Servicio diario - 14 de febrero de 2016
En la homilía, haciendo referencia a la lectura de la visita de
María a su prima Isabel, Francisco ha subrayado que escuchar este
pasaje en esta casa tiene “un sabor especial”. Así, ha explicado que
María, la mujer del sí, “también quiso visitar los habitantes de
estas tierras de América en la persona del indio san Juan Diego”.
De este modo, ha recordado que en aquel amanecer de diciembre de
1531 “se producía el primer milagro que luego será la memoria viva
de todo lo que este Santuario custodia”. En ese amanecer, en ese
encuentro, “Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza
de su Pueblo”. En ese amanecer “Dios despertó y despierta la
esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y
descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar
digno en estas tierras”. En ese amanecer, “Dios se acercó y se
acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres,
padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles
criminalmente a sus hijos”, ha asegurado el Santo Padre.
Por eso, ha indicado que aquel día Juanito experimenta en su
propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de
Dios. Y aunque en repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que “él no
era la persona adecuada”, María, empecinada —con el empecinamiento
que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice que “él sería
su embajador”.
A propósito, el Pontífice ha subrayado que “todos somos
necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no
estar a la ‘altura de las circunstancias’ o no ‘aportar el capital
necesario’ para la construcción de las mismas”.
El Santuario de Dios –ha indicado Francisco– es la vida de sus
hijos, de todos y en todas sus condiciones. De los jóvenes sin
futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas; de
los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones; de
nuestras familias que necesitan de los mínimos necesarios para poder
construirse y levantarse.
El Santo Padre ha reconocido que al venir a este Santuario nos
puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. “Mirar a la Madre
desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas y
decirle: ¿Qué puedo aportar si no soy un letrado?”. Por eso, el Papa
ha reconocido que puede hacer bien hacer un poco de silencio, y
mirarla a ella, mirarla mucho y calmamente.
Ella nos dice –ha indicado–que tiene el ‘honor’ de ser nuestra
madre. “Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren
no son estériles”, ha añadido el Papa.
Y ha asegurado que hoy María nuevamente “nos vuelve a enviar”,
“nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir
tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas
lágrimas”. Sé mi embajador, “dando de comer al hambriento, de beber
al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al
enfermo. Socorre al que está preso, perdona al que te lastimó,
consuela al que esta triste, ten paciencia con los demás y,
especialmente, pide y ruega a nuestro Dios”.
Al finalizar la celebración eucarística, el Santo Padre, tal y
como había pedido, ha podido rezar a solas y en silencio durante más
de veinte minutos en el camarín donde se encuentra la tilma de la
Virgen de Guadalupe.
El papa Francisco inicio su segunda jornada oficial en el país
azteca, saliendo a las 9,30 de la mañana de la nunciatura apostólica
hacia el aeropuerto del Campo Militar Marte, en donde tomó el
helicóptero que le lleva a la ciudad de Ecatepec, en un municipio
dentro del mismo estado, a unos 30 kilómetros de la capital.
El
recorrido hacia el aeropuerto lo hizo en el papamóvil descubierto,
saludando en el recorrido a las miles de personas que le esperaban
agitando banderas y pañuelos. En un cierto momento hizo detener el
vehículo y bajó a saludar a un grupo de hermanas Franciscanas que se
encontraban en la puerta de su convento, con la presencia también de
Dominicas, y de otras religiosas y religiosos, en una zona en la que
tienen sede varios institutos y congregaciones.
Llegado al aeropuerto, el Santo Padre viajó en un helicóptero que
partió hacia las 10,20 local y en otros tres helicópteros más fue
trasladado el séquito papal. Una hora después, aproximadamente es la
llegada en la ciudad, y en el área del Centro de Estudios de
Ecatepec el Pontífice celebrará la santa misa, en donde se espera la
presencia de unas 300 mil personas. A continuación es la oración del
Ángelus.
El programa contempla a las 14 horas locales que el Papa almuerce
con el séquito pontificio en el seminario diocesano de Ecatepec, que
cuenta con más de un centenar de vocaciones. Poco antes de las 17
horas, Francisco regresará a México, en donde visitará el hospital
pediátrico Federico Gómez.
El santo padre Francisco llegó este domingo a las 11 horas locales
en helicóptero, al aeropuerto de la municipalidad de Ecatepec, desde
donde fue en el papamóvil hacia el área del Centro de Estudios, en
donde a lo largo del camino era evidente el entusiasmo de la gente
que le saludaba a su paso, en este segundo día de su viaje
apostólico.
