Boletín Diario de Zenit


 

 

Servicio diario - 20 de diciembre de 2020


 

ÁNGELUS
Ángelus: Y nosotros, ¿qué “sí” podemos decir?
Raquel Anillo
Palabras antes de la oración mariana

ÁNGELUS
Ángelus: Pensamiento especial por los trabajadores marítimos
Raquel Anillo
Palabras después del Ángelus

ROMA
Vaticano: Recomendaciones para celebrar el Domingo de la Palabra de Dios
Redacción zenit
Nota de la Congregación para el Culto Divino

PAPA FRANCISCO
Mozambique: La solicitud del Papa Francisco por los desplazados
Anne Kurian-Montabone
Visita del obispo de Pemba al Vaticano

ESPIRITUALIDAD
Cuarto domingo de Adviento: “El brillo de la venida de Dios al mundo”
Alejandro Vázquez-Dodero
Solo 4 días para Navidad

TESTIMONIOS
San Pedro Canisio, 21 de diciembre
Isabel Orellana Vilches
Doctor de la Iglesia


 

 

 

Ángelus: Y nosotros, ¿qué “sí” podemos decir?

Palabras antes de la oración mariana

diciembre 20, 2020 12:47

Angelus

(zenit – 20 dic. 2020).-  “Hágase en mí según tu palabra”. Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca la vida nuestra, la tuya, la mía, la de todos, pasa en vano. Son palabras del Papa en el Ángelus de este último domingo de Adviento.

A continuación, siguen las palabras de Francisco en el Ángelus, según la traducción oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

 

Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio nos propone una vez más la historia de la Anunciación. “Alégrate- dice el ángel a María- concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc 1, 28. 31). Parece un anuncio de alegría pura, destinado a hacer feliz a la Virgen: ¿Quién entre las mujeres de esa época no soñaba con convertirse en la madre del Mesías? Pero, junto con la alegría, esas palabras predicen a María una gran prueba. ¿Por qué? Porque en aquel momento estaba “desposada” (v. 27) con José. En una situación como esa, la Ley de Moisés establecía que no debía haber relación ni cohabitación. Por lo tanto, si tenía un hijo, María habría transgredido la Ley, y las penas para las mujeres eran terribles: se preveía la lapidación (cf. Dt 22, 20-21). Ciertamente el mensaje divino habrá colmado el corazón de María de luz y fuerza; sin embargo, se encontró ante una decisión crucial: decir “sí” a Dios, arriesgándolo todo, incluso su vida, o declinar la invitación y seguir con su camino ordinario.

¿Qué hace? Responde así: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Hágase: este es el famoso fiat tde María. Pero en la lengua en que está escrito el Evangelio, no es simplemente un “suceda”.  La expresión verbal indica un fuerte deseo, indica la voluntad de que algo se cumpla. En otras palabras, María no dice: “Si tiene que hacerse, que se haga.., si no puede ser de otra manera…».No es resignación. No, no expresa una aceptación débil y sometida, expresa un deseo fuerte, un deseo vivo. No es pasiva, sino activa. No sufre a Dios, se adhiere a Dios. Es una enamorada dispuesta a servir a su Señor en todo e inmediatamente. Podría haber pedido más tiempo para pensarlo, o más explicaciones sobre lo que pasaría; quizás podría haber puesto algunas condiciones… En cambio, no se toma tiempo, no hace esperar a Dios, no aplaza.

¡Cuántas veces – ahora pensemos en nosotros- cuántas veces nuestra vida está hecha de aplazamientos, incluso nuestra vida espiritual! Por ejemplo: sé que me hace bien rezar, pero hoy no tengo tiempo… “mañana, mañana, mañana, mañana…” Aplazamos las cosas: mañana lo hago; sé que ayudar a alguien es importante – sí, tengo que hacerlo, lo haré mañana- Es la misma cadena de los mañana…Aplazar las cosas.  Hoy, a las puertas de la Navidad, María nos invita a no aplazar, a decir “sí”.  “¿Tengo que rezar?”, “Sí, y rezo”. “¿Tengo que ayudar a los demás?”. “Sí”. ¿Cómo hacerlo? Lo hago. Sin aplazar. Cada “sí” cuesta. Cada “sí” cuesta pero siempre es menos de lo que le costó a ella ese “sí” valiente, ese “sí”, decidido, ese “hágase en mí según tu palabra” que nos trajo la salvación.

