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¿Dios tolera el mal?

 

¿Por qué Dios deja que haya atentados, guerras, accidentes y enfermedades, sin reaccionar? Responde el P. Sylvain Gasser, asuncionista.

 

 

 

15 nov 2021, 09:00 | La Croix


 

 

 

 

 

¿Por qué Dios tolera el mal? ¿Por qué deja que haya tsunamis y terremotos, accidentes y enfermedades? ¿Por qué no interviene con más frecuencia en este mundo? Pero antes, ¿el mal tiene algo que ver con Dios?

Yo diría que antes de hablar de Dios hay que decir que el mal tiene algo que ver con el hombre. Desde su más temprana edad, el niño experimenta el mal, el que sufre cuando se hiere, pero también el que puede cometer él mismo. Percibe que su vida es limitada y que no consigue hacer todo lo que quisiera. El mal está inscrito en la vida del hombre desde sus orígenes.

 

Desde los orígenes, ¿esto quiere decir que Dios participa en ese mal, ya que es nuestro creador?

Algunos dicen: se supone que Dios ha creado un mundo que es bueno, sin embargo existe el mal, luego Dios no existe. O, entonces, también ha creado el mal, y yo no puedo admitirlo. Dostoyevski decía que ante el sufrimiento de un niño, él devolvía su billete de entrada. Yo plantearía una cuestión: ¿de quién ha recibido esa entrada? Sin embargo, es bueno que se oiga ese grito del hombre ante el sufrimiento, este cuestionamiento. La Escritura no responde a la cuestión del mal ni a la de su origen. La poetisa Marie Noël decía: “El misterio del mal es el único en el que Dios no hace creer, sino pensar”. No tengo que creer en un Dios que ha creado el mal contra un Dios que ha creado el bien. Este mundo binario, en blanco y negro, no es el de la fe cristiana. No debo creer en el mal que sufro o que cometo, sino que tengo que reflexionar sobre ello. ¿Acaso debo alzar mi puño y acusar a Dios?

 

En los Salmos a menudo se ve al hombre que alza su puño…

Sí, el puño alzado es la cuestión correcta y sana de plantearse ante el mal.

 

¿Pero es bueno plantear la cuestión a Dios?

Sí, es bueno dirigirse a nuestro Creador. Si nos ha creado buenos, si quiere que nuestra vida sea buena, es para que entremos en un camino de bondad. En el Génesis, Dios crea hablando y separando, y ve que eso es bueno. El sexto día crea al hombre, y ve que es muy bueno. Todo podría detenerse ahí. Pero es entonces cuando comienza verdaderamente la historia de la humanidad. Y en esta historia surge un elemento heteróclito, extraño, no sé cómo decirlo, que es la cuestión del mal.

 

Dice usted: no sé cómo decirlo. ¿Es porque no tenemos palabras para calificar el mal?

Tenemos palabras: las que dicen el sufrimiento y las que expresan la voluntad de que termine. Decir: “Me siento mal” es importante, pero no suficiente. También hay que querer cambiar el curso de los acontecimientos. Es el camino de la Alianza. Dios es el primero que lo quiere, libra contra el mal el mismo combate que nosotros. O, más bien, Dios lleva a cabo mi combate y yo el suyo.

 

¿Quiere eso decir que la Creación no es tan buena como Dios ha dicho?

Es una cuestión de fe: yo creo que Dios ha hecho una creación buena, y que me ha creado bueno.

 

¿Pero alguien, o algo, ha sucedido?

Algo. En 1943 Sartre escribía en sus Carnets esta frase extraordinaria: “El hombre es alguien a quien le ha sucedido algo”. Puede decirme que es vago. Eso que sucede es como un accidente. Ante eso, o se te caen los brazos o reaccionas y luchas. A menudo se dice que el libro de Job plantea la cuestión del mal. Yo no sé si la plantea, pero gira en torno a él, y Dios no interviene durante casi todo el libro. Job está ahí con su sufrimiento, con la depresión en la que cae, con los consejos de sus amigos de los cuales no sabe qué hacer. Es una víctima y mucho más que una víctima, pues sus amigos le dicen: “Si te encuentras en este estado es porque has hecho algo”. Se le quiere entregar al tribunal. Y es cuando Dios interviene, en el capítulo 38, y dice: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba el mundo?”. En lugar de responder a la cuestión del mal, desplaza esta cuestión, recuerda que él es el Creador, que la Creación precede la aparición del hombre, y que el hombre, cuando llega, debe establecer una alianza con ella.

