Servicio diario - 13 de febrero de 2016
El Santo Padre al ser recibido por el presidente Peña Nieto
en el Palacio Nacional aseguró que “la principal riqueza de México
hoy tiene rostro joven”“Me dispongo a recorrer este
hermoso y gran país como misionero y peregrino que quiere renovar
con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo
horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia
y de paz”. Así lo ha indicado el papa Francisco a las autoridades,
la sociedad civil y el cuerpo diplomático, en el Palacio Nacional
de la capital, en el que ha realizado este sábado el primer discurso
de su viaje a México.
El Santo Padre ha indicado que “hoy vengo como misionero de
misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir
homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por
ella”. Y “buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la
madre”, el Papa ha manifestado su deseo de rendir homenaje “a este
pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad”.
De este modo ha saludado y abrazado “al pueblo mexicano en sus
múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca
vivir”.
El Pontífice ha asegurado en su discurso que “México es un gran
país” y ha subrayado algunas de sus características como los
“abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se
extiende a lo largo de todo su vasto territorio”. Asimismo ha
señalado que “su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en
un referente de América”. A propósito de “sus culturas indígenas,
mestizas y criollas” ha observado que “le dan una identidad propia
que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar
y especialmente valorar”. La sabiduría ancestral que porta su
multiculturalidad es –ha añadido– uno de sus mayores recursos
biográficos.
Por otro lado, el Santo Padre ha indicado que “la principal
riqueza de México hoy tiene rostro joven”. En esta línea ha
precisado que un poco más de la mitad de la población está en edad
juvenil. Y así ha asegurado que “esto permite pensar y proyectar un
futuro, un mañana”. Eso da –ha precisado– esperanza y proyección.
También ha querido recordar que “un pueblo con juventud es un pueblo
capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con
ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía
positivamente en el presente”.
El Santo Padre ha subrayado que esta realidad hace reflexionar
sobre la propia responsabilidad a la hora de construir “el México
que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones
venideras”. Y también “a darnos cuenta de que un futuro esperanzador
se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos,
capaces de empeñarse en el bien común”. Por eso, el Pontífice ha
advertido que la experiencia demuestra que cuando se busca el camino
del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien
de todos, tarde o temprano, “la vida en sociedad se vuelve un
terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de
las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de
personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando
el desarrollo”.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que el pueblo mexicano
afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y
difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de
ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las
situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, “era
necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de
mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la
búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la
persona”.
En este punto, el papa Francisco ha invitado a encontrar “nuevas
formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos
por la senda del compromiso solidario”. Asimismo, ha señalado que a
los dirigentes de la vida social, cultural y política, les
corresponde trabajar “para ofrecer a todos los ciudadanos la
oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su
familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la
sociabilidad humana”, ayudándoles a tener un “acceso efectivo a los
bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada,
trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un
ambiente sano y de paz”.
Según el papa Francisco, esto no es sólo un asunto de leyes, sino
de una “urgente formación de la responsabilidad personal de cada
uno”. Es una tarea –ha asegurado– que involucra a todo el pueblo
mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas,
tanto colectivas como individuales. Y en este esfuerzo, el Pontífice
ha asegurado que el Gobierno mexicano “puede contar con la
colaboración de la Iglesia católica”.
El santo padre Francisco ha iniciado este sábado su primer día del
viaje apostólico en México, yendo en papamóvil al Palacio Nacional
de la capital, para una ceremonia de bienvenida y visita de cortesía
al presidente Enrique Peña Nieto. Francisco ha sido el
primer Pontífice en ser recibido allí.
En realidad, anoche a su
llegada al país ya había saludado al presidente y a su esposa que le
esperaron en el aeropuerto, donde miles de personas le recibieron
calurosamente, realizando un espectáculo con coreografías y
folclore. Desde allí el Santo Padre fue a la Nunciatura, en donde
descansó.
Este sábado por la mañana el Santo Padre, partió de la sede
diplomática de la Santa Sede en la capital azteca y recorrió una
significativa distancia en el vehículo descubierto, a través de las
avenidas del Distrito Federal, en donde miles de personas le
aguardaban a su paso, agitando pañuelos, banderas y pancartas, hasta
que llegó al Palacio Nacional.
