Tribunas

Los mártires de Uganda y María Goretti

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

Hace algunas semanas hemos celebrado la fiesta de los mártires Carlos Lwanga y sus 21 compañeros. Y apenas el pasado 6 de julio, la de santa María Goretti, también mártir ¿Por qué fueron mártires?

En algunos misales señalan que la causa del martirio de los ugandeses fue, sencillamente, “por negarse a complacer los deseos impuros del rey”. ¿Qué deseos?

Aquel reyezuelo de Uganda, un joven de dieciocho años que no vivía en absoluto la castidad, se inclinaba de vez en cuando por prácticas homosexuales. No consta que se le haya pasado por la cabeza que “Dios lo había hecho así”; y con una cierta libertad podemos pensar que eso de querer vivir una libertad sexual completa, “todo vale” con tal de que origine placer, no es ninguna novedad.  Abjuró de su bautismo, y un día decidió experimentar su depravación sexual con Carlos y a sus compañeros, doce católicos y nueve anglicanos.

Los muchachos, encabezados por Carlos, se negaron rotundamente. Católicos de las primeras generaciones de bautizados en el país, conocían muy bien el Sexto Mandamiento de la Ley de Dios y el buen orden de la sexualidad humana: hombre y mujer, mujer y hombre, abierta a la vida en el matrimonio.

El martirio de Carlos Lwanga fue atroz. Como era muy querido por sus compañeros de tribu, algunos le animaban a ceder a las pasiones del reyezuelo y quedarse con vida, abjurando de su Fe. No cedió, y sus compañeros se hicieron fuertes con él. Lógicamente, los jueces, obedeciendo al poder, no le juzgaban por negarse a esas prácticas homosexuales: le condenaban, alegando que eran “hombres de oración” y eran un peligro para el poder del reyezuelo.

El tres de junio de 1886, el grupo de mártires fue consumido por el fuego sin exhalar un gemido, y todos dieron su vida al Señor en testimonio.

Carlos Lwanga y sus 21 compañeros fueron canonizados en 1964 por el papa Pablo VI. Los mártires anglicanos no fueron, lógicamente, canonizados, pero su martirio fue también reconocido por el papa.

María Goretti, a sus 12 años fue asesinada, a puñaladas por Alessandro, un joven de 20 años, vecino suyo, por negarse a corresponder a sus deseos de violarla, y decirle claramente que prefería morir antes de ofender a Dios. Al cabo de 25 años de prisión, Alessandro, arrepentido y recibiendo el perdón también de la madre de María, pasó el resto de su vida, hasta los 88 años, atendiendo la portería de un convento.

María Goretti fue canonizada por Pío XII, el 24 de junio de 1950, en una plaza de San Pedro abarrotada como, hasta entonces, no se había visto jamás.

Remi Brague en su libro “Manicomio de Verdades” –libro muy recomendable para todo aquel que se preocupe de pensar- escribe estas palabras.

“En la actualidad, la humanidad occidental necesita urgentemente este doble descubrimiento y rescate: por un lado, de las virtudes como buenas para todos y cada uno de los seres humanos; y por otro, de la obediencia al mandamiento de ser, y de ser lo que uno es. Ojalá comprendamos la necesidad y la urgencia de esta tarea”.

Una de esas virtudes es la Castidad, luz de Dios para vivir la sexualidad; y el mandamiento es el de ser lo que uno es: hombre, mujer. “Hombre y mujer los creo”, ”y Dios vio que todo era bueno”. La práctica de la homosexualidad nos la hemos inventado los hombres en el intento de sustituir a Dios en la creación.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com