Una vez en el lugar de la misa, el obispo de la
ciudad, Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, y algunas
autoridades locales entre las cuales el alcalde, le entregaron las
llaves de la ciudad, informó la sala de prensa de la Santa Sede.
El Papa presidió la misa del primer domingo de cuaresma, delante
de unas 300 mil personas, vistiendo paramentos color
violeta. Después de la proclamación del Evangelio, el Pontífice en
su homilía, recordó que en este tiempo de cuaresma debemos “recordar
el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios”.
Reavivando el don que nos ha sido obsequiado “para no dejarlo
dormido como algo del pasado o en algún ‘cajón de los recuerdos’”.
Y así recuperar –dijo el Santo Padre– la alegría y la esperanza
que hace sentirnos hijos amados del Padre, “Padre de una gran
familia” no de algunos ‘hijos únicos’, sino que “sabe de hogar, de
hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro
no del ‘padre mío’ y ‘padrastro vuestro’”. Francisco señaló además,
que ese sueño es “testimoniado por la sangre de tantos mártires de
ayer y de hoy”.
Un sueño, dijo, que “se vuelve continuamente amenazado por el
padre de la mentira” que “genera una sociedad dividida y
enfrentada”. Una sociedad de pocos y para pocos en la que no se
reconoce “esa dignidad que todos llevamos dentro”.
El Pontífice latinoamericano aprovechó para señalar como la
cuaresma es “tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente
a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y
proyecto de Dios”, señalando como en el Evangelio de hoy, se indican
las “tres tentaciones de Cristo… Tres tentaciones del cristiano” que
“buscan degradar y degradarnos”.
La primera es la riqueza, “adueñándonos de bienes que han sido
dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o ‘para los míos’.
Es tener el ‘pan’ a base del sudor del otro, o hasta de su propia
vida” y “en una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se
le da de comer a los propios hijos”.
La segunda tentación, señaló, es la vanidad, “esa búsqueda de
prestigio en base a la descalificación continua y constante de los
que ‘no son como uno’”.
Y la tercera, “el orgullo , o sea, ponerse en un plano de
superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la
‘común vida de los mortales’, y que reza todos los días: ‘Gracias
Señor porque no me has hecho como ellos’”.
“Vale la pena entonces preguntarnos”, dijo el Papa, “¿Hasta dónde
somos conscientes de estas tentaciones? ¿Hasta dónde nos hemos
habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la
vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, por el pan, el nombre
y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?”
Por todo esto, “la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a
la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere
sanar nuestros corazones de todo lo que lo degrada, degradándose o
degradando” dijo. Porque “Dios tiene un nombre: misericordia”. Por
ello pidió que “el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de
que su nombre es misericordia”.
A continuación el texto completo de las palabras del
Papa antes de rezar el ángelus:“Queridos hermanos:
En la primera lectura de este domingo, Moisés le da una
recomendación al pueblo. En el momento de la cosecha, en el momento
de la abundancia, en el momento de las primicias no te olvides de
tus orígenes. La acción de gracias nace y crece en una persona y en
un pueblo que sea capaz de hacer memoria. Tiene sus raíces en el
pasado, que entre luces y sombras fue gestando el presente. En el
momento que podemos dar gracias a Dios porque la tierra ha dado su
fruto, y así poder producir el pan, Moisés invita a su pueblo a ser
memorioso enumerando las situaciones difíciles por las que ha tenido
que atravesar.
En este día de fiesta, en este día podemos celebrar lo bueno que
el Señor ha sido con nosotros. Damos gracias por la oportunidad de
estar reunidos presentándole al Buen Padre las primicias de nuestros
hijos, nietos, de nuestros sueños y proyectos. Las primicias de
nuestras culturas, de nuestras lenguas y tradiciones. Las primicias
de nuestros desvelos…
Cuánto ha tenido que pasar cada uno de ustedes para llegar hasta
acá, cuánto han tenido que ‘caminar’ para hacer de este día una
fiesta, una acción de gracias. Cuánto han caminado otros que no han
podido llegar pero gracias a ellos nosotros hemos podido seguir
andando.
