muy necesario.

En primer lugar, vosotros sois personajes importantes, sabios, que habéis hecho un largo viaje para llegar hasta Belén, en busca del rey de los judíos. Y lo que habéis encontrado ha sido un niño, nacido en un establo de animales, sin ningún signo de realeza. Y sin embargo, le habéis reconocido como el verdadero rey de los judíos. Yo os pido que los personajes importantes de nuestros días, sepan reconocer también a ese rey, el Hijo de  Dios hecho hombre, que no ha venido a establecer un reinado temporal, sino espiritual y eterno.

Os pido en segundo lugar, que en ningún lugar del mundo haya gobernantes -de uno u otro signo- que crean que ese Niño viene a hacerles la competencia y a quitarles su poder. Que por el contrario entiendan que viene a "reinar" sirviendo, amando, trabajando como uno más y a entregar su vida para salvar la nuestra. Viene también a iluminar el mundo con la luz de la Verdad, necesaria para formar conciencias rectas, que buscan el Bien de todos.

De modo muy particular os pido que ninguno de esos gobernantes pueda llegar hasta la locura de aquel reyezuelo que pretendió engañaros a vosotros, Herodes, que mató a todos los inocentes que consideró necesario para asegurar que el nacido en Belén sería matado también. Sabéis que a lo largo de los siglos se han matado a millones de inocentes -niños o adultos-, por considerarlos innecesarios o un peligro para el que gobernaba. Sabéis también que, de un modo semejante, ese desprecio a la vida humana sigue presente en nuestros días en leyes que no respetan la vida de los inocentes concebidos no nacidos, o adultos o enfermos que son considerados una carga para la sociedad... Os pido que desaparezcan leyes injustas que legalicen esas matanzas.

Queridos Reyes, os pido también que nadie tenga que huir de su propio país, por persecuciones religiosas o de otro tipo, y que sepamos acoger y encontrar soluciones para los que inevitablemente se tienen que desplazar por estos motivos.

Y en fin, que como harían María y José con los presentes que les llevasteis, sepamos aprovechar el "oro" en una justa distribución de las necesidades, empezando por las más apremiantes y urgentes, sin malgastarlo en compensaciones partidistas; el "incienso", para reconocer la necesidad de Dios en nuestro mundo y el respeto de los creyentes; y la "mirra", para ofrecer los trabajos y dificultades, reconociendo ante Dios el valor corredentor del sufrimiento, inherente a la condición humana.

 

 

Juan Moya