Tribunas

 

El celo por las almas

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

Un nuevo libro del Cardenal Robert Sarah se ha publicado recientemente por Ediciones Palabra. Como siempre, un libro lleno de visión sobrenatural y planteamientos cristianos, si bien, en este caso, dirigido a los sacerdotes, lo cual no quita que haya infinidad de ideas de fondo que sirven para cualquier persona con preocupación por su formación cristiana.

Me he fijado en un aspecto del que el autor hace hincapié: “el celo por las almas”. Un tema especialmente adecuado para las personas entregadas a Dios, pero presente, o debería estar, en todo buen cristiano: la preocupación por salvación de las almas, en frase clásica que ahora podría parecer menos relevante.

Y aquí surge un problema que Sarah quiere subrayar: en bastantes ambientes ya no se habla de almas. Se habla de vida. Las personas son cuerpos con vida. Quizá alguno ni se dé cuenta de la diferencia, pero de ahí resulta una simplificación grave. Lo más importante del hombre y la mujer es que son seres con alma y cuerpo. Es lo que les dignifica y les hace infinitamente más importantes que cualquier animal o que todos los animales juntos.

Solo desde de ese punto de vista, seres de alma y cuerpo, se puede hablar de libertad.

Cita el autor una homilía de Benedicto XVI: “La última palabra clave a la que quisiera aludir se llama celo por las almas (animarum zelus). Es una expresión pasada de moda, que casi ya no se usa hoy. En algunos ambientes, la palabra alma es considerada incluso un término prohibido, porque -se dice- expresaría un dualismo entre el cuerpo y el alma, dividiendo falsamente al hombre. (…) Como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los “sin techo”. Pero no solo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre (…) nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo” (5 abril de 2012).

Benedicto XVI recordaba que en los últimos decenios se había dejado de hablar del alma. Parece como si la Iglesia tuviera que preocuparse por el cuerpo, por las necesidades físicas de las personas, pero no podemos olvidar de que lo más importante que espera la sociedad de nosotros, cristianos, especialmente de los sacerdotes, es que los llevemos hacia Dios, que les administremos los sacramentos, que les enseñemos la doctrina. Eso es celo por las almas.

Se sorprende el cardenal de que hasta en las traducciones de la Sagrada Escritura se ha cedido a esa tendencia tan dañina. Las palabras de Jesucristo en Mt 16, 26: ¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?, se ha traducido en los últimos años por: “si pierde su vida”.

Esto no es casualidad o un mero modo de hablar. No son pocos los científicos que tienden a negar la posibilidad de la libertad del hombre. Hablar del alma es hablar de un ser corporal y espiritual, y por lo tanto con capacidad de amar, que es la consecuencia última de la libertad. Son muchos los que no creen en el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Y conviene recordar una vez más que ser libre es ser capaz de dirigir nuestra vida a un fin último que supera cualquiera de las cosas buenas de esta vida, incluso la suma de todas las cosas buenas de aquí.

El celo por las almas es la importancia de velar por la salvación eterna de todos, muy superior a cualquier bien terreno que podamos proporcionarles.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

 

 

 

 

Cardenal Robert Sarah,
Al servicio de la verdad,
Palabra, 2021.