Y nosotros ¿qué “sí” podemos decir? En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos de lo que la pandemia nos impide hacer, hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, preparemos el corazón: vayamos a rezar. No nos dejemos “arrastrar” por el consumismo: “Tengo que comprar los regalos, tengo que hacer esto y lo otro…” Ese frenesí por hacer tantas cosas… lo importante es Jesús. El consumismo, hermanos y hermanas, nos ha secuestrado la Navidad. No hay consumismo en el pesebre de Belén: allí está la realidad, la pobreza, el amor. Preparemos el corazón como hizo María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios.

“Hágase en mí según tu palabra”. Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca nuestra vida, -la mía, la tuya, la de todos- si no toca la vida pasa en vano. En el Ángelus también nosotros diremos ahora: «Hágase en mí según tu palabra«: que la Virgen nos ayude a decirlo con nuestra vida, con la actitud de estos últimos días para prepararnos bien a la Navidad.

 

 

 

 

Ángelus: Pensamiento especial por los trabajadores marítimos

Palabras después del Ángelus

diciembre 20, 2020 16:08

Angelus

(zenit – 13 dic. 2020).- Después de la oración del Ángelus de este domingo 20 de diciembre de 2020, el Papa ha saludado a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Ha recordado a los trabajadores marítimos bloqueados en las naves que no pueden regresara sus casas.

Invitando a visitar los belenes expuestos bajo la columnata.

A continuación, siguen las palabras de Francisco, según la traducción oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Palabras después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, la pandemia del coronavirus ha causado un pesar especial a los trabajadores marítimos. Muchos de ellos – se estima que unos cuatrocientos mil en todo el mundo – están bloqueados en las naves fuera de los términos de sus contratos y no pueden regresar a casa. Pido a la Virgen María, Stella Maris, que consuele a estas personas y a todos aquellos en situaciones difíciles, e insto a los gobiernos a hacer todo lo posible para que puedan volver a estar con sus seres queridos.

Este año los organizadores han tenido la buena idea de montar la exposición “Cien belenes” bajo la columnata. Son muchos los belenes que sirven como catequesis de la fe al pueblo de Dios. Os invito a visitar los nacimientos bajo la columnata, para entender cómo la gente procura a través del arte mostrar cómo nació Jesús. Los belenes que están bajo la columnata son una gran catequesis de nuestra fe.

Os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países, familias, grupos parroquiales, asociaciones y fieles. La Navidad, que ya está cerca, sea para cada uno ocasión de renovación interior, de oración, de conversión, de pasos adelante en la fe y de fraternidad entre nosotros. Miremos a nuestro alrededor, miremos sobre todo a los indigentes: el hermano que sufre, dondequiera que esté, nos pertenece. Es Jesús en el pesebre: el que sufre es Jesús. Pensemos un poco en esto. Y que la Navidad sea una cercanía a Jesús en este hermano y en esta hermana. Está allí, en el hermano necesitado, el pesebre al que tenemos que ir con solidaridad. Este es el belén viviente: el belén en el que realmente encontraremos al Redentor en las personas de los necesitados. Caminemos, pues, hacia la Noche Santa y esperemos el cumplimiento del misterio de la Salvación.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

 

 

Vaticano: Recomendaciones para celebrar el Domingo de la Palabra de Dios

Nota de la Congregación para el Culto Divino

diciembre 20, 2020 11:54

Roma

(zenit – 20 dic. 2020).- Encuentros de formación, procesión de entrada con el Evangelio, pero también dejando espacio para el silencio: la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos da diez recomendaciones para el “Domingo de la Palabra de Dios” que se celebrará el 24 de enero de 2021.

Fijado para el tercer domingo del tiempo ordinario, fue instituido por el Papa en 2019, a través del motu proprio Aperuit illispar: una jornada “consagrada a la Biblia”, para “familiarizarse e intimar con la Sagrada Escritura y el Resucitado”.

En una nota publicada el 19 de diciembre, el cardenal Robert Sarah, prefecto del dicasterio, pide en particular respetar las lecturas indicadas, “sin reemplazarlas ni suprimirlas”, y cuidar el ambón, que “no es un mobiliario funcional, sino el lugar conforme a la dignidad de la Palabra de Dios”.

Para anunciar el Evangelio, añade, se necesita “una preparación interior y exterior específica”, evitando la improvisación. El dicasterio también desea que los leccionarios “se hagan con el mayor cuidado”.

