Tribunas

Pues el cardenal Omella tiene razón

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

He leído dos veces el discurso inaugural del Presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Juan José Omella. En la segunda, más pausada y menos periodística, me he dicho: “Pues va ser que el cardenal Omella tiene razón”. Y si la tiene hay que dársela, por supuesto. Sin esperar reciprocidad, por cierto.

Me refiero a la parte de un discurso muy pensado y matizado sobre la sinodalidad, el tema de nuestro tiempo, que diría Ortega y también Gasset, en la que se refiere a la situación de España respecto a la fe.

Dijo el cardenal arzobispo de Barcelona: “Es cierto que la fe va perdiendo presencia en la cultura ambiental de nuestro país. Lo cual también está provocado –tenemos que reconocerlo– por las inconsistencias internas de la Iglesia y de los cristianos, y, también hay que decirlo claro: de nosotros los propios pastores de la Iglesia y por ello pido perdón, pues con nuestra falta de testimonio e incoherencias, por nuestras divisiones y falta de pasión evangelizadora, en no pocas ocasiones contribuimos, no sin escándalo, a la desafección y a la falta de confianza en la jerarquía, en la propia Iglesia.

A pesar de nuestras infidelidades, el Espíritu Santo continúa actuando en la historia y mostrando su potencia vivificante (22). Con Él no tememos que afrontar temas como la falta de fe y la corrupción dentro de la Iglesia que nos duelen muy de veras y pedimos perdón a Dios, a las víctimas y a la sociedad, a la par que trabajamos por su erradicación y prevención (23)”.

Vayamos por partes. En lo de la cultura ambiental, los medios de comunicación tienen algo que ver, por cierto.

La fe va perdiendo presencia cultural por múltiples factores. Está bien ser realista, sin flagelarse.

En algún momento, o en varios, se rompió la cadena de la transmisión de la fe, avanza la secularización de las conciencias, entre otras razones por un cultura que parte de otros fundamentos y que no deja lugar a la trascendencia, el sujeto cristiano se ha debilitado, somos hijos de nuestro tiempo, nuestro marco mental está influido, querámoslo o no, por el aire que respiramos, por lo que vemos, por lo que oímos, por lo que vivimos, y otros factores varios.

Es cierto que, cuando leí eso de que “de nosotros los propios pastores de la Iglesia y por ello pido perdón, pues con nuestra falta de testimonio e incoherencias, por nuestras divisiones y falta de pasión evangelizadora, en no pocas ocasiones contribuimos, no sin escándalo, a la desafección y a la falta de confianza en la jerarquía, en la propia Iglesia”, inmediatamente me acordé del famoso caso Novell, de cuyo nombre no quiero mentar más.

Faltas de testimonio, incoherencias, divisiones, falta de pasión evangelizadora, las tenemos todos. También los periodistas que nos dedicamos a este, últimamente, no fácil negociado.

No se trata aquí de poner ejemplos, ni de referirnos a casos conocidos y no tan conocidos. Tiene razón don Juan José y ha sido humilde al reconocerlo. Y no de forma estratégicamente discursiva.

Es decir, ha puesto la dimensión personal, que necesita siempre de renovación interior, en el previo a la institucional. El problema siempre es sacar las consecuencias.

Si hay falta de fe y corrupción en la Iglesia, ¿cuál es la medicina adecuada? Como la Iglesia no es una superestructura que se ha montado sobre un sistema de pensamiento ideado para someter la voluntad de la humanidad, es decir, una ética de señores dominadores, sino el encuentro con Cristo en una comunidad histórica viva, la medicina es Cristo, que hace posible la santidad personal, que es la forma del permanente encuentro con el Señor en la historia.

No sé si en el camino sinodal se va a hablar de la pedagogía de la santidad en un mundo que pasa de la fe. Lo propongo como uno de los temas. Se hablará seguro de justicia, ¿por qué no de santidad?

En síntesis, que el cardenal Omella tenía razón, ante la falta de fe y la corrupción, la trasparencia del encuentro con Cristo, “el Espíritu Santo continúa actuando en la historia y mostrando su potencia vivificante”. Ni más ni menos.

¿Angelismo, espiritualismo, evangelismo descarnado? Sustancia.

 

 

José Francisco Serrano Oceja