Biblia

 

¿Qué es la verdad en el Evangelio según san Juan?

Vladimir Borovikovsky, San Juan y el águila, Catedral de Kazan, San Petersburgo

Presente en todo el Evangelio según Juan, la noción de verdad plantea interrogantes. ¿Es un conocimiento inmutable, un dogma, una disposición interior? Respuestas con el padre Yves-Marie Blanchard, especialista en los escritos de Juan y autor de un libro sobre esta cuestión.

 

 

25 sep 2021, 13:48 | La Croix


 

 

 

 

 

 

¿Por qué se interesó por la cuestión de la verdad en el Evangelio según san Juan?

En todo el Evangelio de Juan -y en sus epístolas- encontramos la palabra "verdad", pero también los adjetivos "verdadero" y "real", e incluso el adverbio "verdaderamente". Estos términos se aplican al misterio de Dios, a la persona de Cristo, al Espíritu Santo y a la condición de discípulo. Podemos ver en esto una especie de clave de lectura de todo el Evangelio según Juan. Además, desde el prólogo, las palabras "gracia" y "gloria", otras dos palabras clave en los escritos de este evangelista, están inmediatamente vinculadas a la verdad: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14).

 

Al principio de su libro, usted comienza con la pregunta de Pilato a Jesús: "Y ¿qué es la verdad?" (Jn 18,38)…

La pregunta de Pilato es extremadamente ambigua. ¿Es una ironía hacia Jesús? ¿Es una pregunta real? ¿O es el propio narrador el que ironiza sobre Pilato al poner en su boca una pregunta de considerable importancia? Nunca lo sabremos. Pero su pregunta es una llamada a que busquemos nosotros mismos.

 

¿Qué descubrió en el curso de su investigación?

La verdad es un término que lo abarca todo en el Evangelio de Juan. Se define y despliega en diferentes niveles. Es, como la santidad, una expresión del propio ser de Dios. Dios es la verdad como Dios es santo, y solo de Él se puede decir que es el santo, el verdadero, el justo. Esta verdad de Dios se manifiesta en la persona de Cristo. Él puede presentarse como la verdad, por su relación con el Padre. Pero también es Él quien llama a los discípulos a entrar en la comunión del Padre y del Hijo, que Juan llama la gloria, o a permanecer en el amor. Así, entrando en esta comunión con la vida de Dios, el discípulo se coloca en una situación de verdad, tanto con respecto a sí mismo como a los demás. Es una invitación a ser verdadero ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. Para Juan, el mal es la mentira y el bien supremo es la verdad. El pecado "mortal" es mentirse a sí mismo, mentir a Dios y mentir a los demás. La figura de Caín, muy importante en el corpus joánico, expresa bien la gravedad de tal pecado. De hecho, las antiguas tradiciones judías suponen que si la ofrenda de Caín no agradó a Dios, fue porque ya tenía un corazón malvado. Así, ya había una mentira radical en el ser de Caín que justificaba la negativa de Dios y permitía entender que todo aquello degenerara en un asesinato, el de su hermano Abel. Dondequiera que un ser humano se mienta a sí mismo, mienta a Dios y mienta a los demás, implica la muerte.

 

Jesús dice: "Yo soy el camino y la verdad y la vida" (Jn 14,6). ¿Cómo debemos interpretar estas palabras?

El trío Verdad, Camino y Vida aclara el significado de la palabra "verdad" en san Juan. Esta verdad no es del orden del saber o del conocimiento objetivo, sino del orden de la vida o del ser. Tampoco es estática, sino que siempre está en camino. Las imágenes del camino y de la vida tienen el efecto, en cierto modo, de abrir la noción de verdad, protegiéndola de la complacencia intelectual que la palabra podría llevar hoy en día. Se trata más bien de introducirnos en un proceso vivo, en una búsqueda existencial, que está iluminada por la persona de Cristo, "luz del mundo". La luz se añade a la verdad, como se dice en el discurso a Nicodemo: "Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios" (Jn 3,20-21). Esta luz no es una claridad del orden de los conceptos intelectuales. La verdad del proceso, es decir, el propio ser del creyente, tiene prioridad sobre el contenido. Esto me parece especialmente moderno.

 

¿Cómo "hacer la verdad"?

La representación de la Iglesia según san Juan es una cuestión de eclesiología fundamental. El cuarto evangelio nos presenta una concepción radical de la Iglesia. Lo mismo ocurre con la moral, con muy pocos consejos prácticos. La verdad no se considera al nivel de los pequeños asuntos de la vida cotidiana, sino que es una de las expresiones del ser mismo de Dios a la que los creyentes están invitados a comulgar, por su fe en Cristo y su disponibilidad al Espíritu. Este Espíritu, al que Jesús prometió enviar a sus discípulos después de su regreso al Padre, como abogado, defensor, apoyo, consejero, es designado como el Espíritu de la Verdad. Su misión es asentar a los discípulos en la verdad de Dios, encarnada por Jesús. Así, la verdad de Dios se inscribe en la verdad de su ser más profundo: su mirada, su corazón, su relación con los demás, sus actos… Por eso la primera epístola de Juan termina con la exhortación: "Hijos míos, guardaos de los ídolos" (1 Jn 5,21), es decir, guardaos del fingimiento, de las ilusiones... La mentira no es, pues, un simple error intelectual, sino una perversión del ser humano, que lo destruye destruyendo al otro. Y esto puede llegar a matar al hermano y hacer imposible la comunión. El diablo es desde el principio el homicida y el padre de la mentira (cfr. Jn 8,44). Cómo no pensar en los escándalos denunciados en la Iglesia de hoy: encontramos la misma dinámica, combinando el abuso de poder, el control y la mentira.

 

 

Florence Chatel,
La Croix