Amor

 

La castidad, ¿para quién?

 

¿Qué es ser casto? A menudo se cree que se trata de abstenerse de relaciones sexuales. En realidad, la castidad concierne todas nuestras relaciones: ¿cómo ser cercano a los otros sin manipularles? ¿Cómo guardar distancias sin ser frío? En una palabra, ¿cómo encontrar la distancia correcta con el otro?

 

 

 

12 nov 2021, 10:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Le preguntamos al hermano Yves Combeau, dominico, historiador y filósofo.

 

 

Usted ha hecho voto de castidad. ¿La castidad se refiere solo a las personas consagradas?

Es un voto que cualquier cristiano puede hacer íntima y secretamente.

 

¿En qué consiste?

Es un voto curioso. Se hace en el momento de los votos religiosos, con los otros votos que son la pobreza y la obediencia. De hecho, se sobrentiende claramente que se hace voto de celibato y de castidad. Y son dos cuestiones que hay que distinguir, pero que en general se confunden fácilmente. El voto de celibato, es evidente, nos compromete a no vivir en pareja. La mayor parte de los religiosos que viven en comunidad, se encuentran en esta situación.

 

Entonces, es un voto en dos sentidos… ¿El uno va con el otro?

Sí, pero la castidad es mucho más amplia que el celibato. La castidad es una cualidad moral del amor. Es una justa distancia entre mí y el otro, cualquiera que sea. Es estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Ni demasiado cerca, se ve enseguida de qué se trata. Pero ni demasiado lejos también es importante. Un ejemplo concreto: acompañas espiritualmente a una mujer. Demasiado cerca, pasas al acto, estás excomulgado.

 

Demasiado cerca: ¿físicamente, moralmente, espiritualmente, psicológicamente?

Todo eso, claro. La castidad protege de una excesiva cercanía afectiva, por ejemplo, que podría conducir a una forma de manipulación, de posesión, etc. Pero si estás demasiado lejos de la persona, caes en una indiferencia.

 

Muchos confunden la castidad con la continencia…

Sí, pero es una virtud de la relación que se aplica a todas las relaciones. Los casados pueden ser castos. Evidentemente, la vida sexual forma parte de su vida de casados, pero siempre en un ni demasiado cerca ni demasiado lejos: no caer en la posesión, en la animalidad o, por otro lado, en la indiferencia. Se trata de adoptar la distancia que permite al otro ser amado y amar conservando siempre su libertad.

 

¿En qué es una virtud?

Es una virtud porque exige fuerza interior, que es la definición de la palabra virtud. En latín, la virtud, virtus, es la fuerza. Esto exige inteligencia, dominio de sí, delicadeza, cualidades que, juntas, son una fuerza.

 

¿No es fácil practicar la castidad?

No siempre. Desde el punto de vista físico es fácil comprenderlo, pero desde el punto de vista afectivo o moral, es más delicado. Algunos tienen un temperamento realmente manipulador, o un temperamento realmente posesivo. Se constata a veces en relaciones espirituales de sacerdotes respecto a dirigidos.

 

¿Cómo se concreta esto? ¿Se llama a menudo a la persona, se interviene en su vida?

Sí, más de lo que ella quisiera. No se la escucha verdaderamente, se la dirige un poco según la propia opinión. Se ve en ella una suerte de espejo de sí mismo. No se quiere perder la persona a su cargo y que ama. La castidad nos exige no guardar cerca de uno mismo esos jóvenes que se han acompañado durante cinco años, que han crecido y parten para hacer otras cosas. Es necesario soltar esas misiones que se han amado mucho y que no son retomadas, aceptar verles partir.

 

Y en los casados, ¿en qué consiste la castidad?

En los casados se apunta a un equilibrio, con un amor que va creciendo, se apunta a amar y a ser amado, pero sin embargo no se posee al otro. Se le deja libre de ser él mismo y amarnos como él cree y no como uno lo entiende. En la pareja, esta dinámica entre el vínculo y la libertad a menudo es difícil de establecer. Hay que buscar esta distancia justa, el respeto del otro, de su cuerpo, de su espíritu, de sus afectos, de sus ritmos…

 

¿Puede haber matrimonios no castos?

Claro, hay muchos, incluso entre casados religiosamente. E incluso procurando respetar sinceramente su deber moral, pero que no han sido educados en ese punto. Los maridos de antaño que tenían a su mujer en una semi-dependencia, en un estado de inferioridad, mostraban en ello una falta de castidad.

