Fe y Obras

 

Tristemente, esto de la eutanasia era de esperar

 

 

 

12.02.2020 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Realmente, no podemos decir que nos sorprenda nada de nada la reciente aprobación, por parte del Congreso de los Diputados, de la iniciativa de sacar adelante una norma dedicada, en exclusiva, a matar a seres humanos. Y sí, nos referimos a la llamada eutanasia que creemos quiere decir algo así como “muerte dulce”.

Aquí todo es aberrante. Y lo es porque, en el fondo, no se respeta para nada la vida del ser humano. Por eso se le quiere procurar una muerte más o menos rápida según el método que se vaya a utilizar.

Si se respetara la existencia del ser humano como quien es, a saber, hijo de Dios y heredero del Reino del Todopoderoso, se pondría hincapié en otras formas de atender a una persona que se encuentra postrada en la cama de un hospital o en su casa. Pero no, al parecer es mejor facilitar las cosas para que los que vayan a morir se quiten de en medio lo más rápido posible.

Ciertamente que esto era de esperar. Y lo era porque los malhadados gobernantes que nos ha tocado en suerte padecer en la Gobernación de nuestra patria española, al parecer, sólo respetan sus ideas y las de los demás… que les vayan dando.

Esto, de todas formas, no es nada nuevo porque ya hay lugares del mundo donde la eutanasia es algo común e, incluso, aceptado. Lo cual, por otra parte, no quita que siga siendo una barbaridad y nada que se pueda aportar al desarrollo de la humanidad.

Ahora bien, nosotros, los católicos, debemos mostrar una oposición frontal a una norma que es intrínsecamente perversa porque, cuando sea aprobada (que lo será por el juego maléfico de ciertas mayorías parlamentarias) la muerte estará garantizada con dinero público y, seguro, muchas veces, con total indefensión del “paciente” que, como se descuide un poco y no esté atento, le van a dar el pasaporte al otro barrio sin, a lo mejor, haber llegado su hora…

Este día es uno que lo es más que triste. Y lo es porque hay personas que se creen en la obligación de establecer cuándo un ser humano puede morir por conveniencias familiares, estatales o las que sean. Y eso no es de recibo sino algo a apuntar en el debe de los que (des)gobiernan.

Nada, de todas formas, puede extrañarnos porque hace muchos años que el aborto se ha generalizado como método de matanza del nasciturus. Ahora quieren, por tanto, ya que se puede matar sin problema a quien no ha nacido, hacer lo propio con quien esté enfermo o, incluso, con quien no quiera vivir…

Es bien cierto que esto, en su principio, es muy triste y es más que terrible. Sin embargo, estamos más que seguros que vamos a ver, con relación a esto, cosas mucho peores y justificaciones propias de monstruos inhumanos, tal cual son.

Pidamos a Dios, de todas formas, que juzgue con toda la fuerza de su Ley a los que esto hagan, esto consientan y esto promuevan. Eso es lo único que salva este momento de oscuridad y de tiniebla.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net