27.03.14

 

Y servidor sin enterarse. Perece ser, Benjamín Forcano dixit, que los católicos andábamos pelín atrasados con relación a los demás y en consecuencia con apariencia de vaya usted a saber pero en ningún caso humana. Ya saben, la culpa del beato Juan Pablo II y del malvado Ratzinger que en lugar de hacer lo que le apetecía a D. Benjamín se dedicaron a otra cosa. Error, qué gran error.

Todo es sabido y requetesabido. Involución, negrura. Unas afirmaciones que no sé cómo no sienten vergüenza al soltarlas: “tras el Vaticano II había habido toda una serie de movimientos de Iglesia compuestos por gente que habíamos avanzado” mientras que Juan Pablo II y Benedicto XVI no aceptaron el concilio. Esto es exactamente el mundo al revés: los pájaros tiran a las escopetas. Con dos razones. Para que vean.

No se pierdan lo que dice del aborto. Por supuesto manga ancha pero eso sí, apoyándose en la ciencia, algo tan exacto que llega a afirmar, ojo al dato: “la ciencia no considera que exista vida humana hasta las 8 o 10 semanas de embarazo. Partiendo de esas investigaciones, Forcano afirma que “los plazos no son una permisividad desde el punto de vista ético, sino la conclusión lógica y evidente de que la interrupción del embarazo antes de los dos meses no es un atentado contra la vida humana“.

Tampoco sé de qué nos extrañamos cuando Forcano es un hombre que siempre defendió a Chávez y a Maduro, que como todos saben son el mejor paradigma de la libertad, el progreso, la paz y la concordia. A otro perro con ese hueso.

Forcano es un forúnculo instalado en Madrid gracias al derecho canónico y a las normas eclesiásticas contra las que tanto claman. Cuando dejó a los claretianos –o le dejaron, mucho más propio- la única posibilidad de seguir siendo sacerdote era encontrar un obispo que lo acogiera como diocesano suyo. Lo encontró en don Pedro Casaldáliga que le arregló los papeles para incardinarlo en su diócesis del Mato Grosso brasileño. Pero don Pedro no solo lo incardinó en su diócesis, sino que supo aplicar perfectamente el derecho canónico y concederle permiso para seguir residiendo en Madrid.

Como ven, fantástico. Diocesano de Mato Grosso, la boca llena de servicio al pobre, pero en lugar de estar al lado del pobre indígena abandonado, en Madrid incordiando en lo que puede. No tiene cargo pastoral, pero ahí anda en el foro de curas de Madrid. El cardenal lo más que puede hacer es prohibirle ejercer su sacerdocio públicamente en la diócesis y dar clases en lo que de él dependa. Fuera de eso, a ver qué haces. Aguantar sus peculiares ideas.

Miren qué perla sobre la Iglesia: “ha estado siempre a la defensiva, a la contra de todo lo que ha sido la modernidad: los derechos humanos, el protagonismo de la persona, la creatividad, la libertad…". Y se queda tan tranquilo. Igual de tranquilo que cuando afirma que a los antiabortistas no les preocupan las vidas de los ya nacidos.

Pues nada, para algunos el último profeta. Decididamente, lo de ser profeta se está convirtiendo en una opción del todo devaluada.