Tribunas

La Doctrina Social de la Iglesia y los cristianos confesantes

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Asistí telemáticamente a la presentación del nuevo Master de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) del Instituto de Humanidades CEU. Tenía como invitados de lujo a los obispos Argüello y Munilla. Dos obispos que no dejan a nadie indiferente con sus intervenciones, de los que siempre se aprende.

Me voy a referir a lo que dijo el secretario general de la Conferencia de obispos españoles y catalanes y vascos y valencianos y gallegos, monseñor Luis Argüello. Pronunció una miniponencia sintética que, sin lugar a dudas, es una de las explicaciones holísticas, generales, más acertadas que he oído en mucho tiempo sobre el valor y las prioridades de la DSI.

Partió del hecho histórico del pontificado de san Juan Pablo II en 1981, para plantear dos perspectivas prioritarias de la DSI, la antropológica y la trinitaria, es decir, una línea de continuidad entre Juan Pablo II-Benedicto XVI y el Papa Francisco en Evangelii Gaudium.

Es precisamente la complementariedad de esas dos perspectivas la que demanda “cristianos confesantes”, es decir, la que invita, según lo propuesto por el papa Francisco,  a una particular incidencia en la articulación de lo que creemos en la vida, en el mundo y en la historia, al protagonismo del testimonio cristiano. Testimonio del Padre, y de sus obras, del Hijo, y de sus obras, y del Espíritu Santo, y de sus obras.

Aunque la formulación de los “cristianos confesantes” me suena demasiado Bonhoefferiana, sea bienvenida esta incidencia en afirmar que, incluso para las instituciones, no es el ideario sino el testimonio de vida, la confesión de fe de sus hombres y mujeres confesantes, el que hace posible el desarrollo auténtico de la DSI.

De hecho, monseñor Argüello afirmó con claridad que la DSI precisa bajar de las estanterías al mundo-vida, como brújula de la caridad política, que es la forma de llamar a la identidad del fiel cristiano bautizado.

En síntesis, un Master de DSI, en este momento de la Iglesia, no es una pose que se lleva, que está de moda. Tampoco es un altavoz de la mera repetición de lo que está escrito en los textos pontificios o un espacio para el diálogo guay con las ideologías en boga.

Es una oportunidad no para situarse en la corriente de la historia, sino para elaborar solo una serie de reflexiones que provoquen la exclamación, la interpelación, la interrogación de los del pensamiento de la políticamente correcto. Es una obligación y una llamada de conciencia y a la conciencia de la necesidad de construir el Reino de Dios, de Cristo.

 

 

José Francisco Serrano Oceja