La religiosa bilbaína, María Rosa Ramos, lleva 44 años en Centro América. Los últimos 15, en Chiapas, en una comunidad de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas que se llama Soyatitán. Es una zona rica en tierras y minas pero que “tristemente” no es para beneficio del pueblo. El papa Francisco visita el lunes 15 de febrero esta Diócesis “pobre, indígena-campesina, sufrida por el trabajo duro” y que este año, además, atraviesa una sequía que no les dará maíz para cubrir sus necesidades.
¿Cómo se están preparando en Chiapas para recibir al Papa?
Estamos con mucho entusiasmo. Se juntarán unos 10.000 jóvenes
para poner las vallas del recorrido por la ciudad de S.
Cristóbal de las Casas. Se han repartido cerca de 80.000
boletos para participar en la misa que celebrará el Papa.
Vienen indígenas de Yucatán, Campeche, Orizaba, Papantla,
Puebla etc. y desde nuestra Diócesis: choles, tzentales,
tsotsiles, tojolabales, manes… los pobres y menospreciados aún
hoy.
¿Cuál es la situación pastoral de los indígenas?
Nuestro querido Obispo Samuel Ruiz los sacó del anonimato,
formó a muchos, les dio su lugar y los ordenó para que fueran
diáconos permanentes. Así, en su idioma, pueden evangelizar a
las comunidades lejanas. La venida de Francisco es una
bendición que fortalece esta Iglesia de comunión y
participación en la que tenemos el regalo de servir y
acompañar
.¿Qué labor realiza la comunidad de Mercedarias Misioneras
de Berriz en Chiapas?
Nuestro trabajo es pastoral, formamos equipo con el párroco,
nos coordinamos con la zona Sur de la Diócesis que son 5
parroquias: Teopisca, Villa las Rosas, Socoltenengo, Carranza
y nosotros Soyatitán. El trabajo es de comunión y
participación, con la colaboración del pueblo se analiza la
realidad para responder desde la Palabra de Dios a lo que
entendemos que Dios nos pide. Trabajamos en la formación de
servidores de las comunidades, catequistas de niños, jóvenes,
trabajo por y con las mujeres. Siempre en coordinación de
parroquias y diócesis.
¿Qué necesidades tiene el pueblo al que acompañan?
Estamos en un pueblo sufriente, tratado por caciques que lo
manipulan humillan y amenazan impidiéndoles hablar porque,
como dicen ellos mismos, aquí el que habla se muere. A
nosotras nos respetan muchísimo. Nos cuidan, y yo me siento
segura pero sabemos que este es un preciosísimo valle de caña
lleno de espinas. La necesidad más urgente es despertar la
propia valoración de la persona, la conciencia, la
solidaridad. Se vive con sacrificio, y con riesgo hasta de la
vida. No es fácil para los hermanos en servicio en las
comunidades.
María Rosa se despide enviando un abrazo con cariño y
agradecimiento a una Iglesia local que “me educó, junto a mis
padres, en la fe y me ayudó a descubrir esta preciosa vocación
misionera”.
(Diócesis de Bilbao)