Editorial

 

Afganistán y China. Unas lecciones para la convicción católica

 

 

03 septiembre, 2021 | ForumLibertas.com


 

 

 

 

 

“Llega la paz después de 40 años de guerra. Han tenido que pelear muy duro, pero la yihad ha dado sus frutos y son libres. Las más grandes potencias ellos cómo, pero gracias a la ayuda de Dios han vencido”. Esta es otra visión de la guerra del Afganistán. Las palabras corresponden a uno de los máximos dirigentes el Centro de Estudios Islámicos, la madrasa Darul Uloom donde desde los cinco años se enseña el Corán, que debe aprenderse de memoria en árabe, una lengua que desconocen, a base de la recitación sistemática. En esta universidad islámica pueden cursar sus estudios que en su ciclo para los jóvenes dura ocho años, y alcanzar el grado de muftí. Situada a 60 kilómetros de Peshawar se ha considerado el centro de donde han surgido los talibanes porque ha proporcionado destacados dirigentes y muchos combatientes.

En todo caso, lo que queremos destacar ahora es el punto de vista del otro lado: pelea dura, 40 años de constancia en la lucha contra el invasor contrario a la fe, y triunfo gracias, Dios. Su victoria es doble. Primero sobre la URSS; después, y sobre todo, contra EE.UU y el resto de la OTAN, la coalición militar más fuerte del mundo.

Este hecho, simplemente espectacular va a tener un fuerte impacto sobre el fortalecimiento del islam como realidad verdadera que cumple con la verdad de Dios en todos sus creyentes, y va a aumentar su atractivo en las regiones del mundo que se consideran maltratadas por Occidente. Es el sustituto del marxismo en los países subdesarrollados y coloniales en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Y va a tener un segundo efecto más virulento: va a consagrar la yihad como una vía valida para triunfar.

A todo esto, se le une la inercia demográfica. Los musulmanes son el grupo religioso con una tasa de natalidad más amplia. Afganistán ha mostrado que realmente, como afirmó en su momento Mao, Estados Unidos es “un tigre con dientes de papel”, a lo que se puede añadir que Europa es un simple acolito, con quien nada importante merece la pena de ser consultado, ni tan siquiera la huida del Afganistán.

A este proceso histórico debemos añadir un segundo gran dato: China, que representa el 18, 25% de la población del mundo, registra un fuerte crecimiento de las religiones: taoísmo, budismo, las creencias populares, islamismo y, sobre todo, el confucianismo -aunque se trata más de una filosofía de contenido religioso tradicional, que de una confesión en sentido estricto. Tanto es así que, a pesar de la hegemonía del partido comunista, el 48 por ciento de la población según un estudio de 2020 realizado por el Pew Research Center. Con todas las imprecisiones que se quieran de una encuesta realizada en China, la realidad es que en un estado formalmente contrario a la fe; mal vista para formar parte del poderoso partido comunista, y que, durante la década de la Revolución Cultural de Mao, que fueron absolutamente perseguidas, se trata de un gran progreso. Un 18% son budistas, un 22 siguen las religiones populares chinas, un 5% son cristianos, y un 2% musulmanes, si bien estos están claramente reprimidos en la región de Xinjiang.  También el budismo en el Tíbet sufre de esta circunstancia.

Obviamente no se puede hablar de libertad de culto como sabe muy bien la Iglesia católica, sino de cultos controlados y perseguidos en la medida que se escapan de este control, como la Iglesia Católica ha experimentado en propia piel al lado de la aceptada Iglesia Católica China. En 2015, el gobierno retiró 1.200 cruces de los edificios de las iglesias en toda la provincia de Zhejiang. En 2016, un tribunal de Zhejiang condenó a un pastor protestante a 14 años de prisión por resistirse a una orden del gobierno de derribar la cruz de su iglesia. En 2018 el gobierno demolió la Iglesia del Candelabro Dorado en la provincia de Shanxi. Pero a pesar de todos los pesares pueden funcionar y crecer, unos mas que otros. Los cristianos, católicos, ortodoxos, y protestantes, son unos 70 millones de personas, aunque otras fuentes reducen esta población, de las que unos 10 millones serían católicos.

En cualquier caso, lo que queremos subrayar es la pervivencia y expansión de la experiencia religiosa en un medio adverso como China. También queremos señalar otra cuestión muy significativa: El régimen, el PCCH persiguió en el pasado la aportación más original de la cultura China, el confucianismo, como reliquia desacreditada de un pasado imperial. Pero eso cambió en las últimas décadas, ya que el partido tuvo necesidad, para fortalecerse ante las tensiones sociales, de revalorizar las tradiciones chinas, favoreciendo al confucianismo.

El marco ético tradicional del confucionismo ofrece guías para navegar por las realidades a menudo duras de la vida en una sociedad altamente competitiva. Pero, el partido también ha encontrado útil aprovechar aspectos del confucionismo que resuenan con sus intereses centrales, como la obediencia a la autoridad y el respeto por el líder. El gobierno ha apoyado el restablecimiento de los templos e institutos confucianos. También ha patrocinado conferencias sobre el confucianismo e incluso ha organizado conferencias sobre sus enseñanzas entre funcionarios del partido.

Estos tres hechos, Afganistán visto desde el Islam, el crecimiento religioso en China y la necesidad del confucianismo para lograr una mejor cohesión social, es decir, la revitalización de la propia tradición filosófico-religiosa, merecen ser profundamente reflexionados desde la perspectiva católica.

En Europa por el decaimiento de la institución católica, de la que brillan nuevas brasas, que quizás logren propagar el gran incendio. En Hispanoamérica, porque manteniéndose vigorosa la Iglesia, cede en muchos países protagonismo a evangelistas y carismáticos protestantes.

Obviamente, no se trata de imitar nada y sí de señalar dos cuestiones. Una, la fuerza  personal y social de la fe, que el catolicismo debe recuperar, y que no lo logrará mientras aparezca como algo tibio y dubitativo, y la Iglesia como una ONG, aunque se le llame hospital de campaña, donde una parte de sus dirigentes y pastores intentan transaccionar con la élite liberal progresista que gobierna la sociedad desvinculada, esperando que esto les permita mantener el mensaje sin conflictos, sin reparar, que en estas condiciones el mensaje pierde toda su fuerza de levadura, deja de iluminar a un mundo que, incluso en la mejor de sus perfecciones, es a ojos de Dios limitado y pecador.

La otra consideración es que mientras la poderosa China recupera su tradición confuciana, la maltrecha Europa, cada vez más dependiente, no solo rechaza el cristianismo, sino que en muchos casos lo reprime desde su legalidad, a pesar de que los católicos practicantes constituyen el núcleo de mayor valor social para el buen funcionamiento de la sociedad. Y al derrotado Biden, ante la limitación del aborto del estado de Texas, solo se le ocurre decir que “Es una violación grosera de un derecho constitucional”. Hay una ceguera inexplicable en todo esto que solo puede conducir a la catástrofe.