 

Un marido que exige a su mujer que no trabaje, una mujer que impone a su marido un lugar para las vacaciones… ¿todo esto es un defecto de castidad?

Sí, así como una mujer que no soporta que su marido vea a sus amigos, un marido que impone sus hobbies… Lo mismo con los niños: algunos padres están demasiado cerca. En ambos casos se está fuera de la virtud de la castidad.

 

¿Se puede también faltar de castidad con los hijos?

Es evidente. Hay padres posesivos, que se meten demasiado en la vida íntima de su hijo. A veces no es más que un periodo: se está desorientado un momento por la evolución de un hijo, se le quiere recuperar como era antes, y se cae en una forma de control que puede ir contra la castidad.

 

¿Por qué la Iglesia presta tanta atención a la castidad?

Por la siguiente razón: la Iglesia es maestra en amor, como dicen los Padres de la Iglesia y el Concilio Vaticano II. La castidad es una de las cualidades del amor. Si se habla de castidad, es decir, de distancia justa, es para ayudar a las personas a crecer en el amor verdadero y a no perderse en los impases, en las debilidades, en caricaturas o perversiones.

 

¿La castidad es una cualidad del amor?

Sí, como hay tejidos de buena o mala calidad, hay amor de buena o de mala calidad. Un buen tejido, se hace hilo a hilo. Un buen amor es un amor casto.

 

Un largo trabajo para llegar a ello.

Sí, es mejor ser aconsejado.

 

¿Por quién?

Por los que se ama, o por otro que sepa dar una mirada lo más objetiva y lo más desinteresada posible sobre lo que se vive. Y habrá que aceptar modificar el propio comportamiento en caso necesario.

 

¿Cómo reconocer que no se es casto en relación con los hijos, por ejemplo? Pienso en las madres de familia.

La falta de castidad se mide fácilmente por la obsesión psicológica. Se puede estar inquieto o estresado por los hijos, es normal. No pensar más que en ellos, no reaccionar sino en relación a ellos, ser incapaz de hacer cualquier cosa sin ellos o sin pensar en ellos, es la manifestación de un problema. Mis hijos no son yo, y yo no soy mis hijos. Tiene que haber momentos en los que pienso en mí mismo o en otro familiar.

 

¿Eso es una falta de castidad?

Sí, y causa daños psicológicos. Sin entrar en el campo espiritual, se sabe muy bien que una madre posesiva y asfixiante causará problemas en sus hijos.

 

¿Y qué hacer cuando se toma conciencia de ello?

Aprender a tomar distancia y a resituarse de una manera justa.

 

¿Cómo se hace, en la práctica, en la vida cotidiana?

Cada caso es único, por lo que me refiero a algunos ejemplos de mi experiencia… He tenido que aconsejar a un padre a soltar a sus hijos. Les amaba mucho, sin duda, pero les tenía demasiado cerca de sí. Un poco por estrés, pues hay que reconocer que sus hijos eran un poco torpes. Un poco por deseo de que le imitaran, con un lado muy egocéntrico. Medía a sus hijos a la luz de lo que era él mismo. Y también por un poco de falta de confianza. Les tenía demasiado controlados. Yo le he dicho que les soltara.

– Pero van a hacer tonterías, ha replicado.

– Probablemente, sí, pero tampoco son tontos.

– ¡Pero se van a poner en situación de peligro!

– ¿Y qué sabes tú?

Al final, ha aceptado soltar las riendas y las cosas se han arreglado en los meses siguientes.

 

En conclusión, cuando se es casto se ama mejor.

Sí.

 

¿Y en la vida comunitaria es lo mismo?

Absolutamente. En la vida comunitaria, el peligro es estar demasiado lejos de un hermano. Pero también hay que prevenir las relaciones demasiado estrechas. Cuando dos hermanos, sobre todo jóvenes, son muy amigos, tienen la tendencia a desinteresarse de los otros. Y así nacen comunidades en la comunidad, lo que no es nada sano. Hay que saber no estar demasiado cerca ni demasiado lejos los unos de los otros, e intentar repartir en la medida de lo posible el afecto a cada uno.

 

Entonces, la castidad es todo un arte, que hay que aprender tanto en la vida familiar como en la vida comunitaria…

Como también en la vida profesional. No hemos hablado de ello, pero se trata de la misma dinámica, y se plantean las mismas exigencias de calidad en la relación.

 

 

Sophie de Villeneuve,
La Croix