En la entrada del mismo, el Pontífice latinoamericano ha sido
recibido por el mandatario y la primera dama, quienes le acompañaron
hasta el Patio de Honor. Tras la interpretación de los himnos de
México y del Vaticano, tuvo lugar la presentación de las dos
delegaciones, en una ceremonia muy formal.
Concluida la misma, el Papa se dirigió con el presidente Peña
Nieto al estudio presidencial para el encuentro privado, que se
concluye con la presentación de los familiares y de las
delegaciones. Al mismo tiempo se ha realizado un encuentro bilateral
entre algunos miembros de la delegación de la Santa Sede con
autoridades del Gobierno.
El papa Francisco ha tenido hoy sábado poco antes de medio día, un
encuentro con los obispos de México, reunidos en la catedral
metropolitana, dedicada a la Asunción de la Virgen María.
Procedente del Palacio Nacional, el Santo Padre llegó en el
vehículo abierto que antes de detenerse realizó un giro en la Plaza
de la Constitución. El Pontífice fue recibido por el Capítulo de la
catedral que lo acompaño al interior del templo, pasando por la
Puerta Santa de este templo, y llegando hasta el Altar del Perdón,
donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento.
Poco después le saludaron el arzobispo de Ciudad de México, el
cardenal Norberto Rivera Carrera, y el presidente de la Conferencia
Episcopal Mexicana, cardenal José Francisco Robles Ortega.
El Santo Padre dirigió sus palabras, recordando que está
visitando México “siguiendo los pasos de mis Predecesores” y se
interrogó si “¿Podría el Sucesor de Pedro, llamado del lejano sur
latinoamericano, privarse de poder posar la propia mirada sobre la
«Virgen Morenita»?”.
Porque “mirando los ojos de la Virgen alcanzo la mirada de su
gente”, porque “Ella custodia sus más altos deseos y sus más
recónditas esperanzas; Ella recoge sus alegrías y sus lágrimas; Ella
comprende sus numerosos idiomas y les responde con ternura de Madre
porque son sus propios hijos”. Tanto “aquí, en las cercanías del
«Cerro del Tepeyac», como en los albores de la evangelización de
este Continente” dijo.
Y les recordó que “la «Virgen Morenita» nos enseña que la única
fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura
de Dios”. Citó así a un “inquieto y notable literato de esta tierra”
que dijo “que en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las
cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo
en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en
la búsqueda de un resguardo, de un hogar”.
El Santo Padre indicó también conocer “la larga y dolorosa
historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin
impetuosas y desgarradoras convulsiones, no sin violencia e
incomprensiones” y les invitó “a partir nuevamente de esta necesidad
de regazo”, que es la “fe cristiana”, capaz de reconciliar el
pasado, frecuentemente marcado por la soledad, el aislamiento y la
marginación, con el futuro continuamente relegado a un mañana que se
escabulle” porque “sólo en aquel regazo se puede, sin renunciar a la
propia identidad, descubrir la profunda verdad de la nueva
humanidad, en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios”.
Les invitó así a ser “obispos de mirada limpia, de alma
transparente, de rostro luminoso”. Y les exhortó: No tengan miedo a
la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para
trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras
de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el
materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos
debajo de la mesa; no pongan su confianza en los «carros y caballos»
de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la «columna de
fuego» que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer
gran rumor”.
Porque, dijo, “es necesario responder a la gente que Dios existe
y está cerca a través de Jesús”. Y aseguró que “en las miradas de
ustedes el Pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas
de quienes han visto al Señor”.
Por ello les exhortó a no perder tiempo y energías en las cosas
secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos
de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos
clubs de intereses o de consorterías”.
Les invitó también a “ofrecer un regazo materno a los jóvenes”, a
“captar lo que ellos buscan, con aquella fuerza con la que muchos
como ellos han dejado barcas y redes sobre la otra orilla del mar”.
