Tribunas

La “Coherencia Eucarística”

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

Conscientes del escándalo que se estaba extendiendo entre el pueblo fiel, por el caso de los políticos pro-aborto, que se presentan a sí mismos como “católicos” y desean recibir la Eucaristía, los obispos de Estados Unidos han decidido redactar un documento de la Conferencia Episcopal sobre la “coherencia Eucarística”.

La decisión de dar doctrina y hablar claro ha sido adoptada por una mayoría considerable: 168 contra 55 y 6 abstenciones. Desde el primer momento los obispos han dejado claro que no se trata de intervenir en política, como han dicho algunos. Es una cuestión de recordar a todos los católicos del país la doctrina que la Iglesia ha sostenido desde el principio de su existencia, para recibir la Eucaristía en las debidas condiciones de cuerpo y alma.

De Roma, el card. Ladaria les había escrito pidiéndoles prudencia para no crear divisiones, cuando las verdaderas divisiones se estaban ya dando por ofrecer la Comunión al presidente y a otros políticos; y se daba a entender, para quien supiera leer, que tampoco desearían conflictos con el gobierno. Los obispos han mirado un poco más alto y algo más lejos.

“Como obispos, nuestro deseo es profundizar la conciencia de nuestra gente sobre este gran misterio de Fe y despertar su asombro ante este don divino, en el que alcanzamos la Comunión con el Dios vivo”, señaló el presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo José Horacio Gómez.

Defender y promover el aborto, hasta considerarlo un “derecho humano”, supone cavar la fosa de una nación, de una civilización, además de una gran ofensa a Dios, Creador y Padre, y a los hombres y mujeres que son asesinados.

Preocupados, además, no solo del significado de la Eucaristía, sino de lo que verdaderamente es, los obispos de Estados Unidos quieren que todos los católicos que viven la Misa y se acercan a recibir al Señor en la Eucaristía, sean conscientes del misterio insondable de amor de Dios, que se encierra en las palabras con las que Cristo preparó a los apóstoles para que un día vivieran con Él la institución del Sacramento: “En verdad os digo que si no coméis  la carne del Hijos del Hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene Vida Eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él” (Juan, 6, 53-56).

¿Cómo puede recibir la Vida Eterna quien niega la vida en la tierra a sus semejantes, quien acepta la ideología de género, y todas sus consecuencias de prácticas de la vida sexual, que se oponen a la ley moral que Dios ha puesto en el corazón de todos los seres humanos para que todos cooperemos en sus planos de amor a los hombres?

Los obispos actúan con valentía y decisión, y están muy lejos de ser “rígidos” y de querer aferrarse e imponer una verdad “tradicional”. No. Son valientes y responsables; y, como hombres de fe, quieren afirmar y recordar una tradición que la Iglesia vive desde sus comienzos. No se meten en cuestiones simplemente políticas, como pueden ser unos indultos a reos convictos, o unas cuestiones administrativas de organización del gobierno, en las que los obispos, como tales, nada tienen que decir.

Ellos se preocupan de transmitir la Verdad de Cristo a todos los que creen en Él, Dios y hombre verdadero. Y si niegan la Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo a hombres y mujeres que se afirman como “católicos” y defienden y propagan abortos, prácticas homosexuales, etc. etc., sean políticos, toreros, cineastas, profesores, etc., además de cumplir con su deber, no hacen más que recordarles las palabras del apóstol san Pablo: “Quién coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (…)  porque el que como y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor, 11, 27-29).

Los obispos no caen en el falso razonamiento de pensar que la Comunión es un premio, y no alimento también de pecadores. Saben muy bien que ningún ser humano merece recibir la Eucaristía; y que ciertamente todos somos pecadores, pero como queremos recibir al Señor, y discernimos, pedimos perdón por nuestros pecados, y arrepentidos, nos convertimos a la Verdad de Cristo y queremos alimentarnos del Pan bajado del Cielo.

Ya sólo nos queda esperar que el documento que publiquen recoja y refleje todas las verdades sobre la realidad de la Eucaristía, y ayude a los fieles a vivir su vida cristiana en una verdadera “coherencia Eucarística”.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com