La Palabra de Dios, subraya el prefecto, permite “un diálogo vivo y permanente con Dios”.

 

Nota sobre el Domingo de la Palabra de Dios

El Domingo de la Palabra de Dios, querido por el Papa Francisco en el III Domingo del Tiempo Ordinario de cada año,[1] recuerda a todos, pastores y fieles, la importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana, como también la relación entre Palabra de Dios y liturgia: “Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera”.[2]

Este Domingo constituye, por tanto, una buena ocasión para releer algunos documentos eclesiales[3] y, sobre todo, los Praenotanda del Ordo Lectionum Missae, que presentan una síntesis de los principios teológicos, celebrativos y pastorales sobre la Palabra de Dios proclamada en la Misa, pero válidos, también, para toda celebración litúrgica (Sacramentos, Sacramentales, Liturgia de las Horas).

  1. Por medio de las lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia, Dios habla a su pueblo y Cristo mismo anuncia su Evangelio;[4] Cristo es el centro y la plenitud de toda la Escritura: Antiguo y Nuevo Testamento.[5] La escucha del Evangelio, punto culminante de la Liturgia de la Palabra,[6] se caracteriza por una particular veneración,[7] expresada no solo en los gestos y en las aclamaciones, sino también en el mismo libro de los Evangelios.[8] Una de las posibilidades rituales adecuadas para este Domingo podría ser la procesión de entrada con el Evangeliario[9] o, en ausencia del mismo, su colocación sobre el altar.[10]
  2. La ordenación de las lecturas bíblicas dispuesta por la Iglesia en el Leccionario suministra el conocimiento de toda la Palabra de Dios.[11] Por eso, es necesario respetar las lecturas indicadas, sin sustituirlas o suprimirlas, utilizando versiones de la Biblia aprobadas para el uso litúrgico.[12] La proclamación de los textos del Leccionario constituye un vínculo de unidad entre todos los fieles que los escuchan. La comprensión de la estructura y la finalidad de la Liturgia de la Palabra ayuda a la asamblea de los fieles a recibir de Dios la palabra que salva.[13]
  3. Se recomienda el canto del Salmo responsorial, respuesta de la Iglesia orante;[14] por eso, se ha de incrementar el servicio del salmista en cada comunidad.[15]
  4. En la homilía se exponen, a lo largo del año litúrgico y partiendo de las lecturas bíblicas, los misterios de la fe y las normas de vida cristiana.[16] “Los Pastores son los primeros que tienen la gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad”.[17] Los obispos, presbíteros y diáconos deben empeñarse en realizar este ministerio con especial dedicación, aprovechando los medios propuestos por la Iglesia.[18]
  5. Particular importancia tiene el silencio que, favoreciendo la meditación, permite que la Palabra de Dios sea acogida interiormente por quien la escucha.[19]
  6. La Iglesia siempre ha manifestado particular atención a quienes proclaman la Palabra de Dios en la asamblea: sacerdotes, diáconos y lectores. Este ministerio requiere una específica preparación interior y exterior, la familiaridad con el texto que ha de ser proclamado y la necesaria práctica en el modo de proclamarlo, evitando toda improvisación.[20] Existe la posibilidad de introducir las lecturas con breves y oportunas moniciones.[21]
  7. Por el valor que tiene la Palabra de Dios, la Iglesia invita a cuidar el ambón desde el cual es proclamada;[22] no se trata de un mueble funcional, sino del lugar apropiado a la dignidad de la Palabra de Dios, en correspondencia con el altar: hablamos de la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, en referencia tanto al ambón como, sobre todo, al altar.[23] El ambón está reservado para las lecturas, el canto del Salmo responsorial y el pregón pascual; desde él se pueden pronunciar la homilía y las intenciones de la oración universal, y no es aconsejable que se acceda a él para comentarios, avisos, dirección del canto.[24]
  8. Los libros que contienen los textos de la Sagrada Escritura suscitan en quienes los escuchan la veneración por el misterio de Dios, que habla a su pueblo.[25] Por eso, se ha de cuidar su aspecto material y su buen uso. Es inadecuado recurrir a folletos, fotocopias o subsidios en sustitución de los libros litúrgicos.[26]
  9. En los días previos o sucesivos al Domingo de la Palabra de Dios es conveniente promover encuentros formativos para poner de manifiesto el valor de la Sagrada Escritura en las celebraciones litúrgicas; puede ser una ocasión para conocer mejor cómo la Iglesia en oración lee la Sagrada Escritura con lectura continua, semicontinua y tipológica; cuáles son los criterios de distribución litúrgica de los diversos libros bíblicos a lo largo del año y en sus tiempos; la estructura de los ciclos dominicales y feriales de las lecturas de la Misa.[27]
  10. El Domingo de la Palabra de Dios es también una ocasión propicia para profundizar en el vínculo existente entre la Sagrada Escritura y la Liturgia de las Horas, la oración de los Salmos y Cánticos del Oficio, las lecturas bíblicas, promoviendo la celebración comunitaria de Laudes y Vísperas.[28]

