Fe y Obras

 

Para los Inocentes Santos a los que tanta risa hacen

 

 

 

27.12.2018 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Que sí, que es posible que haya quien crea que decir estas cosas es pronunciarse de una manera demasiado, digamos, ortodoxa. Sin embargo, en materia de fe católica sólo vale pronunciarse de manera, precisamente, ortodoxa pues aquí no caben ni se deben admitir nunca heterodoxias ni nada por el estilo: en nada ni referidas a nada de lo que consideramos nuestra santa fe católica.

Pues bien, hay un tema que siempre saca de quicio a quien esto escribe y es el de los Santos Inocentes, los Inocentes Santos.

Ya decimos que es posible se nos trate hasta de talibanes por decir que no es admisible (menos aún practicar esto) hacer bromas con un día como es el que recordamos el 28 de diciembre de los Santos Inocentes.

No es de risa que un tirano de aquellos tiempos creyera que era tal su poder que podía mandar, así, sin más, matar a los niños que tuviesen 2 años o menos porque creía que podría acabar con el Mesías. Y, claro, a lo mejor hay quien crea que como hoy día está admitido matar a los niños, incluso, antes de nacer (vía aborto) pues, vamos, es posible que se crea que aquello no era tan gran cosa y que bien se pueden hacer gracias a su costa…

No es de risa que sea de lo más normal hacer mofa y escarnio de una situación como la que vivieron aquellas madres que iban a entregar (a fuerza de espada, claro está) a sus hijos para que fuesen los primeros muertos por un niño al que, seguramente, ni conocían ni, a lo mejor, iban a conocer nunca.

No es de risa que un familia, como era la Sagrada, tuviera que huir a una nación extranjera como era Egipto porque el Ángel le había avisado en sueños al putativo padre José que lo mejor era que salieran a toda mecha para aquellos lugares porque había quien quería matar ¡al niño recién nacido!

No es de risa que toda la historia de la salvación pendiese del hilo que sostenía un malvado ávido de poder y miedica ante lo que podía suponer el nacimiento del Rey de los judíos que, ¡qué cosas!, no era él mismo, aquel que tenía tanto poder que, al parecer, dependía de él la vida y la muerte de sus súbditos siendo lo malo que, además, eso era posible y era verdad…

No es de risa, en fin, que haya quien, hoy día, aproveche aquel día para reír o hacer gracias o bromas. ¿Es que, acaso, aquello que sucedió entonces fue cosa de gracia o de broma?, ¿acaso mueve a risa, a gracia o a broma que alguien tenga un tal poder que se permita el lujo de ordenar la muerte del prójimo de aquella forma tan inhumana?

Vemos, por tanto, que no es nada de risa hacer risa de un tan terrible acontecimiento como fue la muerte de aquellos niños bien pequeños que tuvieron, digamos, la “culpa”, de haber nacido cerca de Belén en un tiempo en el que, según la tradición y según habían dicho unos reyes extranjeros, había venido al mundo alguien tan especial que se le llamaba, le llamaban, Rey y, además, del pueblo escogido por Dios.

Sí, nosotros sabemos que para eso había venido al mundo y él también lo sabía. Y lo diría en el momento oportuno, pero ahora, en aquel ahora de entonces, casi podemos imaginar a María y a José abrazando mucho a su Niño porque sabían la mala sombra que había tenido el mandamás de la época para mandar una muerte inesperada, ilegítima e injustificable a quien tan sólo había venido al mundo en coincidencia, al parecer necesariamente mortal, con el que llamarían Emmanuel.

Descarguemos sobre los corazones del mundo
a las almas santas que dieron su vida
por haber nacido entonces,
justo cuando al mundo vino el Hijo.

Descarguemos sobre las almas
la conciencia de hacer muy mal las cosas
cuando hay que hacer mofa
del Inocente asesinado
y servirse de su muerte
para reírse a su costa.

Santos Inocentes, rogad por nosotros.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net