El blog de Josep Miró

 

En la Iglesia debemos abordar una debilidad que nos ahoga

 

 

23 julio, 2021 | por Josep Miró i Ardèvol


 

 

 

 

 

 

La Iglesia tiene un problema decisivo, que podríamos calificar de estratégico, pero que no forma parte de su conciencia sobre la realidad de las cosas. Se trata de lo siguiente:

Los obispos, como es lógico y deseable, imparten la doctrina de acuerdo con lo que la Iglesia tiene establecido. Esto es normal, pero, a su vez, ahí radica el problema. Los marcos de referencia hegemónicos en nuestra sociedad, es decir el imaginario portador de sentido estructurado a través de unas ideas fuerza, dentro del cual la inmensa mayoría de las personas, razonan, sienten, adoptan criterios, y toman decisiones, son muy antagónicos, contrarios, a los planteamientos católicos y, por extensión, cristianos.

Estos marcos referenciales expulsan, cancelan, desprestigian, culpabilizan aquel relato católico y las posiciones que desde él se pueden adoptar. El resultado práctico de todo esto, es que la institución eclesial tiende a reducir sus mensajes y a dirigirlos pensando solo en un grupo muy minoritario, el de los feligreses, sin pretender ni perseguir un alcance mayor. Son, digámoslo así, discretos en su contenido y alcance, porque cuando han probado que no sea así, quien lo ha hecho, conoce por experiencia el coste que paga ante la opinión pública, e incluso entre parte de sus teóricos feligreses.

El resultado de esta situación es doblemente negativo. Por una parte, una institución eclesial con un discurso cada vez más minimalista, por decirlo de alguna manera, y más escaso. Esto no quiere decir que falten documentos doctrinales, pero como ya he apuntado más arriba, concebidos solo para el consumo interior.

Con el paso del tiempo la Iglesia ha ganado en perfil bajo, y a su vez, ha contribuido sin pretenderlo a la hegemonía de los marcos de referencia adversos, para quienes ancha ha sido Castilla. El efecto está a la vista:  una condición cada vez más marginal del catolicismo en nuestra sociedad.

Incluso una parte de los sacerdotes optan también por evitar todo tipo de discurso que les resulte difícil desde el punto de vista de los marcos de referencia dominantes, porque no están dispuestos a asumir el coste que esto representa entre sus propios feligreses. Porque estos, en una determinada medida, están realmente transformados por el mundo y su mentalidad a pesar de que asistan a las prácticas religiosas. No digamos ya los más lejanos, que cada vez se sienten menos concernidos por aspectos concretos y decisivos de los postulados católicos. Este círculo vicioso solo conduce a la progresiva reducción de la mentalidad católica en nuestra sociedad, incluso en el seno de la propia Iglesia Es por tanto un problema muy grave, decisivo, pero no irresoluble.

 

La respuesta necesaria

Para salir de esta pendiente la única estrategia viable es confrontar con los marcos de referencia hegemónicos, y plantear otros de alternativos. Esto todavía está al alcance de la Iglesia, de sus medios, que todavía son muy importantes, y de su configuración interna, tanto de sacerdotes como de laicos, si gana en unidad de propósito, y confía en la fuerza del Espíritu Santo. “No tengáis miedo” repite Jesús en los evangelios. “Me levanto hoy por la poderosa fuerza de la invocación de la Trinidad…” empezaba la potente oración de San Patricio en el difícil siglo V.

Construir la alternativa significa, tal y como planteábamos en la I Asamblea de ForumLibertas sobre la Alternativa Cultural Cristiana

  • Practicar un diagnóstico crítico articulado y finalista de la realidad de nuestra sociedad, mostrando como las crisis acumuladas sin solución están causadas por la ideología que generan los propios marcos de referencia hegemónicos.
  • Presentar la concepción y la mentalidad cristiana como alternativa integral al desastre existente y mostrar que todo lo que existe sería muy diferente y mucho mejor con el proyecto cultural cristiano.
  • Plantear abiertamente que las concepciones secularizadoras carecen de derecho para rechazar los planteamientos de las concepciones religiosas en la vida pública. Superar la confusión entre estado laico, neutral y estado de práctica atea.
  • Ampliar e intensificar el debate sobre la vida humana y su dignidad, y el modelo contrapuesto de sociedad que ambas construyen.
  • Introducir los criterios de la DSI en las propuestas sociales económicas y políticas, incluidos los planteamientos de Laudato si en relación con la Creación y el ser humano.
  • Considerar que la alternativa cultural siempre correrá el riesgo de quedar como inactiva si no accede a la legislación y a las políticas públicas.

Esto significa que la segunda prioridad católica, la primera es evangelizar fuera de la zona de confort, es construir una alternativa cultural cristiana. Porque no se trata de un añadido, un invento, sino de recuperar la vitalidad católica. A lo largo de veinte siglos el cristianismo, la propia Iglesia, ha generado una cultura tan importante que ha dado pie a la formación de distintas sociedades y civilizaciones, que se han extendido por todo el mundo, y de las cuales nosotros hoy somos unos herederos bastante infieles. Es solo de un corto tiempo a esta parte, que la Iglesia parece incapaz de realizar esta tarea de creación cultural. Esto es así porque ha perdido los marcos de referencia dentro de los cuales se producen las distintas manifestaciones culturales. La alternativa cultural cristiana no es un sobreañadido a la misión de la Iglesia, sino la recuperación de lo que ha sido una de sus tareas fundamentales.