Entre los numerosos santos y santas, testigos todos del Evangelio de Jesucristo, puede ser propuesto como ejemplo san Jerónimo por el gran amor que tuvo a la Palabra de Dios. Como ha recordado recientemente el Papa Francisco, él fue “un incansable estudioso, traductor, exégeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura. […] Poniéndose a la escucha, Jerónimo se encontró a sí mismo en la Sagrada Escritura, como también el rostro de Dios y de los hermanos, y afinó su predilección por la vida comunitaria”.[29]

Esta Nota, a la luz del Domingo de la Palabra de Dios, quiere reavivar la conciencia de la importancia de la Sagrada Escritura en nuestra vida de creyentes, a partir de su resonancia en la liturgia, que nos pone en diálogo vivo y permanente con Dios. “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana”.[30]

 

En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 17 de diciembre de 2020.

 

Robert Card. Sarah
Prefecto

+ Arthur Roche
Arzobispo Secretario

 

 

_________________

[1] Cf. Francisco, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Aperuit illis, 30 de septiembre de 2019.

[2] Francisco, Aperuit illis, n. 8; Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum, n. 25: “Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que, como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte “predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior”, puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina. De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan “el sublime conocimiento de Jesucristo”, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. “Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo” (Fil 3,8)”.

[3] Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum; Benedicto xvi, Exhortación apostólica Verbum Domini.

[4] Cf. Sacrosanctum Concilium, nn. 7, 33; Institutio generalis Missalis Romani (IGMR), n. 29; Ordo lectionum Missæ (OLM), n. 12.

[5] Cf. OLM, n. 5.

[6] Cf. IGMR, n. 60; OLM, n. 13.

[7] Cf. OLM, n. 17; Cæremoniale Episcoporum, n. 74.

[8] Cf. OLM, nn. 36, 113.

[9] Cf. IGMR, nn. 120, 133.

[10] Cf. IGMR, n. 117.

[11] Cf. IGMR, n. 57; OLM, n. 60.

[12] Cf. OLM, nn. 12, 14, 37, 111.

[13] Cf. OLM, n. 45.

[14] Cf. IGMR, n. 61; OLM, n. 19-20.

[15] Cf. OLM, n. 56.

[16] Cf. OLM, n. 24; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio homilético, n. 16.

[17] Francisco, Aperuit illis, n. 5; Directorio homilético, n. 26.

[18] Cf. Francisco, Exhortación apóstolica Evangelii gaudium, nn. 135-144; Directorio homilético.

[19] Cf. IGMR, n. 56; OLM, n. 28.

[20] Cf. OLM, nn. 14, 49.

[21] Cf. OLM, nn. 15, 42.

[22] Cf. IGMR, n. 309; OLM, n. 16.

[23] Cf. OLM, n. 32.

[24] Cf. OLM, n. 33.

[25] Cf. OLM, n. 35; Cæremoniale Episcoporum, n. 115.

[26] Cf. OLM, n. 37.

[27] Cf. OLM, nn. 58-110; Directorio homilético, nn. 37-156.

[28] Institutio generalis de Liturgia Horarum, n. 140: «La lectura de la Sagrada Escritura, que conforme a una antigua tradición se hace públicamente en la liturgia, no sólo en la celebración eucarística, sino también en el Oficio divino, ha de ser tenida en máxima estima por todos los cristianos, porque es propuesta por la misma Iglesia, no según los gustos e inclinaciones particulares, sino en orden al misterio que la Esposa de Cristo “desarrolla en el transcurso del año […]. Además, en la celebración litúrgica, la lectura de la Sagrada Escritura siempre va acompañada de la oración».

