Tribunas

Sobre algunas afirmaciones de los obispos

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Ya anticipé en la anterior columna que dedicaría algún artículo más a aspectos llamativos e interesantes de la lectura del documento de la factoría Argüello: “Fieles al envío misionero. Aproximación al contexto actual y marco eclesial; orientaciones pastorales y líneas acción para la Conferencia Episcopal Española (2021-2025)”.

Una propuesta que, si duda, al menos la primera parte, hay que leer detenidamente.

Hay varias perspectivas de lectura. La primera, histórica, referida a los juicios que hace sobre el pasado reciente de España y de las relaciones entre Iglesia y sociedad, por no limitarnos a la cuestión siempre candente de las relaciones entre Iglesia y Estado.

Dice el documento que “la Conferencia Episcopal Española surge, como fruto del Concilio, en el momento en que la evolución de la sociedad española empieza a ser visible. Cuando la transición política concluye y la transformación cultural se acelera, comienza a reflexionar y a ofrecer criterios sobre el nuevo momento de la Iglesia en España. Dos documentos muy importantes tratan de impulsar el testimonio y la presencia misionera de los católicos españoles en la sociedad: Testigos del Dios vivo (1985), una reflexión sobre la misión e identidad de la Iglesia en nuestra sociedad, y Católicos en la vida pública (1986)”.

Curiosa apreciación que implica una datación de la Transición política. Es innegable que la CEE es fruto del Concilio, que coincidió con el cambio social de España producido por causas múltiples, principalmente la política tecnocrática del franquismo y las nuevas perspectivas sociológicas y culturales. Remito al reciente libro de Juan Pablo Fusi “Repensar España” y lo que dice al respecto.

Pero me parece que hay un cierto salto de algo más que una generación, en términos orteguianos, entre 1965 y 1985, incluso en la génesis de esos documentos que se citan. Y que ahí hay un olvido de lo que motivó la aparición de los documentos, la primera vista del Papa Juan Pablo II a España, que dio pie a “La fe de nuestro pueblo” documento post-visita y a la preparación de los siguientes.

No olvidemos que “Testigos del Dios vivo” nace en el contexto del choque en la mentalidad episcopal y eclesial entre un proceso histórico y la evidencia de la impresionante respuesta del pueblo español a la visita del Papa.  Se estaban produciendo los primeros efectos del primer gobiernos socialista en España, y de el Programa 2000, los primeros choques Iglesia-Gobierno, es decir, de las consecuencias de algunos de presupuestos asentados en los sesenta.

Quizá el mensaje implícito de los obispos, referido a esa época socialista, tenga que ver con la relación entre el socialismo de los primeros gobiernos de Felipe González con los de Zapatero y Sánchez. Aunque me parece que cada vez es mayor esa distancia entre esos socialismos.

Ah, y no olvidemos la otra cara de la moneda complementaria que fue “Constructores de la paz”, cuyo debate comenzó en 1984 y que fue aprobado en febrero de 1986. Texto que provocó una profunda polémica por los planteamientos de fondo en plena época del giro de la derecha mundial.

Habría que relacionar loa firmado ahora con el documento de la CEE “La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX”, con motivo del cambio de siglo.

Hay una afirmación de los obispos que me parece que marca un antes y un después. Es la que dice “la misión evangelizadora de la Iglesia en España se encuentra con dos tipos de dificultades: unas vienen de fuera de la cultura ambiental; otras vienen de dentro (…) . La primera tiene que ver con la cultura ambiental que los españoles vivimos, pues ya no es una cultura inspirada en la fe cristiana. Para muchas personas las verdades cristianas son ahora incomprensibles y las normas morales que brotan del Evangelio se han vuelto inaceptables”.

¿Es la primera vez que los obispos hacen, de esta forma categórica, la afirmación de que la cultura ambiental en España no es una cultura inspirada en la fe? Tengo la impresión de que hasta hora se habían hecho descripciones del ambiente “hostil” en el que se mueven hoy la Iglesia y los católicos en España. Pero no es lo mismo respecto a lo que dicen ahora.

Y tercera y última cuestión, de momento. Me parece un pelín pesimista lo afirmado en el texto episcopal respecto al juicio cultural y social. Esto no quita para compartir su diagnóstico. Como si viviéramos en la calima de este momento de la historia. Me falta algún aspecto positivo, alentador, más. Hay una cuestión que me sorprende relacionada con la anterior.

No niego el proceso de secularización, que es múltiple. Ni los efectos de esa secularización respecto a lo religioso y cultural, el relativismo entre otros. Aunque lo del capitalismo moral daría para mucho. Pero hay una consecuencia, quizá no remarcada de la secularización, que es el pluralismo, punto éste que no está del todo explicitado. Un pluralismo que, en sí mismo, no es bueno ni malo, sino que plantea otros retos.

La realidad es plural como la vida. Quizá este magma plural aún no es percibido suficientemente, incluso desde el punto de vista de las ofertas religiosas o de sentido, también culturales, porque también está infectado de multiculturalismo globalista que lo desvía en su percepción originaria.

Pero sigamos con este relevante documento.

 

 

José Francisco Serrano Oceja