Oído Cocina

 

La prensa, como relatora, está mejor

 

 

Miguel del Río | 13.02.2019


 

 

Nadie como la prensa relata los acontecimientos que se producen de habitual. Crear una exclusiva figura relatora para lo que pasa con Cataluña no ha sido una buena idea, porque el relator cuenta, propaga sus palabras, y puede crear un nuevo escenario, no deseado, como el de la internacionalización del asunto catalán.

Casi había perdido la esperanza de ver recuperada la fortaleza de la prensa, sobre todo tras el fiasco, al menos para mí, que supuso su manera de contar (incompleta a todas luces) el cómo, el por qué y los verdaderos causantes de la última gran crisis económica, hasta conseguir su inhabilitación social. Se ve que todo lo que está pasando en Cataluña, con las salidas de pata de banco periódicas de Puigdemont, Torra o Guardiola, ha puesto las pilas a los medios. Solo así se puede explicar las 48 horas de editoriales incendiarios que se han producido entre el 6 y 7 de febrero de este 2019, dos días en los que al presidente del Gobierno de España, menos guapo, se le ha llamado de todo. Un término había provocado este repentino tsunami político, de incierto final aún: la figura de un relator para mediar en las conversaciones que mantiene el Gobierno Central con el autonómico de Cataluña.

Desde el famoso 1 de octubre de 2017, con aquel simulacro patético de referéndum, a los líderes independentistas catalanes, lo que les pone de verdad es el relato. En concreto, dirigir, controlar, contar, difundir, exportar, mentir, manipular y censurar el relato. Su éxito no ha estado ni en las trifulcas dentro del Parlament, ni en las manifestaciones multitudinarias, ni en los altercados callejeros de los CDR. Su éxito ha estado en llevar la voz cantante con el relato del independentismo, como se encargaban de poner de manifiesto algunos de los periodistas radiofónicos más escuchados de este país, y en eso siguen. Por esto y solo por esto, resulta en sí totalmente desconcertante la introducción de un relator, figura que los independentistas van a aprovechar desde el principio para poner en práctica lo que es a todas luces su mayor pretensión: internacionalizar el problema de Cataluña, hasta que alguna de las altas instituciones mundiales, caso de la ONU, pique, y meta baza en el asunto. Otra cosa: mezclar relatores con presupuestos, ha sido del todo inapropiado, porque si algo está por encima del dinero, ese algo son los sentimientos.

Ningún Gobierno Central, ni el de antes ni el de ahora, ha reflexionado aún lo suficiente lo que supone lo de los catalanes por el mundo, los importantes puestos que ocupan, y la influencia que pueden llegar a tener en un determinado momento. Tanto es así, que ha habido que hacer un video que se titula “This is real Spain”, para que las embajadas y consulados españoles por todo el mundo difundan el mensaje de que nuestro país es ejemplo de democracia, convivencia y oportunidades. Aparecen en él personajes de peso como la banquera Ana Patricia Botín, el periodista Iñaki Gabilondo o el chef José Andrés. Aunque yo me pregunto: ¿Inglaterra hizo un video por el referéndum de Escocia o, más ahora, por el Brexit?; ¿el descrédito internacional de Donald Trump, con la Administración norteamericana paralizada, les lleva a hacer un vídeo diplomático? Se puede derivar de las preguntas que lanzo que estoy en contra de la grabación auspiciada desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, pero a donde quiero llegar es a que en España somos más dados a enredar más lo enredado y a crear más problema al ya existente. Y todo, créanme, por la falta alarmante de consenso que desde hace años existe en torno a lo que son asuntos esenciales de un país, lo que nos hace más bien estar en la segunda división mundial en vez de en la primera. Por eso tenemos que justificar permanentemente todo aquello que hacemos mal, con cosas como la Marca España o ahora este vídeo que no va a interesar a nadie en el exterior (bastante tienen con sus problemas como para pararse en los nuestros).

Esto último es el gran punto débil del independentismo: que nadie fuera, con la Unión Europea a la cabeza, les compra su cuento. Ni a Guardiola, por más que mezcle el fútbol inglés con sus ideas separatistas, ni a Puigdemont, que no es nadie dentro de Bélgica, ni llegará a serlo, salvo por el gran protagonismo que nos empeñamos en darle, con TV3 al frente, problema este aplazado, pero que habrá que acometer más pronto que tarde, porque esta televisión que pagamos entre todos es la clave de todo su relato.

Decididamente, creo que los españoles, lo que queremos ver, es que los grandes partidos aborden sus opiniones y decisiones en torno a un gran acuerdo nacional común. Así es en Alemania, y también en Francia y hasta hace poco lo era en Inglaterra. Si actuáramos cómo es debido no tendríamos que justificar si en España hay democracia, o si todavía Franco está presente, ni porque están en la cárcel unos señores que se han pasado la Constitución y las leyes por el arco de triunfo. El hecho de que se aborden cuestiones tan absurdas, ya dice mucho de quiénes manejan mejor el relato. No albergo duda de que el ciudadano lo aprecia igual, rechaza la manipulación, y quiere visualizar una sociedad justa y equilibrada, sin tantos complejos como parece haber aquí, complejos que hay que situar más en el escalafón del debate político, que en la realidad de un día cualquiera en la vida de España y de los españoles.

 

Miguel del Río