[29] Francisco, Carta apostólica Scripturæ sacræ affectus, en el XVI centenario de la muerte de san Jerónimo, 30 de septiembre de 2020.

[30] Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 174.

 

 

 

 

Mozambique: La solicitud del Papa Francisco por los desplazados

Visita del obispo de Pemba al Vaticano

diciembre 20, 2020 12:59

Papa Francisco

(zenit – 20 dic. 2020).- El Papa Francisco volvió a manifestar su preocupación por Mozambique, al recibir en el Vaticano al obispo de Pemba, monseñor Luiz Fernando Lisboa, el 18 de diciembre de 2020. Unas 600.000 personas se encuentran actualmente desplazadas debido a los conflictos por el control de los recursos naturales en el país.

Esta audiencia de cuarenta minutos con el Papa fue un nuevo signo de “su cercanía y su gran amor” por los mozambiqueños, dijo el obispo Lisboa a Vatican News. El obispo le contó sobre la crisis humanitaria provocada por los ataques yihadistas que ya han cobrado 2.000 vidas en los últimos tres años, especialmente en la región de Cabo Delgado en el norte, luchando con el grupo armado islamista conocido localmente como Al-Sunna. wa Jama’a (ASWJ).

Durante el Ángelus del 23 de agosto, el Papa ya había asegurado a la población de Cabo Delgado su proximidad, recordando su visita al país (4-6 de septiembre de 2019).

Unos días antes, el 19 de agosto, había telefoneado al obispo Luiz Fernando Lisboa, confiando de que seguía la situación “con gran preocupación”. También oró por la región el 12 de abril, durante la bendición Urbi et Orbi del domingo de Pascua.

Punto de oposición: uno de los campos de gas natural más grandes de África, descubierto en 2010 frente a la costa.

 

 

 

 

Cuarto domingo de Adviento: “El brillo de la venida de Dios al mundo”

Solo 4 días para Navidad

diciembre 20, 2020 09:00

Espiritualidad

(zenit – 20 dic. 2020).- La liturgia de este cuarto domingo de Adviento se centra en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo en el seno de María. Dios se encarna a través de Jesús para morir por nosotros y poder así posibilitarnos alcanzar la gloria de la Resurrección.

Dentro de tan solo cuatro días, el 24 por la noche, se celebrará la Navidad: el Nacimiento, con mayúscula, del Hijo de Dios. La inminencia de su llegada hace que este domingo, y su semana, cobren una luz muy especial: se enciende la última vela de la corona de Adviento, como ultimación de este especial tiempo de preparación para el acontecimiento –ese Nacimiento– que dará un giro radical a la vida del hombre sobre la Tierra posibilitando su salvación eterna.

Así llegamos al “zenit” de la historia de la salvación: la luz de ese sol que es al amor de Dios llega a su punto culmen enviándonos a su único hijo para nuestra redención: ¡pura obra de amor!

 

La permanencia –perpetua– de Jesús: la Eucaristía

Pero Jesús no nació sin más para luego morir en la cruz y ascender al Cielo, como hizo, sino que se quedó en la Eucaristía, y en cada Misa vuelve a mostrarse para quedarse. Él, el Hijo de Dios, vivifica la Iglesia de ese modo, y se entrega, muriendo –aunque sin derramamiento de sangre– en cada Eucaristía o Misa que se celebra.

Esta Navidad, este domingo, nos invita a considerar ese gran amor divino. La Eucaristía es ese sacramento que hace presente a Jesús en su totalidad: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Exactamente ese Jesús que vivió entre nosotros hace veintiún siglos, el mismo, cuyo nacimiento celebraremos en breve.

Cristo presente que se entrega, eso es la Eucaristía. Como ese Niño que nace en Belén y se entrega. Nos da su vida entera, y lo hace para que podamos entrar en comunión con Él.

Es bueno preguntarnos de vez en cuando, ante ese misterio, si cabe mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos. La respuesta es no, y precisamente Dios se nos da, del todo, naciendo como nosotros, viviendo y muriendo como nosotros. Y lo hizo naciendo en Belén, viviendo en Nazaret y muriendo en Jerusalén; y lo hace en cada Misa que se celebra cualquier día y en cualquier lugar del mundo.

 

Otra alegría navideña y de siempre: María

La Navidad nos invita asimismo a reparar en esa buena madre nuestra, la madre de Jesús. En cualquier Nacimiento la encontramos pendiente de su Niño, y junto a José.

