El blog de Josep Miró

 

Algunas cosas que podemos aprender de la situación de los católicos en Francia

 

 

08 octubre, 2021 | por Josep Miró i Ardèvol


 

 

 

 

 

Una reciente encuesta, realizada los días 24 y 25 de agosto por el instituto IFOP, señala que la mayoría de los franceses (51%) dicen que no creen en Dios. Todavía eran una mayoría de creyentes en 2011 (56%), diez puntos menos que en el lejano 1947 (66%). En la regresión se observa una mayor incidencia en esta última década (5 p.p. menos) que en el más de medio siglo precedente (10 p.p. menos).

Son asimismo rasgos interesantes para retener:

  • La increencia se distribuye de manera bastante uniforme entre las edades, con la excepción de los 65 años, la única categoría donde la mayoría (58%) dice que cree en Dios.
  • La religión está ahora más presente en las grandes ciudades que en las zonas rurales. Hay más creyentes en la aglomeración de París (60%) que en las comunas rurales (46%) e incluso en las comunas urbanas provinciales (48%), más en Ille-de-France (59%) que en otras partes del territorio (47%). Una de las posibles razones apuntadas es la escasez de sacerdotes en las áreas rurales. Como en los tiempos de Roma las ciudades se han convertido en los primeros centros de práctica.
  • A diferencia de otras grandes epidemias la Covid ha influido poco en el sentido de despertar una mayor conciencia religiosa. Solo el 9% de los encuestados dice que la pandemia les ha “acercado a una práctica religiosa”. También hay que señalar que se trata principalmente de aquellos que ya dicen ser “creyentes” (36%).
  • Se habla más de lo que parece sobre la cuestión religiosa, y sobre todo entre los más jóvenes. A pesar de la dificultad del tema, el 38% de los encuestados dice que habla a menudo o de vez en cuando sobre temas relacionados con las religiones, si bien en el trabajo la cifra es menor: solo el 18% dice que habla de temas religiosos con sus colegas. Sin embargo, se observa que las personas de 25 a 34 años, y en menor medida las de 18 a 24 años, son significativamente más propensas que sus mayores a informar sobre temas religiosos a sus familiares, amigos o círculos profesionales. En general, son los “creyentes y religiosos” los que están más inclinados a estas conversaciones, especialmente en la familia (83% de los católicos, 72% de los musulmanes y 67% de los protestantes).
  • Las religiones siguen siendo, en última instancia, acreditadas por el 68% (contra el 77% en 2009) con la capacidad de “transmitir a los jóvenes puntos de referencia y valores positivos: respeto por los demás, tolerancia, generosidad, responsabilidad”. Una opinión mayoritaria en todos los sectores de la población, excepto “ateos convencidos” (44%) y no religiosos (44%). Por tanto, hay un fuerte porcentaje de ateos que, sin ser mayoría, también lo valora en aquellos términos.
  • Otra pregunta no tiene un resultado tan favorable, aquella que les otorga el poder de “contribuir positivamente a los grandes debates de la sociedad: bioética, moralización de la economía, familia… (47%, frente al 51% en 2009). Si bien, y dado el margen de error de la encuesta, el resultado revela a efectos prácticos casi un empate.

 

¿Qué podemos aprender de todo ello?

Primero una obviedad. La necesidad de disponer de sacerdotes. Sin ellos se debilita el sentido religioso. Que, en una ciudad cosmopolita y rica como París, regida desde hace años por PS, capital de la Francia laica y republicana, haya un 60% de personas que creen en Dios, no es para echar en saco roto.

Pero, para que existan vocaciones es necesario que existan comunidades, por ejemplo, en el caso francés -también en el español- los Guías y Scouts de Europa, católicas despertadoras de vocaciones. Y junto con ellas, las familias capaces de trasmitir la fe a sus hijos.

Estos tres puntos: sacerdotes, comunidades que edifican en la fe y sentido de pertenencia la Iglesia, y familias, ya definen por sí mismas todo un programa de una Iglesia que en ocasiones parece perdida entre el lenguaje políticamente correcto, los “grupos de expertos”, y el “sociologismo”, y que ni muestra con claridad la Gracia, y muestra el sentido de lo sobrenatural.

Me temo, pero es un temor sin suficiente conocimiento de causa, que el nuevo temario de la clase de religión preparado por los obispos españoles y sus expertos responda a aquellos inconvenientes.

Los católicos hablan de religión y podrían hacerlo en mayor medida con los amigos, la familia, en el trabajo algo menos. Sería necesario contribuir a que pudieran hacerlo bien, dotándolos de mejores recursos expresivos. Los jóvenes son los más inquietos en este sentido. Su evangelización es una prioridad, donde existen experiencias de máximo interés Éfeta, Jakuna, los Guías y Scouts de Europa y muchos otros, que merecen ser reconocidos y apoyados.

En Francia las confesiones religiosas tienen una buena acreditación social. Ignoro la situación española, pero en todo caso es un objetivo mostrar la capacidad de “transmitir a los jóvenes puntos de referencia y valores positivos: respeto por los demás, tolerancia, generosidad, responsabilidad” y también “contribuir positivamente a los grandes debates de la sociedad: bioética, moralización de la economía, familia”.

En definitiva, y en términos locales, lo traduzco en los tres ejes de la Asamblea Abierta de e- Cristians del 11 de diciembre: la evangelización en el espacio público, la construcción de la Alternativa Cultura Cristiana y cómo ejercer la práctica de la responsabilidad política. Las respuestas a ellos representan los grandes tensores que pueden mover a los laicos en este tiempo.