“Les ruego –señaló el Pontífice– no minusvalorar el desafío ético
y anticívico que el narcotráfico representa para le entera sociedad
mexicana, comprendida la Iglesia”, para ello “sin refugiarnos en
condenas genéricas”, y “realizando un serio y cualificado proyecto
pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella
delicada red humana”. A partir “de las familias; acercándonos y
abrazando la periferia humana y existencial de los territorios
desolados de nuestras ciudades; involucrando las comunidades
parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, la
comunidades políticas, las estructuras de seguridad”.
“En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de las
huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la
Morenita” dijo. Y pidió una “mirada de singular delicadeza hacia los
pueblos indígenas, y no pocas veces masacradas culturas”, porque
“los indígenas de México aún esperan que se les reconozca
efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad de su
presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una
Nación única y no solamente una entre otras”.
“Custodien la memoria del largo camino hasta ahora recorrido –les
señaló el Papa a los obispos– y sepan suscitar la esperanza de
nuevas metas”, y les invitó a contribuir a la unidad de su Pueblo;
favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de
sus diversidades.
¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no
desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo
constante”, dijo.
El papa Francisco invitó entonces a los obispos: “El primer
rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus
sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono, presa
de la mundanidad que devora el corazón”. Así como pidió que
sostengan a quien se sienta abatido, “sin que nunca falte la
paternidad de ustedes, obispos, para con sus sacerdotes”.
Invitó también a que la Pontificia Universidad de México “esté
cada vez más en el corazón de los esfuerzos eclesiales para asegurar
aquella mirada de universalidad sin la cual la razón, resignada a
módulos parciales, renuncia a su más alta aspiración de búsqueda de
la verdad”.
Y reiteró:“No se necesitan ‘príncipes’, sino una comunidad de
testigos del Señor”.
Al concluir sus palabras indicó su aprecio “por todo cuanto están
haciendo para afrontar el desafío de nuestra época representada en
las migraciones”.
Recordó que se trata de “millones los hijos de la Iglesia que hoy
viven en la diáspora o en tránsito, peregrinando hacia el norte en
búsqueda de nuevas oportunidades. Muchos de ellos dejan atrás las
propias raíces para aventurarse, aun en la clandestinidad que
implica todo tipo de riesgos, en búsqueda de la ‘luz verde’ que
juzgan como su esperanza”. Y que “tantas familias se dividen; y no
siempre la integración en la presunta ‘tierra prometida’ es tan
fácil como se piensa”. E invitó a seguirlos y alcanzarlos más allá
de las fronteras y reforzar la comunión con sus hermanos del
episcopado estadounidense.
“Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su
Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia,
con Dios” concluyó, y si bien reconoció que “alguna piedra en el
camino retrasa la marcha” no será jamás bastante para hacer perder
la meta. Porque “¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo
espera?”.
La Escuela Social del CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano, está
ofreciendo cursos virtuales de especialización basados en la
Doctrina
Social de la Iglesia, con una fuerte impronta sobre la realidad
latinoamericana.
Se trata de diplomados y de una maestría, y de seminarios regionales
presenciales para obispos. Son cursos virtuales presenciales, con
tres ejes: formación, capacitación e información, tanto teórica como
práctica, a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo
con el profesor y los demás estudiantes, a través del sistema
Episcopo del CELAM. Su nueva directora, la Dra. Susana Nuin,
explica en esta entrevista las particularidades de la iniciativa.
El CEBITEPAL, Centro Bíblico Teológico Pastoral para América
Latina y el Caribe, está abriendo nuevos cursos, especializaciones,
diplomados …
–Susana Nuin: El CEBITEPAL está compuesto por tres escuelas: la
Escuela Bíblica, la Teológica y la Social. Concretamente la Escuela
Social está abriendo una oferta formativa relacionada con la
Doctrina Social de la Iglesia y la transformación de la realidad.
¿Qué nos puede decir sobre los diplomados?
