Religión

 

¿Qué es el Nirvana?

 

Nacido en el hinduismo, el nirvana es un concepto clave del budismo. Pero la manera de acceder a este fin último varía según las tradiciones budistas.

 

 

 

12 nov 2021, 10:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Esta palabra viene de un verbo sánscrito que significa «apagar» (una llama), «expirar». Nacida en el hinduismo, ahora se utiliza más en el budismo, que ha asegurado su éxito en el público occidental, en el que se ha convertido, equivocadamente, en sinónimo de un estado de felicidad permanente, de un paraíso.

Precedentemente, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), había popularizado en Europa este término, que después utilizará el psicoanálisis. Sigmund Freud hablaba de «principio de nirvana» para designar una tendencia de la psique a volver a la nada, como una manifestación de la pulsión de muerte.

En la historia del budismo, «la cuestión del nirvana es una de las más debatidas», opina Éric Rommeluère, autor y profesor del budismo zen: «Stricto sensu, designa la extinción de los “tres fuegos”, es decir, la avidez, el odio y la ignorancia». Este término designa los «tres fuegos» de los que los brahmanes hablan para mantener, según sus creencias, el orden del mundo. Se puede ver ahí una crítica del brahmanismo. «El nirvana, opina Éric Rommeluère, no es un lugar, como el paraíso, sino una condición del ser o, más bien, una no–condición. ¿Pero se trata de un anonadamiento o de una bienaventuranza? ¿De un estado diferente de la conciencia ordinaria o de una realidad fuera del mundo? Las respuestas han variado a lo largo del tiempo». Para los budistas, en general, el nirvana es el fin del sufrimiento (dharma). Es la etapa donde el alma llega a liberarse de todos los deseos del cuerpo y donde el ciclo de reencarnación (samsara) se interrumpe para dejar espacio al despertar, como el de Buda, que permite comprender el mundo y liberarse de sus ataduras. «Donde no hay nada, donde nada se puede aprehender, es la última isla. Yo la llamo Nirvana. La extinción completa de la vejez y de la muerte», se puede leer en el Sutta Nipata, antología de sutras del budismo antiguo.

Así pues, el nirvana es el fin último de la praxis budista. «Como una llama impulsada por un viento impetuoso va en reposo y no puede ser definida, así el sabio liberado del cuerpo y del espíritu va en reposo y no puede ser definido», se lee también en el Sutta Nipata.

 

¿Qué significa el nirvana en el hinduismo?

Se utiliza poco este término: se le prefiere el de moksa, liberación. «A diferencia del budismo que preconiza la desaparición del yo, el hinduismo tiene una conciencia profunda y estable del yo, un yo que es eterno y que no desaparece», explica Ysé Tardan-Masquelier, especialista de hinduismo y director del sector culturas y espiritualidad de Asia en el Instituto católico de París. Desde la época de Buda, en el siglo V a. C., los hinduistas se han servido más bien de la palabra samadhi, que significa «éxtasis, unión con lo divino». El samadhi, forma de recogimiento en lo más profundo del yo, donde se encuentra lo divino, es el nivel más elevado del yoga, de la devoción. «En la sabiduría india, hay una suerte de oposición y de complementariedad entre samadhi, como plenitud, y nirvana, como vacío», dice Ysé Tardan-Masquelier.

 

¿Cómo se alcanza el nirvana en el budismo zen (Mahayana)?

«En la realidad zen, no hay separación entre el yo y el mundo y, cada día, a través de una meditación en posición sentada zazen, se experimenta lo que existe aquí y ahora que se puede liberar del sufrimiento», explica Olivier Wang-Genh, presidente de la Asociación zen internacional (AZI), vicepresidente de la Unión Budista de Francia (UBF), que practica el zazen tres horas al día.

En la tradición Mahayana (China, Japón, Corea y una parte de Vietnam), el fin no es verdaderamente el nirvana sino la «bodhi», un estado de omnisciencia. La enseñanza se fundamenta en la noción de bodhisattva (un ser destinado a despertarse) que renuncia a su propio nirvana para conducir todos los seres a la liberación. El bodhisattva acepta permanecer en el ciclo de las reencarnaciones para vivir una dimensión total de don y de compasión. «El budismo zen no opone el samsara al nirvana, explica Olivier Wang-Genh. Pero en el centro mismo de este mundo de insatisfacciones debemos aprender a ver que, de hecho, no falta nada, que todo está ya ahí».

 

¿Cómo se alcanza el nirvana en el budismo Theravada?

En la tradición dominante en Asia del Sudeste (Camboya, Laos, Tailandia, Birmania y Sri Lanka), la vía de la liberación (vimutti) es larga y difícil. En el budismo heravada, el nirvana constituya la cuarta de las «cuatro nobles verdades» (enseñanza fundamental del primer sermón que Buda Gautama pronuncia después de su despertar). El discípulo debe practicar la moral (silà), es decir, desprenderse de sus deseos carnales, para vivir en armonía con su alma y dar prueba de bondad hacia los otros. En su muerte, será recompensado por sus acciones, y su alma será liberada del ciclo de las reencarnaciones.

 

¿Cómo se alcanza el nirvana en el budismo tibetano (Vajrayana)?

Esta rama del Mahayana, extendida sobre todo en el Tíbet y también en China, Corea y Japón, es muy conocida en Occidente, pero minoritaria nivel mundial. En el budismo tibetano, el término nirvana se utiliza menos que en el Theravada, porque tiene varios niveles de sentido y su comprensión es compleja. El fin del discípulo es siempre el mismo: llegar al despertar.

«En nuestra tradición, distinguimos tres tipos de nirvana », explica Marie-Stella Boussemart, miembro de la escuela gelugpa del budismo tibetano y antigua presidente de la Unión Budista de Francia. «Los nirvanas “con resto” y “sin resto” alcanzados por todos los “arhats” (discípulos que han accedido al último nivel de la sabiduría), que se han liberado del samsara; y el nirvana “sin residencia” (o no fijada) alcanzado por los budas que, aunque liberados del samsara, ahí retoman forma para ayudar a otros». «El nirvana sin residencia (que designa un nirvana que no reside en el ciclo de las reencarnaciones o samsara) es el caso, por ejemplo de los dalai lamas, emanaciones del Buda de compasión», sigue Marie-Stella Boussemart.

El «resto» designa tanto la persistencia del cuerpo (calificado de «impuro») hasta la muerte del arhat, como la dualidad entre sujeto y objeto (que persiste cuando ya no se está concentrado sobre el no-yo). «Ser arhat no es suficiente para ser un buda», concluye Marie-Stella Boussemart.

 

 

Claire Lesegretain,
La Croix