Sin energía barata, no hay industria, ni pymes, ni hogares…

 

 

Miguel del Río | 13.03.2022


 

 

 

 

 

Industrias paradas, hogares sin calefacción, coches inmovilizados o transportistas y pescadores asfixiados porque no pueden pagar los combustibles. Cualquiera de estos motivos es suficiente para tomar una medida urgente por parte del Gobierno, como es la bajada del IVA, respecto a electricidad, carburantes y alimentos básicos. Con pedir a los ciudadanos que ahorremos, no basta. Hay demasiados sectores productivos y grupos sociales en riesgo, que necesitan pasar de las palabras a los hechos. Si el Covid puso en riesgo la economía, una guerra dentro de Europa puede suponer ir derechos hacia una gran depresión.

Ahora que hay que pensarse dos veces consumir electricidad, gas y gasolina, inmersos dentro de Europa en una guerra que afecta a suministros y precios, no encuentro mejor momento para sacar a colación lo estúpidos que somos, y me apoyaré para ello en lo que dijo Albert Einstein acerca de que hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica, tal es la voluntad (que ni está ni se la espera). El autor de la teoría de la relatividad caía igualmente en lo que siempre han sido las peores vergüenzas de nuestra propia existencia, el odio, la violencia, avaricia, envidia, arribismo o el rencor, que muchas veces culmina en el uso brutal de la fuerza (Rusia). Sí, también Albert Einstein incurrió en lo de todos (“Me encanta la humanidad, pero odio a los seres humanos), y por eso no tenemos solución ni futuro. Más nos vale disfrutar del día a día, como mejor sepamos.

En el mundo tan inseguro que hemos creado, todo está encadenado y cada acción tiene su consecuencia. A grandes rasgos, así se podría definir la invasión de Ucrania por el dictador Vladimir Putin, y la situación del resto de Europa, con toda su industria, hogares y transportes en solfa, ante el descabellado precio que tiene, y va a seguir subiendo, la luz, el gas o la gasolina. En cada ciudad, yo lo vivo en Santander, son muchos menos los coches circulando. El depósito que antes se llenaba con 50 euros, por poner un ejemplo, ahora se ha disparado hasta los 70. Siendo muy importante lo que pasa en las urbes y sus gélidos hogares, lo tremendo es que las industrias y pymes suspendan su actividad, porque no pueden pagar el recibo de la luz. Es un panorama desolador.

Josep Borrell, uno de los ministros de la Unión Europea, nos pide a todos los ciudadanos reducir el uso de la calefacción, para así, según él, disminuir la dependencia energética de Rusia (que tiene la sartén por el mango), y esquivar los precios tan imposibles como alucinantes. La solución aportada puede generar todo tipo de críticas, pero la realidad es que no va a quedar otra, ya que la gente la hemos puesto en práctica, a la fuerza, antes de que Borrell lo dijera. Cuidamos mucho encender la luz, la duración de las duchas, y el coche se queda aparcado en casa. Pero la medida es al tiempo un auténtico dislate, ya que hay muchos grupos sociales, empezando por los mayores, siguiendo con los niños y los enfermos, que no pueden estar a estas medidas, lo que obliga a Estados y sus máximos dirigentes a ponerse las pilas y ofrecer auténticas salidasEn España, por ejemplo. El debate ya viejo viene de que el Gobierno tiene aún mucho margen para no apretar tanto en los impuestos energéticos y carburantes, en beneficio claro del usuario y no de las grandes multinacionales del sector.

A medio plazo, como ocurre ahora, está claro que las privatizaciones en España han sido en algunos casos un gravísimo error. No sé a qué espera el Gobierno para recuperar una gran empresa nacional dedicada a velar por el suministro y los precios de la energía. Guste o no que se diga, se nota mucho la dependencia que muestran muchos gobiernos de las grandes compañías, y aquí salen a relucir de nuevo los cargos que ocupan dentro de estas gigantescas empresas antiguos ex ministros de diferentes gobiernos. Lo que se denomina puertas giratorias. Pero ahora las fábricas paran, el empleo de miles de trabajadores está en el aire. Hoy está en riesgo la producción de todo tipo de vehículos sino hay compradores, porque no pueden echarles gasolina o cargar sus baterías con electricidad. Y lo que pasa en los hogares, con luces tenues y falta de calor, es la puntilla a esta Europa, de repente, empobrecida y con pinta de atravesará pronto una nueva depresión económica.

España podría mirarse en el espejo de Polonia, con su bajada histórica del IVA en gasolina, gas y alimentos básicos, para combatir así la inflación que, aquí, se dispara. Explicado, y bien, por el máximo dirigente polaco: “este programa pretende dejar la mayor cantidad de dinero en las carteras de polacos”. ¡Cómo en España, eh! Cuando se está hablando de alimentos esenciales, y de combustibles para transportistas en general, desde camioneros, taxistas o repartidores, los gobiernos no deberían tener dudas a la hora de adoptar medidas drásticas, como el IVA cero de Polonia, que además es un socio europeo, dentro de una UE que debe acordar políticas similares, máxime si hablamos de temas tan esenciales. Todas las huelgas que se van a precipitar en España tienen en común esta misma petición de actuar con urgencia, y de cara a la gente, en vez de al mantenimiento de los altos impuestos.

 

 

Miguel del Río