–Susana Nuin: Esta es una de las dos propuestas formativas que
ofrecemos. Es para todos, está abierta a todos: sacerdotes,
religiosos, religiosas, laicos, personas más comprometidas que están
en la acción transformadora, personas que se están acercando, o
jóvenes estudiantes. Se tramita a través de diplomados, con la
certificación de CEBITEPAL, CELAM, y de una universidad
latinoamericana, de acuerdo al diplomado concreto. Estas
especializaciones tienen el acompañamiento de la Pontificia
Universidad Urbaniana de Roma, una institución europea de
prestigio que acompañará los estudios. Cursando los siete diplomados
en el año 2016, se obtiene el grado de Especialización. El primer
curso comienza este 29 de febrero.
¿Cuál es la temática de cada uno de estos diplomados, y
cuándo tendrán lugar?
–Susana Nuin: El tema del primer diplomado es: “Mediación Pedagógica
desde el Pensamiento Complejo” y tendrá lugar entre el 29 de febrero
y el 29 de abril. El segundo versará sobre “Fundamentos de la
Doctrina Social de la Iglesia”, y será entre el 4 de abril y el 22
de julio. La temática del tercero es “La Fuerza Fundante de la
Biblia en la Transformación de la Realidad”, y tendrá lugar entre el
20 de junio y el 12 de agosto. El cuarto trata sobre “La Dimensión
Teológica: Persona y Comunidad desde la Antropología Trinitaria”, e
irá desde el 18 de julio y al 9 de septiembre.
La temática de los tres últimos se refiere a: “El Compromiso de los
Padres de la Iglesia en la Transformación de la Realidad”,
“Pensamiento y Acción en el Magisterio Social de la Iglesia,
Universal y Latinoamericana”, y “La Realidad Latinoamericana Hoy y
su Transformación Posible”, y van respectivamente del 22 de agosto
al 14 de octubre, del 19 de septiembre al 11 de noviembre, y del 26
de septiembre al 16 de diciembre, en todos los casos, del año 2016.
¿Cómo puede obtenerse el grado de Maestría?
–Susana Nuin: Después de obtener el grado de Especialización en
2016, el alumno puede completar sus estudios cursando los seis
diplomados que se ofrecerán en 2017, que junto con los siete
primeros, abarcarán todas las disciplinas. De tal forma que el
alumno obtendrá la Maestría completa.
¿Qué título se obtiene con los siete diplomados del año
2016?
–Susana Nuin: Es Especialización en Transformación de la Realidad
desde la Doctrina Social de la Iglesia, por CEBITEPAL – CELAM y por
la Universidad Urbaniana de Roma.
¿Cuál es el título de la Maestría?
–Susana Nuin: Es Itinerario de Transformación de la Realidad desde
la Doctrina Social de la Iglesia.
¿Qué requisitos hay para inscribirse en un diplomado?
–Susana Nuin: El nivel mínimo requerido es terciario. Esto significa
tener estudios de escuela secundaria completos y algún propedéutico
o alguna iniciación de estudios superiores a lo que es la
secundaria.
¿Con qué sistema se trabaja?
–Susana Nuin: Son cursos virtuales presenciales, con tres ejes:
formación, capacitación e información, tanto teórica como práctica,
a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo con el
profesor y los demás estudiantes, a través del sistema Episcopo del
CELAM.
Siendo la transformación de la realidad desde la Doctrina
Social de la Iglesia el eje de estos cursos, es evidente que bajarán
la teoría a la vida concreta del pueblo latinoamericano y los
desafíos que esto implica. ¿Cuál es la relación con Aparecida y con
el papa Francisco?
–Susana Nuin: Justamente la temática se analiza a la luz de
Aparecida y del pontificado del Papa Francisco. Decir Aparecida es
hablar de los obispos latinoamericanos, que escuchan al pueblo de
Latinoamérica y el Caribe y quieren dar respuestas a su realidad, y
viene de más atrás, de Puebla, Medellín, etc.
¿De qué trata el otro servicio formativo, los seminarios
presenciales para obispos?
–Susana Nuin: El otro servicio formativo está dirigido a obispos. Es
una posibilidad de comprender, discernir sobre la problemática
social hoy en América Latina y el Caribe y de dar respuestas a
través de itinerarios, de instrumentos, herramientas, que hagan real
y posible la transformación de la realidad en sus propias diócesis y
en sus propios países.
