Como recuerda Gregorio Luri en el prólogo a este
inquietante libro del historiador de la pedagogía
francés, Jean de Viguerie, ya en 1934 –sorprendámonos
por la fecha-, William Chandler Bagley decía: “ Si
deseas ser aplaudido en una conversación educativa,
utiliza tópicos sentimentales sobre los sagrados
derechos del niño, resaltando especialmente su derecho a
conquistar la felicidad por medio de la libertad. Es
probable que te ganes un aplauso extra si te lamentas de
la crueldad de los exámenes y los deberes, mientras
condenas de manera elocuente alguno de los estereotipos
favoritos del abuso infantil, como el latín, las
matemáticas (la geometría, especialmente), la gramática,
el currículum tradicional, la compartimentación del
saber por materias que han de ser memorizadas, la
disciplina y cosas semejantes”.
No es infrecuente que
la editorial Encuentro nos regale, de vez en cuando, un
libro dedicado a la pedagogía. Suelen ser trabajos de
autores extranjeros que abordan críticamente el buenismo
pedagógico subyacente a no pocos de los métodos
educativos en boga.
En este sentido, hay que relacionar este libro con
los recientes de Inger Enkvist o, de manera muy
especial, con el de Francois-Xavier Bellamy, “Los
desheredados. Porque es urgente transmitir la cultura”,
que conecta con el que ahora presentamos en el marco
contextual y en la perspectiva del análisis de la
historia.
Pedagogía utopista
El historiador francés Jean de Viguerie, que ha
dedicado no poca de su obra escrita a la historia de la
educación en Occidente, nos presenta un inquietante y
provocador libro. Un trabajo no apto para lectores que
entiendan por pensamiento crítico aquel que coincide con
el suyo, para lectores no subyugados por la “novolatría”.
La pedagogía, que se desnuda aquí
desde sus referentes históricos y que se jacta de
fomentar la autonomía y el pensamiento crítico, debiera
aceptar lo que la ayude a repensar su racionalidad
después de un minucioso examen de conciencia, incluso,
de las consecuencias perversas que está creando.
El concepto con el que bautiza Jean de Viguerie este
modelo subyacente a no pocas de las propuestas
pedagógicas hoy en boga es el de “pedagogía utopista”.
Un modelo que no quiere saber nada de la inteligencia,
ni del saber, ni de la memoria, que trata al niño como
un objeto moldeable y manipulable que lo minusvalora.
Un modelo impuesto desde organismos internacionales.
La intención de Viguerie es ir a las fuentes de esta
“utopía pedagógica”, localizar las ideas y propuestas de
los autores que han contribuido decisivamente a
conformar el corpus de esta marea pedagógica hoy en boga
y con múltiples formulaciones y seguidores.
Pedagogos franceses
Una utopía que se caracteriza por la negación del
intelecto innato, la minusvaloración del saber y la
manipulación del niño “socializado”. Una utopía no
alejada de la utopía política que tiene como horizontes
el rechazo de la realidad dada, la fabricación completa
del hombre por sí mismo, la negación de la naturaleza y
la exclusión de la familia. Como señala la investigadora
Mónica Papazu, “cuando el utopista habla de la alegría,
de la felicidad y la generosidad de los súbditos de la
ciudad, en realidad está hablando de la felicidad
planificada, de la libertad organizada y del altruismo
obligatorio”.
El libro arranca con un análisis de la obra “De
pueris instituendis” de Erasmo de Rotterdam. Continúa
con la disección de los escritos de Juan Amos Comenio y
de los pedagogos franceses de finales del siglo XVII,
Pierre Nicole y Bernard Lamy. Como no podía ser menos,
aparecen por aquí John Locke, Jean-Jacques Rousseau y el
marqués de Concordet, precedentes de Víctor Considérant,
discípulo de Charles Fourier.
Y, por último, de forma más detallada, nos topamos
con los pedagogos de la nueva educación, John Dewey,
Edouard Claparède; Adolphe Ferrére, Célestin Freinet y
Jean Piaget. Cierra el ciclo el teórico más conocido de
la “nueva educación francesa” hoy en boga, Philippe
Meirieu.
Pedagogos cristianos
Quizá el lector se lleve más de una sorpresa en el
libro cuando se encuentre con autores que no sospechaba
engrosarían las filas de los utópicos pedagógicos o
cuando pueda llegar a pensar que Viguerie está, quizá,
forzando un poco el argumento y de tanto perseguir
utopías vea sus raíces por todas partes.
Un ejemplo, en la página 132 afirma en el contexto de
una reflexión sobre la formación del niño desde la
concepción cristiana: “Los pedagogos cristianos
personalistas, Rosmini y Mounier, por ejemplo, caen en
el mismo error. Efectivamente, para ellos el despertar
de la personalidad del niño es más importante que la
adquisición del saber, aunque, como es de sentido común,
ambas posiciones deban ser simultáneas”.
Lo que es indudable es que este libro ofrece
suficientes argumentos para un profundo análisis sobre
algunos de los actuales modos de educar y sobre la
necesidad de determinadas alternativas, tanto para
profesores, como para padres.
Los pedagogos.
Ensayo histórico sobre la utopía pedagógica.
Jean de Viguerie.
Encuentro
138 pp.
Traducción de Jesús Laínz Fernández
pserrano@planalfa.es