Tribunas

Políticamente correcto, eclesialmente correcto

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

Este próximo fin de semana se celebrará una nueva edición del Congreso Católicos y Vida Pública. Desde su fundación tiene lugar siempre en el fin de semana previo a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Noviembre.

Por cierto que la actual etapa del profesor Rafael Sánchez Saus como director del Congreso está dando mucho juego.

En esta ocasión se abordará lo políticamente correcto. No sé si también se hablará de lo eclesialmente correcto, que es una forma de mentar lo políticamente correcto en la Iglesia.

¿Qué es lo políticamente correcto hoy en la Iglesia? Una primera aproximación diría que es lo que nace del proceso de mundanización en la Iglesia. Se podría hablar de dos mundanizaciones: la de las ideas y la de la vida en las personas.

Respecto a las ideas mundanas serían las incompatibles con el Evangelio y la Tradición. Y respecto a las formas de vida mundanas en la Iglesia, pues no creo que haya que poner muchos ejemplos.

La ideología que llamamos de lo políticamente correcto con quien tiene un problema es con la verdad. Y lo eclesialmente correcto, también. Me voy a fijar en una forma sibilina de lo eclesialmente correcto que es la ambigüedad en el ámbito doctrinal, de la que por cierto ya casi nadie habla.

No parece que estemos en tiempos favorables a la doctrina. Hoy lo que prima es la praxis. Quizá porque no se haya trabajado la relación entre doctrina y verdad de una forma aceptablemente comunicable. ¿Cuándo es la última vez que alguien les citó el Catecismo de la Iglesia Católica?, por poner un ejemplo.

Siempre me han hecho gracia afirmaciones como: no, si determinado autor no niega la historicidad de los Evangelios, solo dice que no son historia en el sentido moderno de la palabra historia. Ya, y ¿cuál es el sentido moderno de la palabra historia que no encaja con el sentido de la historia que se utiliza cuando se habla de la historicidad de los Evangelios?

Me da la impresión que, doctrinalmente, ahora estamos en un tiempo en el que parece que se puede decir todo lo que a uno le dé la gana, en lo referido a las afirmaciones doctrinales. Los errores, porque se supone que los hay, que los sigue habiendo, rara vez son expresados en forma patente.

Quizá lo que se piense es que los errores doctrinales no importan, que lo importante es la vida. En fin, si seguimos por ahí acabamos legitimando casi todo.

Los errores casi siempre se difunden a través de un lenguaje deliberadamente impreciso, ambiguo y eufemístico, en el que quizá podría ser aceptable lo que se dice, pero no lo que se quiere decir, que es lo realmente comunicado.

Por cierto que esto ocurre también con el discurso y las declaraciones de algún eclesiástico, más pegadas a la música y la letra de lo políticamente correcto, que es el que le suele gustar a los medios, que el de ser “signo de contradicción”.

Quizá habría que meditar aquello, aunque suene fuerte, de que los falsos apóstoles, “que proceden con engaño, haciéndose pasar por apóstoles de Cristo. Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2Cor 11,13-14).

 

 

José Francisco Serrano Oceja