Hoy, siguiendo la invitación de Moisés, queremos como pueblo
hacer memoria, queremos ser el pueblo de la memoria viva del paso de
Dios por su Pueblo, en su Pueblo. Queremos mirar a nuestros hijos
sabiendo que heredarán no sólo una tierra, una lengua, una cultura y
una tradición, sino que heredarán el fruto vivo de la fe que
recuerda el paso seguro de Dios por esta tierra. La certeza de su
cercanía y solidaridad. Una certeza que nos ayuda a levantar la
cabeza y esperar con ganas la aurora.el
Con ustedes, también me uno a esta memoria agradecida. A este
recuerdo vivo del paso de Dios por sus vidas. Mirando a sus hijos no
puedo no dejar de hacer mías las palabras que un día les dirigió el
beato Pablo VI al pueblo mexicano: «Un cristiano no puede menos que
demostrar su solidaridad […] para solucionar la situación de
aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la
oportunidad de un trabajo honorable, […] no puede quedar insensible
mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer
realidad sus legítimas aspiraciones». Y prosigue el beato Pablo VI
con una invitación a «estar siempre en primera línea en todos los
esfuerzos […] para mejorar la situación de los que sufren
necesidad», a ver «en cada hombre un hermano y, en cada hermano a
Cristo».
Quiero invitarlos nuevamente hoy a estar en primera línea, a
primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta
bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad.
Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya
necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de
hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de
unos pocos.
Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes
y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de
la muerte.
Esta tierra tiene sabor a Guadalupana, la que siempre Madre se
nos adelantó en el amor, y digámosle:
Virgen Santa, «ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la
comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia
y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue
hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su
luz»”. El ángel del Señor anunció a María…
El presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente Estados Unidos,
Barack Obama, acordaron este domingo intensificar la cooperación y
la diplomacia para poner en práctica el acuerdo sobre Siria
alcanzado en las recientes conversaciones de Múnich. Las grandes
potencias acordaron el viernes un “cese temporal de las
hostilidades” en Siria. Está previsto que la tregua comience en el
plazo de una semana.
Después de una conversación telefónica entre
Putin y Obama, el Kremlin informó en un comunicado que
ambos mandatarios realizaron una “valoración positiva” de la reunión
sobre Siria en Múnich. En particular, se expresó el apoyo a los
esfuerzos realizados para lograr dos objetivos: “el alto el fuego y
aspectos humanitarios”, añadió la nota rusa.
Desde Moscú señalaron que durante las conversaciones se destacó
la necesidad de establecer estrechos contactos de trabajo entre los
Ministerios de Defensa de Rusia y Estados Unidos, lo que les
permitiría “combatir con éxito al Estado Islámico y otras
organizaciones terroristas”.
Por último, el Kremlin dijo que el presidente ruso habló con su
par estadounidense sobre la importancia de crear un frente único de
lucha contra el terrorismo. También discutieron sobre la situación
en Ucrania.
La llamada telefónica se produce cuando tanto Moscú como
Occidente hablan de una nueva guerra fría, peligro del que el primer
ministro ruso Dmitri Medvédev advirtió el sábado en su discurso en
Múnich.
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia empeoraron en 2014
por la anexión de Crimea y las acusaciones de injerencia de Moscú en
la guerra de Ucrania. Pero el Gobierno ruso ha mantenido que es
Occidente, y sobre todo la OTAN, el que acosa a Rusia acercándose a
sus fronteras y aumentando la actividad en Europa del Este.
Podría pensarse que un alma de estas
características por fuerza tenía que llegar a la vida religiosa,
pero no fue así. Claudio sintió una inicial «aversión» por ella que
logró vencer ingresando en 1658 en la Compañía de Jesús. En 1660
profesó y perdió a su madre, Margarita, quien le había dirigido una
sentida petición que resultó ser a la vez profética: «Hijo mío,
tú tienes que ser un santo religioso».
Completado su noviciado en Aviñón, y culminados
sus estudios de filosofía, se dedicó a la enseñanza en el colegio
Clermónt de París, punto neurálgico en esa época de la vida
intelectual francesa. Pero las cualidades de Claudio traspasaron las
fronteras a través de sus escritos y de sus acciones. Probablemente
por ello, teniendo constancia fehaciente de su rigor intelectual,
Colbert le confió la educación de sus hijos. Es conocida la
inclinación del santo a las bellas artes como también los selectos
amigos que admiraban su labor. Al respecto, es significativa la
correspondencia que mantuvo con personas destacadas de la talla de
Oliverio Patru, miembro de la Academia Francesa, uno de sus
incondicionales seguidores.
