Tribunas

Y si tuviéramos un Papa Marx

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Se acumulan en este caluroso mes de junio las noticias de la Iglesia en España y en el mundo. Pero creo que el caso de la dimisión no aceptada del cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Münich y Frisingia, merece una reflexión en voz alta.

No sé si estamos asistiendo a una representación teatral, no estoy diciendo a un teatro, sino a una forma de actuar en el escenario público-mediático que tiene más de confirmación o generación de procesos iniciados que de otra cosa.

En esta forma de actuar, los efectos son más importantes que la propia naturaleza de la causa o motivación de los actos. Es decir, que el cardenal Marx, que confiesa en su carta que la Iglesia ha llegado a un punto muerto, a una especie de gripado institucional, necesita de un nuevo tiempo, no sé si un nuevo espacio. Ojo al adanismo.

Está claro que, implícitamente, y aquí lo importante también son los implícitos, está una comprensión del proceso sinodal alemán como un proceso paradigmático de un nuevo tiempo para la Iglesia. Y de unas supuestas nuevas propuestas de carácter doctrinal que obligarían a un momento cualitativamente distinto. Podría conectar este proceso con una forma de comprender el Concilio Vaticano II.

Dinámica de confirmación, incluso conducente al asentamiento de liderazgos, el de Marx, y al efecto, si no saliera, de creación de un chivo expiatorio, una víctima del proceso, que es otra forma de entender el liderazgo.

Pues bien, el cardenal Marx inaugura el tiempo de una Iglesia del marketing, de la mercadotecnia, de la Iglesia no del disenso en la opinión pública -bendito Döllinger en este caso- sino de una Iglesia en la que se actúa y sobreactúa desde el escenario.

Me ha resultado muy significativo que, en medio del caso Marx, haya aparecido el cardenal Kasper, al fin y al cabo, un referente de la teología alemana contemporánea, con una obra escrita de varios y no desdeñables volúmenes. El cardenal Kasper, por cierto, el eterno interlocutor y contradictor teológico de Ratzinger.

Lo que ha dicho el cardenal Kasper sobre el Sínodo alemán –mensaje a su homólogo Marx- no puede ser más duro, dentro de la dureza de un fino cardenal. “Pero está –declaró Kasper- más allá de mi imaginación que demandas como la abolición del celibato y la ordenación de mujeres al sacerdocio puedan eventualmente encontrar la mayoría de dos tercios de la conferencia episcopal o encontrar consenso en la Iglesia universal”.

Y sobre el proceso, recuerda Kasper que  “no es ni un sínodo ni un mero proceso de diálogo. Ahora bien, al principio es un proceso de diálogo, luego tiene la palabra la Conferencia Episcopal y, finalmente, en cuanto a las exigencias de la Iglesia universal, le toca al Papa; además, cada obispo es libre de adoptar en su diócesis lo que le parezca oportuno”.

Por cierto, hablando de procesos. Que se sepa que el máximo especialista en Alemania, desde el punto de vista teológico y canónico sobre la sinodalidad, el profesor Wilfred Aymans, cuya tesis de habilitación fue sobre la sinodalidad en la historia de la Iglesia, para decirlo de forma divulgativa, no ha sido consultado en este proceso. Es más, se le ha mantenido conscientemente al margen de todo. Claro, es que era uno de los canonistas de cabecera de Benedicto XVI. Y ya se sabe…

A lo que vamos. Uno de los efectos de la dinámica inaugurada por Marx es que, al menos en la opinión pública, -pincho de tortilla que me apuesto-, el cardenal Marx será el líder de una parte en un futuro Cónclave.

¿Se imaginan la Iglesia con un Papa Marx? Eso no se lo creería ni Pablo Iglesias y los suyos…

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja