6.05.11

Memoria y profecía: Un importante discurso de Benedicto XVI

A las 10:59 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

El papa ha dirigido un importante discurso a los participantes en el congreso promovido por el Ateneo de San Anselmo, organizado con ocasión de los cincuenta años de su fundación. Es decir, el papa ha hablado para los principales expertos en liturgia de todo el mundo, pues estos especialistas son los que acuden a este tipo de convenios.

¿Qué les ha dicho? Intentaré, en este breve artículo, elaborar una especie de mapa conceptual resaltando las principales ideas apuntadas por Benedicto XVI. A mi modo de ver son las siguientes:

1º La creación del Instituto Litúrgico de San Anselmo se debió al deseo del beato Juan XXIII de responder a las exigencias de reforma de la liturgia que surgieron en el contexto del llamado “movimiento litúrgico” - el Instituto tenía como principal finalidad “asegurar una sólida base a la reforma litúrgica conciliar” - . ¿Cuáles eran estas exigencias? El papa las enumera con gran claridad:

a. El objetivo del movimiento litúrgico era “dar nuevo impulso y nuevo aliento a la oración de la Iglesia”.

b. Se veía, en la vigilia del concilio Vaticano II, “la urgencia de una reforma” en el campo de la liturgia.

c. La exigencia pastoral que animaba el movimiento litúrgico pedía que se favoreciese y se suscitase “una participación más activa de los fieles en las celebraciones litúrgicas a través del uso de las lenguas nacionales”. Asimismo, se deseaba una profundización en el tema de la “adaptación de los ritos en las diversas culturas”.

d. La necesidad de profundizar en “el fundamento teológico de la liturgia” para que la reforma estuviese “bien justificada en el ámbito de la revelación y en continuidad con la tradición litúrgica de la Iglesia”.

2º “El Pontificio Instituto Litúrgico entre la memoria y la profecía” es el título del congreso, título que da pie al papa a hablar primero de la memoria y, después, de la profecía.

Sobre la memoria hace las siguientes afirmaciones:

a. En primer lugar, constata “los frutos abundantes” suscitados por el Espíritu Santo en estos cincuenta años y da gracias por ellos.

b. Se refiere, no obstante, “a los malentendidos y a los errores en la realización concreta de la reforma”. Sin duda, una observación crítica que, sin desautorizar la reforma litúrgica, sí señala que su aplicación práctica no siempre ha sido afortunada.

c. Recuerda a los pioneros de la Facultad de Liturgia: Vagaggini, Nocent, Marsili y Neunheuser.

d. Cita el importante texto de “Sacrosanctum Concilium”, 7, que define la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Cristo.

e. Resume los rasgos esenciales de la formación litúrgica académica impartida por el Instituto durante estos cincuenta años y resalta, en continuidad con la “Sacrosanctum Concilium”, el “doble carácter teológico y eclesiológico de la liturgia”, a la vez epifanía del Señor y epifanía de la Iglesia.

Comentando el término “profecía”, la mirada del papa se abre a “nuevos horizontes”:

a. “La liturgia de la Iglesia va más allá de la misma ‘reforma conciliar’ ”. Es decir, no cabe reducir la liturgia a la reforma litúrgica. La primera es una realidad mucho más amplia y la segunda, la reforma litúrgica, tenía como fin no principalmente “cambiar los ritos y los textos”, sino más bien “renovar la mentalidad y poner en el centro de la vida cristiana y de la pastoral la celebración del Misterio Pascual de Cristo”. La reforma, podemos sintetizar, no era un fin en sí misma, sino que estaba orientada a una profunda renovación.

b. Una segunda observación crítica tiene que ver con este binomio, “reforma-renovación”: “Por desgracia, quizá, también por parte de nosotros, pastores y expertos, la liturgia ha sido considerada más como un ‘objeto’ para reformar que como ‘sujeto’ capaz de renovar la vida cristiana”. El papa denuncia, pues, el error de haberse centrado excesivamente en la reforma sin profundizar lo suficiente en la renovación. Señala, sin embargo, la lucidez del magisterio papal del beato Juan Pablo II, en la “Vicesimus quintus annus” y de Pablo VI en un discurso de 1970.

3º La liturgia, culmen y fuente: Tradición y progreso. Benedicto XVI cita el n. 10 de la “Sacrosanctum Concilium”, recogiendo la importante afirmación de que la liturgia es culmen y fuente de la acción de la Iglesia. La liturgia “se convierte así en la gran educadora en orden al primado de la fe y de la gracia”. Fiel a su tarea de “revelar y hacer presente en el ‘hodie’ de los eventos humanos la ‘opus Redemptionis’, vive de una correcta y constante relación entre sana ‘traditio’ y ‘legitima progressio’ ”, tal como lúcidamente ha expuesto “Sacrosanctum Concilium”, 23. Y, a esta altura, se sitúa, a mi modo de ver, una tercera observación crítica del papa: “No pocas veces se contrapone de modo torpe tradición y progreso. En realidad, los dos conceptos se integran: la tradición es una realidad viva, incluye por tanto en sí misma el principio del desarrollo, del progreso”.

4º Fidelidad a la tradición y fidelidad a la reforma querida por el concilio Vaticano II, atendiendo a las “líneas maestras de la ‘Sacrosanctum Concilium’ y a los pronunciamientos del magisterio”.

Como decía, un importante discurso, cuyas líneas de fuerza pueden ser resumidas en pocas palabras: La importancia de la reforma de la liturgia querida por el concilio Vaticano II, pese a que, en su realización concreta, no haya carecido de malentendidos y de errores. La necesidad de ir más allá de la reforma para lograr una auténtica renovación, tal como habían indicado Pablo VI y Juan Pablo II. La urgencia de saber armonizar, sin contraponer indebidamente, la tradición y el progreso. Y, por último, la vigencia de la “Sacrosanctum Concilium” y de la reforma querida por el Vaticano II, aunque interpretada en fidelidad a la tradición y a las enseñanzas del magisterio.

Guillermo Juan Morado.