¿Dónde y cuándo tendrán lugar estos seminarios para
obispos?
–Susana Nuin: Se invita a todos los obispos de Latinoamérica y el
Caribe a participar de un seminario de cinco días, durante el año
2016. La región de obispos del Cono Sur, se reunirá en Argentina
entre el 10 y el 14 de mayo; la de México y Centroamérica, en
Guatemala, entre el 4 y el 8 de julio; la Bolivariana o Andina, en
Ecuador, entre el 12 y el 16 de septiembre; y la del Caribe y
Antillas, en Cuba, entre el 7 y el 11 de noviembre.
¿Cuál será la temática en estos seminarios?
–Susana Nuin: El tema central a tratar es la importancia de la
transformación de la realidad desde la dimensión bíblica, teológica
y pastoral. En dichos seminarios habrá intercambio en talleres de
análisis de la realidad, y se profundizará en la actualidad
latinoamericana desde seis ejes: justicia social, cuidado de la
creación, construcción de paz, movimiento migratorio, culturas
urbanas e integración latinoamericana.
¿Se espera una gran concurrencia entre los obispos?
–Susana Nuin: Sí, sin duda. Es un tema solicitado por ellos, de gran
actualidad, que les podría ayudar muchísimo a resolver una serie de
situaciones por las que atraviesan en sus diócesis y en sus
conferencias episcopales.
Hay muchos obispos latinos en Estados Unidos, dado que
casi la mitad de los católicos son hispanos en el país. ¿Estos
obispos están invitados a participar?
–Susana Nuin: Sin duda. Un obispo colombiano en Estados Unidos,
puede participar del seminario que se dará en su región. Y si un
obispo que no habla español estuviera interesado en participar, con
mucho gusto podemos poner a su disposición un intérprete. Incluso el
CELAM, a través de CEBITEPAL puede organizar un seminario regional
para los obispos de Estados Unidos, o también incluyendo Canadá,
teniendo en cuenta la realidad concreta de los latinos en el Norte.
¿Cual es la misión de la escuela social del CELAM que
usted dirige?
–Susana Nuin: Se trata de, desde la dimensión social del Evangelio y
de la Doctrina Social de la iglesia, generar paulatinamente una
evangelización encarnada, que no solo brinda una espiritualidad,
sino que otorga la posibilidad de un cristianismo integral. Quiere
ofrecer a América Latina una respuesta a sus grandes dolores, a sus
grandes dramas, a sus rostros sufrientes, como define Aparecida. O
sea, no queda en una respuesta teórica, sino que el objetivo es que
quien participe de la Escuela Social encuentre la posibilidad de
contar con un estilo de discernimiento permanente junto a
herramientas, instrumentos metodológicos, a la fuerza transformadora
de la palabra, de poder cambiar la realidad social de nuestra
América Latina, que es una laceración.
Se trata de bajar Aparecida a la realidad actual de
Latinoamérica, iluminado también por Evangelii Gaudium…
–Susana Nuin: Efectivamente. Y sí. Toda esta dimensión está en
Evangelii Gaudium en forma preclara. Inspira todo el Magisterio de
la Iglesia. Medellín, Puebla. Hay una continuidad que desemboca en
Aparecida. Y viene por décadas.
Para más información dirigirse a cebitepal.social@celam.org o cebitepalencontacto@celam.org.
Nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España, el 10 de julio de
1561 en el hogar de unos labradores acomodados. Siendo niño mostró
un precoz anhelo hacia la perfección del amor. Tanto es así que
jugaba a ser santo incluyendo prácticas ascéticas que afectaron
seriamente a su salud, al punto de que alguna secuela le acompañó
hasta su muerte. El testimonio y aliento de sus padres contribuyeron
a que calasen en él definitivamente rasgos de piedad característicos
de su vida: devoción a la Eucaristía y rezo del Santo Rosario, así
como la abnegación y un dilecto amor a los pobres. El conocimiento
de hazañas de jóvenes que habían alcanzado la gloria eterna
ofreciéndose a Dios sin reservas le animaba en su afán religioso.
