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¿Qué significa "morir con dignidad"?

 

El final de la vida sigue siendo objeto de un intenso debate.

 

 

 

23 nov 2021, 10:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Daniel d'Hérouville, director de una unidad de cuidados paliativos, responde a las preguntas de Jean-Pierre Rosa, de la redacción de Croire.

 

 

¿La expresión "morir con dignidad" puede seguir teniendo sentido hoy en día?

Si se permite salir de la camisa de fuerza mediática de esta expresión, que se han anexionado los partidarios de la inyección letal, entonces podemos hablar de personas que alivian, acompañan y cuidan al paciente de tal manera que puedan escuchar lo que este pueda querer. Para mí, la dignidad es precisamente la consideración de la persona en su propia voluntad.

 

Pero, concretamente, ¿cómo se puede hacer esto?

Basta con escuchar a la persona a diario. Es un tipo de escucha especial, lo suficientemente intensa como para dejarse sorprender por lo que la persona tiene que decir. Por ejemplo, a veces he oído a un paciente decir: "Me gustaría ver a tal o cual miembro de mi familia", cuando esperaba que me hablara de su sufrimiento. Cuanto menos planes tenga yo para el enfermo, más podrá expresarse. Reconocerlos como seres pensantes, que pueden decidir y querer, es establecer las condiciones de su dignidad.

 

¿Y el sufrimiento?

Si la persona menciona el sufrimiento, debemos responder a su petición. Tenemos todo un arsenal para ello: medicación, fisioterapia, hipnosis... Me resulta muy difícil aceptar esta frase tan repetida: "Tal persona murió con un sufrimiento atroz". Pero, ¿se le ha ofrecido todo lo que existe? En muchos casos, existe un verdadero desconocimiento de los posibles tratamientos, incluso por parte de los médicos. No podemos saberlo todo, por eso es importante recurrir a otras competencias, en particular las que ofrecen los cuidados paliativos.

 

Se dice que la ley Leonetti es poco conocida. ¿Por qué?

En realidad, hay que reconocer que la ley Leonetti no solo es poco conocida, sino también muy difícil de aplicar. La idea de abstenerse del "ensañamiento terapéutico" [u obstinación médica] no es tan evidente en la práctica. Pensar que un tratamiento que ayer era razonable se ha convertido hoy en irracional es realmente difícil.
Recuerdo a una persona que estaba en tratamiento con hidratación y que hizo saber que no quería que ensañamiento terapéutico. Entró en coma y empeoró, pero siguió con hidratación artificial. Se planteó la pregunta al personal de enfermería: ¿debe seguir siendo hidratada? La respuesta fue unánimemente afirmativa. Unos días después, cambiamos la pregunta: si llegara en este estado, ¿habría que iniciar un tratamiento de asistencia para hidratarla? La respuesta fue, unánimemente, no.

 

¿No hay un punto en el que el diálogo se hace imposible?

La situación se complica cuando la persona presenta trastornos de vigilancia. Si hay manifestaciones de sufrimiento que perturban la conciencia se administrarán analgésicos y tratamientos para los trastornos de la vigilancia (ansiolíticos, neurolépticos, etc.). Una vez que este estado de confusión haya pasado o ha mejorado, una vez que el dolor haya disminuido, podemos retomar el diálogo y el respeto. Y si la persona está inconsciente, debemos hacer todo lo posible para medir su dolor -tenemos buenas herramientas para ello- y aliviarla.

 

¿Hasta dónde podemos llegar para aliviar el sufrimiento? ¿Qué opina de las recomendaciones del informe del profesor Didier Sicard?

Para aliviar el sufrimiento, podemos -si no podemos hacer otra cosa- administrar un tratamiento, respetando las reglas de la buena práctica, aunque sepamos que puede acelerar o conducir a la muerte. A este respecto, el artículo 2 de la ley Leonetti es claro. Asimismo, como especifica el informe del profesor Sicard, se puede proponer la sedación, es decir, por medios medicinales basados en las recomendaciones de la buena práctica, para buscar una reducción de la vigilancia que puede llegar hasta la pérdida de conciencia. El objetivo es reducir o eliminar la percepción de una situación vivida como insoportable por el enfermo, cuando se han puesto en práctica todos los medios disponibles adaptados a la situación sin lograr el alivio esperado por la persona.
El miedo a utilizar un tratamiento para aliviar, el miedo a proponer una sedación puede estar en el origen de muchas posiciones a favor de la eutanasia. Todas las insuficiencias de los cuidados paliativos, en términos de recursos pero también en términos humanos, abren la puerta a esta deriva.

 

Pero todos estos tratamientos, ¿no son caros? ¿No está la medicina paliativa reservada a los más privilegiados?

Esta idea es doblemente falsa. En primer lugar, las personas que se encuentran en el millar de camas de cuidados paliativos en Francia no son personas adineradas que pagarían por un establecimiento concreto. La mayoría de los establecimientos están bajo contrato. En segundo lugar, hay que entender que estas mismas personas costarían aproximadamente el doble si se mantuvieran en los servicios hospitalarios de los que proceden. Por otro lado, hay que señalar que los voluntarios que participan, junto con el personal de enfermería, en el apoyo a los enfermos y a sus familias, están demostrando precisamente el grado de gratuidad y respeto que forma parte de nuestra sociedad. En este sentido, contribuyen a que nuestro enfoque sea de respeto a la dignidad de las personas.