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Misericordia, Señor, hemos pecado (2)

 

Con este artículo y el anterior hemos dado un repaso a los diez mandamientos, muy útil para un examen de conciencia

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 06.04.2020


 

En mi artículo de la semana pasada hice algunas reflexiones para estos días de confinamiento y para toda nuestra vida, con los primeros cinco mandamientos de la ley de Dios. Hoy sigo mis reflexiones con los otros cinco.

El sexto mandamiento manda “no fornicar”. Hablar de fornicación en estos tiempos puede parecer extraño, cuando pensamos que todo está permitido, que la castidad ya no se lleva ni se predica, pero a los niños de primaria pretenden adoctrinarlos en la masturbación o la duda sobre el propio sexo, presentando todo esto como progresista ¡que avance!

Dicen educar en la sexualidad, en la afectividad, pero en realidad es otra cosa. Recuerden cuando fueron perseguidos los que fletaron un autobús que decía: los niños tienen pene y las niñas vulva.

Los que pretenden atizar la revolución empiezan por adoctrinar a los niños con sus ideas disolventes y afirmar con desparpajo que los niños no son de sus padres.

Es la revolución sexual de los que quieren disfrutar del placer sin responsabilidad, los que atacan el matrimonio permanente contraído con fidelidad y permanencia y lo han cambiado por esto que tanto se lleva ahora de “vivir en pareja” fija o cambiante, que la sociedad ha aceptado con naturalidad.

Fornicar es disfrutar con la pornografía que llega hasta el móvil o con el juguete erótico que más se vende por internet o extasiarse con toda clase de perversiones.

Si pasamos al séptimo: “no hurtarás”, también hay tela que cortar, no solamente de los bandidos que asaltan al prójimo para arrebatarle lo que puedan, sino los que urden y maquinan como despojar a otros de su dinero, encarecen las cosas, pagan sueldos miserables o no rinden en su trabajo.

También tenemos a los parásitos sociales que viven del presupuesto público, sin aportar nada al bien común, ya sean políticos, paniaguados, sindicalistas, etc.

El octavo mandamiento dice “no levantar falso testimonio ni mentir”. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ahora la mentira y el falso testimonio corren como la pólvora, llegan a nuestros móviles, destrozan reputaciones ajenas, son los bulos o más fino news fakes.

Si el embustero de siempre solo engañaba a algunos de su entorno hoy somos todos los que reenviamos whatsapp, sin asegurarnos de la certeza de lo que transmitimos ni del daño que pueden causar. Además está el engaño generalizado a la hora de pagar impuestos que ya está penado por las leyes si lo descubren.

Los dos últimos mandamientos siempre se han tratado de forma conjunta: “no desear la mujer de tu prójimo y no codiciar los bienes ajenos”. En ambos casos se trata de la codicia y vienen a remachar lo que se establece en los dos anteriores.

Desear la mujer del prójimo, tanto si estás soltero como casado, es algo reprobable a simple vista. Se trata de romper la unidad de una pareja o matrimonio o de dos, sembrando cizaña, celos, desconfianzas, rupturas y escándalos.

Codiciar los bienes ajenos desgraciadamente resulta bastante usual. Uno puede trabajar para tener una determinada posición pero el problema es que este deseo puede llevarnos a entristecernos y hasta odiar al que la ha conseguido antes que nosotros.

Quizás sea bueno reflexionar también sobre las virtudes  que necesitamos, cuando haya ocasión.

 

Francisco Rodríguez Barragán