Santa Teresa de Jesús, al conocerle de paso en uno de sus viajes
apostólicos hacia 1574 o 1576, identificó en él al santo que
llegaría a ser, comunicando a sus padres el futuro que preveía para
el adolescente. Ellos, gozosos ante el vaticinio, no pusieron ningún
impedimento para que su hijo siguiera en pos de su vocación. En este
camino que emprendía, alimentando su aspiración religiosa, se formó
con los carmelitas descalzos de su ciudad natal, y prosiguió
estudios en Baeza y Toledo. Su primer intento fue integrarse en la
comunidad, pero no pudo ver cumplido ese sueño por designios
inexplicables de la divina Providencia. Y en 1580 se convirtió en
religioso de la orden de trinitarios calzados, donde tomó el hábito
y profesó al año siguiente. En el noviciado había coincido con Simón
de Rojas, entre otros religiosos que iban a derramar su sangre por
Cristo.
El camino hacia la santidad acarreaba renuncias que en un primer
momento no se sentía inclinado a realizar. Después, al convertirse
en un reformador consumado, repararía en esos escollos que surgieron
de su interior. Y en una mirada retrospectiva sobre su vida,
apuntaría debilidades como la vanidad y una cierta resistencia a dar
respuesta inmediata a lo que entendía que Dios le pedía, además de
señalar faltas diversas como la impaciencia y poco tacto, entre
otras, surgidas de un temperamento colérico como el suyo, que le
jugaba malas pasadas. En suma, advirtió que no había sido riguroso
en la exigencia del seguimiento.
La santidad se fragua a través de fidelísimos y constantes
sacrificios que testifican cada día la autenticidad de una decisión.
Y Juan conquistó la suya. Esa es su grandeza y corona. Durante
dieciséis años se fue forjando en la caridad, viviendo la regla
primitiva de la Orden, sobreponiéndose a su endeble salud. Llevó su
gran sabiduría de excelso predicador por Alcalá de Henares y
Sevilla. Fue entonces, al salir de esta capital, cuando a través de
una revelación que surgía como de una tempestad, vio que debía
emprender la reforma trinitaria llevando a la Orden hacia un mayor
rigor. Había llegado su hora: «Señor, me haré reformado en
Valdepeñas». «Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con
voto y con obligación y con deseo y voluntad». Con esta
convicción llegó a esta localidad en 1596, y de allí partió a Roma
dos años más tarde, habiendo abandonado a los pies de Cristo el
lastre que le ataba a tantas cosas inútiles; se dijo: «más
quiero mi religión y la honra de mi buen Dios que los tesoros del
mundo».
La misión no fue nada fácil. Hubo férreas oposiciones de
trinitarios calzados, detenciones, agresiones físicas y verbales,
traiciones hasta de sus hijos, entre otras, que no le impidieron
poner en pie la reforma que se produjo el 20 de agosto de 1599.
Dejándose la vida en el empeño de dar a conocer a Cristo y asentar
las bases de la misma, Juan no desmayó. Fundó 19 conventos, uno de
ellos para monjas de clausura. Siendo el eje central de su vida la
Santísima Trinidad, vivió y transmitió la caridad con los cautivos y
los necesitados, la humildad, la penitencia y la oración. «¡Señor,
ámate yo y sea pobre, tan pobre que solo tenga un breviario!». Purificado
y moldeado por Dios, como se acrisola el oro en el fuego, en
momentos de oscuridad suplicaba ardientemente: «Tú, Señor, ¿no
sabes que deseo hacer sola tu santa voluntad, aunque me cuesten mil
vidas? Dame, Señor, luz; sepa yo tu santa voluntad. Nada se me da de
cuantos trabajos hay en el mundo; solo querría yo agradarte y no
salir un punto de tu querer». Estas hondas experiencias rezuman
los numerosos tratados ascéticos, místicos y teológicos que
surgieron de su pluma, y en los que se aprecia su amor a la cruz. El
tránsito a la vida eterna le sorprendió en Córdoba el 14 de febrero
de 1613. Fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Los
trinitarios calzados dejaron de existir como Orden en 1897.