María es ejemplo de buena madre y esposa. La imaginamos siempre alegre, a pesar de las dificultades, como el hecho de no encontrar lugar para dar a luz a Jesús. Siempre pendiente de las necesidades de los demás, olvidada de sí. Siempre consciente de la misión para la que había sido elegida: ser Madre de Dios y, por ende, Madre nuestra.

Por eso, al ser madre, como cualquier madre, ansía nuestra cercanía –la de sus hijos– y se alegra o sufre con sus hijos sin cálculo alguno. Aunque cronológica o biológicamente crezcamos, sabemos que, si nuestra actitud frente a esa Madre es la del niño pequeño, preservaremos una auténtica y asequible vida de piedad. Como niños pequeños, pues, nos fijaremos en su vida para imitarla. Ella, nuestra madre educadora, ejemplo de vida que nos enseña a vivir cara a Dios y a los demás, como hizo.

No podemos olvidar ese canto maravilloso del Magnificat, que proclama de Santa María: “Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Todopoderoso, cuyo nombre es santo, y cuya misericordia se derrama de generación en generación para los que le temen”.

La cercanía con la que suele representarse a la Virgen de la cuna del Niño en el belén –si no en sus brazos– nos sugiere esa proximidad. Además, nos invita a implorar su auxilio para todo lo que necesitemos. Ella, que se encuentra en cuerpo y alma en el cielo junto al Padre y al Hijo, no puede más que escucharnos e interceder por nosotros, por lo que podamos requerir en cualquier momento. Como madre comprende nuestras debilidades, y nos anima a seguir luchando por esa virtud o aquella otra.

Gran momento, sí, la Navidad, para ahondar en nuestra condición de hijos de María. Mejor como hijos pequeños, según decíamos, y tomar buena nota de sus muchas virtudes, en especial el cariño –piedad– con que trataría a Jesús, y el olvido de sí para servir a Dios y a los demás.

Gran oportunidad esta la navideña, en definitiva, para decir muchas veces, cada vez que pasemos por un Nacimiento: ¡Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía!

 

 

 

 

San Pedro Canisio, 21 de diciembre

Doctor de la Iglesia

diciembre 20, 2020 09:00

Testimonios

 

“San Pedro Canisio es un Doctor de la Iglesia; el más importante e intrépido defensor de la religión. Llevó el carisma jesuita por gran parte de Europa. De forma particular evangelizó Alemania. Fue un brillante teólogo y autor de importantes obras”

Este insigne apóstol de Alemania, incansable apologeta que siguió los pasos de san Bonifacio en la evangelización germana jesuita, no se concedió ni un instante para sí, haciendo de su vida un permanente acto de ofrenda a Cristo.

Nació el 8 de mayo de 1521 en la localidad holandesa de Nimega. Su influyente familia pertenecía a la nobleza; su padre era el alcalde de su ciudad natal. Fue el primogénito de dos hermanos, y de ocho vástagos más que nacieron del segundo matrimonio de su progenitor, quien contrajo nuevas nupcias al enviudar.

Todos los hijos fueron educados en la fe tanto por él como por sus dos esposas. En 1536, san Pedro Canisio inició sus estudios en la universidad de Colonia. Y fue allí donde la eficaz labor apostólica de dos sacerdotes le fueron conduciendo hacia una vida espiritual intensa.

El segundo, Nicolás van Esche, que fue su confesor, le sugirió leer el evangelio todos los días y le proporcionó las pautas elementales de la oración. Solía frecuentar el monasterio cartujo de santa Bárbara.

Fue un alumno excepcional. En 1540 obtuvo el Magister en Teología. Entonces vivía en un estado de búsqueda, y se hallaba a la espera de que Dios le mostrara el camino a seguir, mientras barajaba la opción sacerdotal.

Todo se concretó al conocer al jesuita Pedro Fabro en 1543; le había puesto en contacto con él otro jesuita compañero de estudios. Se trasladó a Maguncia expresamente para hablar con el beato, y quedó bajo su amparo.

Después hizo los ejercicios espirituales, y en mayo de ese año ingresó en la Compañía de Jesús. El noviciado coincidió con la muerte de su padre y decidió distribuir los cuantiosos bienes que le legaron entre los pobres, estudiantes sin recursos y también entre los jesuitas.