 

Entonces, cuando sucede algo grave, ¿Dios no está de ningún modo implicado en ello?

Cuando se visita a enfermos o presos, hay que comenzar permitiéndoles que expresen sus sufrimientos. No se puede juzgar a alguien por lo que dice cuando sufre. Hay que dejar que se exprese el sufrimiento, pero no quedarse ahí. Y cuando se pregunta: “¿Qué puedo hacer yo”?, surge la solidaridad, las relaciones de ayuda mutua. No haré que termine la enfermedad del enfermo, no haré que el preso salga de prisión, pero estaré ahí, presente, con él.

 

¿Quiere usted decir que si no existiera el mal, no existiría el bien?

Sería un poco perverso decir que el mal es la causa del bien. Pero ya que existe el mal, hagamos el bien.

 

¿A un exceso de mal reaccionamos con un exceso de bien?

Sí. Al exceso del Viernes Santo, tenemos siempre la promesa de Pascua. Y el exceso de Pascua supera el drama del Viernes Santo.

 

Entonces, ¿qué es lo que hace Dios?

Leyendo las Escrituras, vemos cómo Dios hace de todo para hacernos salir del círculo infernal del mal. Este todo es la Alianza que ha establecido con el hombre. Y va hasta el extremo, enviando a su propio hijo, al que reconocemos Hijo de Dios. En vez de detener el mal y el sufrimiento desde lo alto de las nubes, deja que la violencia, el sufrimiento, la injustica vayan hasta el final, y se hace uno con la Cruz. La esperanza y la determinación a no rendirse al mal surgen siempre de la meditación ante la Cruz.

 

Esta experiencia que usted describe, que es la experiencia cristiana, ¿necesita tiempo?¿Es la experiencia de toda una vida?

Sí, pero me sorprende que desde muy pronto los niños son sensibles al mal que cometen, y lo lamentan. Hay una conciencia que trabaja incluso en los niños más pequeños, y con lo que disciernen del mal están llamados a ser mejores.

 

Esta conciencia que observa en los niños, ¿se pierde más tarde?

Yo no lo creo. A veces se ve a alguien que se porta peor que un animal, pero yo no desespero del hombre. Si no, bajaría los brazos, y dejaría que Dios se las arregle solo. Pero Dios me necesita, eso es la Alianza.

 

Contra los tsunamis o los terremotos, no podemos hacer gran cosa, pero en nuestra vida cotidiana, concretamente, ¿qué podemos hacer contra el sufrimiento de alguien?

Yo creo que el deber del cristiano es estar presente para los otros. Al lado de quien sufre, cuyo sufrimiento no puedo apaciguar, porque no soy médico, estoy ahí; a menudo es suficiente un gesto o una mirada. Es un acto de amor. En cuanto al mal que cometo, lo tengo que reconocer. Es el trabajo de la conciencia, y nuestro mundo necesita personas que iluminen las conciencias.

 

¿Dónde se sitúa Dios? ¿Entre el bien y el mal?

No, no se trata de un partido; Dios es fundamentalmente el Dios del bien. Y porque creo en este Dios del bien, voy a hacer todo lo posible para luchar con él en este combate contra el mal.

 

¿Cree que Dios sufre por el mal que hay en el mundo?

Sí, lo creo, porque si hay hombres que sufren, hay otros que se alzan para luchar contra este sufrimiento, y para mí es el testimonio de que Dios no abandona el mundo al sufrimiento.

 

En las Escrituras, a veces se ve a Dios que se arrepiente de su Creación. ¿Cree usted que esta Creación le entristece?

Efectivamente, Dios se ha arrepentido al menos una vez, cuando ha querido arreglar la cuestión del mal con el diluvio. Es lo que yo llamo la última tentación de Dios. Pero al final, el gesto de paz y de apertura de Noé que libera la paloma, le frena, y es lo que, al final, nos revela esta paz y esta reconciliación todavía posibles hoy.