Fe y Obras

 

Cuando llega mayo

 

 

 

29.04.2021 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Hay meses que, por las especiales celebraciones que convergen, son algo a tener en cuenta. Y uno de ellos es el quinto del año, mayo.

Este mes que, después de haber celebrado el anterior la Semana Santa, pareciera que no tiene importancia, es crucial para nuestra fe católica. Y es que empezamos, el primer día del mismo, recordando una advocación bastante significativa.

Eso es cierto y verdad: el 1 de mayo será el día del trabajo, así, a nivel no religioso pero, a su vez, es el que recordamos a San José de una forma, también, significativa: fue trabajador, a la sazón carpintero y por eso lo consideramos patrón del trabajo.

Decir que José, aquel hombre que aceptaría a María en su vida y que haría de especial protector del Niño que nacería cuando Dios quería que naciera, era trabajador parece que es poca cosa pues hay otros muchos que lo han sido a lo largo de la historia, ahora los hay y siempre los habrá. Sin embargo, él tuvo dos trabajos: uno en la carpintería y otro como maestro de Jesús. Y era, pues, un pluriempleado más de los que han sido, son y serán… pero muy especial en sus empleos.

Debemos decir, de todas formas, que la labor que llevó a cabo José con Jesús fue algo más que buena. Y es que le enseñó no sólo a lijar una madera o arreglar una puerta estropeada sino que hizo lo propio con una serie de valores que le vinieron más que bien a aquel hijo que le había entregado el Espíritu Santo para que lo cuidara. Así, por ejemplo, le enseñó a ser humilde y manso de corazón, con una forma de ser muy cercana a la ternura del alma y no a la ira o la rabia.

Digamos, por tanto, que celebrar el 1 de mayo a San José, llamado obrero por eso mismo, nos da muchas pistas de cómo ha de ser nuestra vida y existencia.

Pero el mes de mayo es, también, especial, por ser el que está dedicado a la Virgen María y llamamos, por eso, de las flores.

Flores son los piropos que a nuestra Madre María echan sus hijos porque la quieren y porque la aman. También porque no tienen miedo como otros lo tienen al pensar que se la tiene demasiado en cuenta… ¿Acaso se tiene demasiado en cuenta, alguna vez, a una madre? ¿Podemos hacer otra cosa con la Madre de Dios y Madre nuestra?

No. Sin duda alguna, nada de lo que digamos en su favor, loando su ser, sus virtudes y su mediación ante Dios Nuestro Señor será suficiente porque mucho es lo que merece Aquella que quiso ser Madre del Todopoderoso y que soportó la espada que atravesó su corazón como en una ocasión le iba a decir el anciano Simeón.

El mes de mayo, por eso mismo, no debería terminarse nunca porque cada uno de los días que lo conforman los llenamos de alabanzas hacia quien nos ama por encima de todo, nos echa una mano cuando la necesitamos y, sobre todo, media ante Dios y ante su Hijo en bien de los suyos. Y es que María es Mediadora, sin duda lo es…

 

María, Madre de Dios,
Madre nuestra,
vela por los corazones
de tus hijos,
intercede por nosotros
ante el Creador,
sé Mediadora nuestra,
Luz que ilumine nuestra vida,
agua que remedie nuestra sed.

Amén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net