Trump es el ejemplo de todos los que han tardado en actuar

 

 

Miguel del Río | 04.10.2020


 

 

 

 

 

El deseo es que cualquier contagio de coronavirus debiera merecer igual tratamiento, pero nacer en un país rico o pobre marca el reloj de la vida. Lo mismo sucede con el nombre del enfermo. No trasciende lo mismo si, como es el caso, se llama Donald Trump, y es conocido como el presidente más poderoso del planeta. Su contagio pone de manifiesto la negación y negligencia con la que se viene actuando, desde el mismo principio de una pandemia, más viva que nunca, instalada ahora como vemos en la mismísima Casa Blanca. Hollywood ya tiene película.

 

Ocho meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinase que el Covid-19 es una pandemia, Donald Jhon Trump, preisente número 45 de Estados Unidos, junto a su mujer, han contraído el coronavirus. La falta de un criterio mundial, unánime, para combatirlo, ha sido y es uno de los grandes aliados de que el virus avance. La OMS dice, por ejemplo, que no entiende la gravedad de lo que sucede ahora en España. La OMS no ha entendido ni hecho bien nada, desde el paciente cero. Partiendo del mismo  inicio de la enfermedad, ha habido dirigentes mundiales que han negado la mayor, caso de Boris Jhonson o Jair Messias Bolsonaro. A la cabeza de todos ellos, denominados ya como negacionistas, un Trump que no ha perdido ocasión de mofarse en público de todo lo relacionado con el coronavirus, apareciendo más sin mascarilla que con ella.

Si los que más mandan dan tan pésimo ejemplo, podemos prever fácilmente la división que se da en la sociedad, caso de España, entre los que deciden ser escrupulosos con las medidas sanitarias y preventivas, y aquellos que siguen viviendo como si el actual estado de emergencia no fuera con ellos. Así, es fácil leer noticias de contagios que se producen en bautizos, comuniones y todo tipo de reuniones en las que los participantes saben de antemano que no lo tenían que haber hecho, pero les da igual.

En cambio, resulta alucinante tener que denunciar que se estigmatiza a los que en toda situación utilizan mascarilla y aplican la distancia social. Hay casos en que tienen que escuchar que son aburridos y no se puede contar con ellos para fiestear. Quien tiene personalidad no se deja mortificar de las tonterías que en ocasiones salen de boca de listillos. Pero hay personas sensibles a ser definidas así, máxime cuando están actuando correctamente, y son los necios, borregos y asociales los que ponen con su actitud en peligro al resto de la comunidad.

 

“Se estigmatiza a los que aplican la distancia social. Tienen que escuchar que son aburridos y no se puede contar con ellos para fiestear”

 

Salir de esta crisis sanitaria va a tardar su tiempo, en espera de la vacuna, pero también por las actitudes personales que hay a la hora de hacer piña en prevenir contagios y muertes. La Administración Trump gasta miles de millones de dólares en comprar material de prevención para los norteamericanos, y también para impulsar el hallazgo del antídoto por parte de las grandes multinacionales farmacéuticas. No se le puede restar importancia a tener dinero y medios a la hora de plantar cara al Covid-19, y sino que se lo digan a España. Pero junto a la inversión, muchos dirigentes mundiales han pecado de soberbia, y tan dados que son a las cumbres que más tarde incumplen todo lo acordado, se echa mucho en falta haberse sentado en torno a una gran mesa para ayudarse mutuamente en todos los desaguisados que está logrando hacer el virus con las economías de los países más frágiles.

En los peores momentos del coronavirus, Trump hacia extravagantes anuncios sobre el abandono por parte de Estados Unidos de instituciones que, con mayor o menor acierto, tratan de encauzar la pandemia, caso de citada OMS. Muchos otros países, y sus máximos representantes, tampoco pueden tirar cohetes de lo que ha venido siendo esta deriva sanitaria e informativa que ha dejado más noticias falsas, o contadas a medias, que verdades.

Como prueba más tajante, tenemos a España y las movilizaciones que empiezan a florecer en el sector médico, porque no ven un auténtico plan nacional que refuerce la sanidad y a sus profesionales, con una segunda ola que tenemos encima, y que cierra nuevamente grandes y medianas ciudades. Siendo muchas las culpas, la principal ha sido no hacer caso a los médicos, además deseguir vacante un auténtico comité de expertos en la pandemia, que funcione como mando único en el combate y exterminación del bicho. En parte, nuestra situación recuerda a cuando un alto mandatario, como Trump o Bolsonaro, quieren ser los epidemiólogos de la enfermedad y el pago a su osadía es terminar contagiados como en ambos casos ha ocurrido. Al primero, hay que desearle pronta recuperación, para comprobar si con la mejoría llega también la sensatez.

 

“Las movilizaciones empiezan a florecer en el sector médico, porque no ven un plan nacional que refuerce la sanidad y a sus profesionales”

 

 

Miguel del Río