Le encomendaron la delicada misión de dirigir como vicesuperior a la reducida comunidad que quedó en Colonia tratando de esquivar el decreto de expulsión que pendía sobre los conventos. Y en 1544 comenzó a dedicarse a la predicación, acción apostólica que le distinguiría y en la que obtuvo grandes conversiones.

Profesó en mayo de 1545. Le avalaba su prestigio en la universidad cuando le designaron para participar en la Dieta de Worms donde se dirimían los conflictos entre protestantes y católicos. Otra de sus actuaciones se produjo en el ámbito de la diplomacia.

Trabajaba arduamente, consciente de que no tenía ni un instante para sí, como expresaba al padre Fabro en sus cartas. Fue ordenado en junio de 1546 y en agosto de este año moría el beato, noticia que san Pedro Canisio acogió con incontenible emoción ya que se había formado bajo su tutela.

La situación eclesial era gravísima porque el arzobispo Max Hermann von Wied se había involucrado en la herejía y le habían excomulgado. Las misiones diplomáticas que Canisio llevó a cabo fueron esenciales para el mantenimiento de la fe en Colonia; por ellas se le califica como “el más importante e intrépido defensor de la religión”.

Se distinguió por su celo apostólico, la oración, la meditación y la caridad que mostraba hacia todos. Fue un apologeta de la fe, cuya defensa efectuó con rigor y respeto, imbatible en su manera de refutar los errores.

En 1547 participó en el Concilio de Trento, trabajando con Diego Laínez y Alfonso Salmerón. En calidad de teólogo había acompañado al prelado de Austria. Después se trasladó a Roma por indicación de san Ignacio de Loyola, que se ocupó personalmente de completar su formación.

Se doctoró en 1549. Humilde, obediente y dispuesto a todo por Cristo, partió a Messina para trabajar en un colegio infantil. Reconoció: “Me apego a la obediencia, con el corazón. Obligo al espíritu a no inclinarse”.

Cuando se entrevistó con el papa Pablo III, sabiendo que iba a partir a Alemania, se postró de hinojos en la basílica de san Pedro Canisio rogando fervientemente la bendición de los apóstoles Pedro y Pablo. Salió confortado: “Allí he sentido que un gran consuelo y la presencia de la gracia me eran concedidas por medio de estos intercesores (Pedro y Pablo).

Ellos confirmaban mi misión en Alemania y parecían transmitirme, como apóstol de Alemania, el apoyo de su benevolencia. Tú conoces Señor, de que manera y cuantas veces en ese mismo día me has confiado Alemania, a la que luego cuidaré y por la cual deseo vivir y morir”.

Con la magnánima resolución de no defraudar a Cristo y a sus superiores transcurrió el resto de su vida entre Alemania, Austria y Holanda, siendo incansable apóstol, insigne profesor, ardiente predicador y reconciliador que supo tocar la fibra íntima de los apartados de la fe.

Pacificador y mediador en graves conflictos, hombre de gran visión y sabio gobierno, por donde pasaba surgían vocaciones y, con ellas, el incremento de sacerdotes. Fue fundador de colegios, vice gran canciller y rector universitario, administrador de la diócesis de Viena, a su pesar, por expresa indicación del papa Julio III, y reputado autor.

Retazos de sus experiencias místicas ponen de relieve su pasión por Cristo: “Tú, al final, como si me pudieses abrir el corazón del Santísimo Cuerpo, que me parecía ver delante de mí, me has mandado beber en esa fuente, invitándome por decir así a sacar las aguas de mi salvación de tus fuentes, oh mi Salvador”.

Entre sus obras se halla la famosa Summa de la doctrina cristiana, luego convertida en catecismo, que sería objeto de numerosas traducciones y reediciones. En 1556 Ignacio lo designó provincial de Alemania hallándose bajo su jurisdicción: Austria, Bohemia, Baviera y el Tirol.

En tres décadas, san Pedro Canisio recorrió miles de kilómetros evangelizando a las gentes. “Descansaremos en el cielo”, decía. Todos, fueran o no creyentes, le estimaban. Fue designado nuncio por Pío IV, y Pío V le encomendó asistir a la Dieta de Augsburgo.

Los últimos diecisiete años de su vida los pasó en Friburgo, animando, consolando, estudiando, escribiendo e impulsando las fundaciones. Murió el 21 de diciembre de 1597 contemplando a María. Pío IX lo beatificó el 20 de noviembre de 1864. Pío XI lo canonizó y declaró doctor de la Iglesia el 21 de mayo de 1925.