Sus dotes oratorias se hicieron públicas durante
la canonización de san Francisco de Sales, ya que fue designado para
realizar su panegírico aunque todavía no era sacerdote. Sus palabras
conmovieron a todos. Los sermones que pronunció después ante
personas de distintas procedencias, entre las que se contaron
algunos miembros relevantes de la realeza y de la cultura, son
modélicos en todos los sentidos: fondo y forma; eran fruto de su
reflexión a la luz de la oración.
Desde 1670 a 1674 dirigió la Congregación
mariana. A finales de ese año fue admitido en profesión solemne.
Había escrito: «¡Dios mío!, quiero hacerme santo entre Vos y yo». En
el retiro preparatorio se sintió llamado a consagrarse al Sagrado
Corazón. Entonces añadió otro voto de absoluta fidelidad a las
reglas de la Compañía, voto que había vivido rigurosamente antes de
profesar. Su obediencia fue paradigmática. Delicado y exquisito en
su quehacer, todo reflejaba su reciedumbre espiritual. Abandonado en
brazos de la confianza divina, compuso una hermosísima oración
dedicada a ella. Este fragmento de su conocido «Acto de
confianza» muestra su ardiente anhelo de permanecer unido a Dios por
encima de sí: «Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre
todos los que esperan en Ti y de que no puede faltar cosa alguna a
quien de Ti las aguarda todas, que he determinado vivir en adelante
sin ningún cuidado, descargándome en Ti de toda mi solicitud.
Despójenme los hombres de los bienes y de la honra, prívenme las
enfermedades de las fuerzas y medios de servirte, pierda yo por mi
mismo la gracia pecando; que no por eso perderé la esperanza, antes
la conservaré hasta el postrer suspiro de mi vida, y vanos serán los
esfuerzos de todos los demonios del infierno para arrancármela,
porque con vuestros auxilios me levantaré de la culpa…». Los 33
años de su vida le parecían el momento ideal para entregar su alma a
Dios, pensando que a esa edad había sido crucificado Jesucristo. «Me
parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Ti y solo
para Ti, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular»,
anotó en su Diario. Pero no había llegado su hora.
En 1675 fue nombrado superior del colegio de
Paray-le-Monial que contaba con escasísimos alumnos. En ese momento
conoció a santa Margarita María de Alacoque que sufría la
incomprensión de su confesor ante las revelaciones que recibía del
Sagrado Corazón de Jesús. Ella, al oírle predicar a la comunidad de
la Visitación, sintió que era la persona que Cristo ponía en su
camino: «Mientras él nos hablaba –escribió–, oí en mi
corazón estas palabras: ‘He aquí al que te he enviado’». Y
venciendo su voluntad, que le instaba a no abrirle su corazón, le
confió sus pesares. El religioso, conocedor de la violencia que se
hizo a sí misma, la comprendió y orientó como solo saber hacer un
santo, con toda caridad y delicadeza, siendo dador de paz. La
atención dispensada a Margarita atrajo críticas surgidas, como
siempre, de insensibilidades diversas. La realidad es que, al igual
que ella, otros muchos hallaban en Colombière el sosiego que
precisaban.
En 1676 se trasladó a Londres, donde predicó y
convirtió a numerosos protestantes. Las controversias de la corona
que implicaban a los católicos le salpicaron y sembraron el bulo de
que se hallaba mezclado en un complot. Acusado y hecho prisionero,
Luis XIV impidió que lo martirizaran y fue desterrado a Francia.
Llegó en 1679 muy enfermo ya que en la cárcel se produjeron los
primeros vómitos de sangre y no recibió la asistencia precisa.
Buscando aires mejores para su salud, le enviaron a Lyon y dos años
más tarde a Paray. Margarita, que había seguido con gran
preocupación el proceso de su enfermedad, le hizo saber que allí
moriría. Entonces Claudio, que pensaba partir a otro lugar más
benigno, paralizó los preparativos del viaje. Y el 15 de febrero de
1682, contando con 41 años, entregó su alma a Dios. La santa supo
por una revelación que se hallaba en la gloria y que no precisaba
oraciones. Fue beatificado por Pío XI el 16 de junio de 1929,
ycanonizado por Juan Pablo II el 31 de mayo de 1992.