Tribunas

¿Qué implica decir feliz Navidad?

 

 

Juan Moya


Nacimiento Instituto Geológico Nacional. EP.

 

 

 

 

 

 

Estos días hemos dicho todos docenas de veces ¡Feliz Navidad! Lo deseamos para otros a los que felicitamos, y por supuesto para nosotros mismos.

Pero hoy también oímos otros que en su lugar dicen felices fiestas. ¿Qué fiestas?, cabría preguntar, si no es la Navidad. No quieren decir Navidad, porque no creen en ella, y quizás también porque querrían borrar su sentido cristiano, que llena prácticamente el mundo entero, salvo en los países de mayoría religiosa no cristiana. La mentalidad totalitaria y poco respetuosa con las creencias ajenas querría -si pudiera- que ni siquiera se pronunciara la palabra Navidad.

Fijémonos ahora en otro aspecto. Muchos millones de personas de los cinco continentes sí decimos, con alegría y convencimiento, Feliz Navidad. ¿Pero qué queremos decir realmente con estas dos palabras?

Algunos no pretenden decir mucho más. Simplemente con esa expresión manifiestan una alegría porque son fiestas de origen cristiano, que sienten como algo propio, pero sin que esa celebración "cale" demasiado en su actitud hacia Dios y la religión, aunque aviva un cierto sentimiento religioso. Alegría  también porque habrá reuniones familiares, días de descanso, regalos...

Avancemos un poco más. Si yo deseo a otros y para mí mismo una Feliz Navidad, debería ser más consciente de que lo que quiero expresar es que me alegro de conmemorar el Nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, nacido en Belén, de Santa María Virgen por obra del Espíritu Santo, que viene al mundo libremente y por amor a nosotros para salvarnos, necesitados de redención tras el pecado original. Por eso me alegro, y lo agradezco y deseo que el mundo se alegre y lo reconozca, para que no suceda hoy -como entonces-, que "vino a los suyos y los suyos no le recibieron" (Jn 1,11-12), no le reconocieron como el Mesías anunciado por los profetas durante siglos.

Podemos preguntarnos; ¿yo creo que Jesús es el Niño Dios, el Hijo de  Dios, el mismo Dios? Y si lo creo, ¿creo en lo que ha enseñado con su vida y su palabra, y que ha muerto pero ha resucitado y permanece para siempre en la  Eucaristía, en la Iglesia, en los demás sacramentos...? ¿Y soy coherente con esas creencias e influyen en mi vida, para tratar de corresponder al amor de Dios por mi? Así lo deseo para mí y para todos. Y sin duda la Navidad, bien vivida, es un momento muy bueno para "ponerme al día".

 

 

Juan Moya