Fe y Obras

Protestantismo: volver las cosas del revés

 

 

26.01.2017 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

El que escribe ha tenido a mal escuchar en la promoción de una serie de televisión que alguien, inglés, hablaba de los “herejes católicos”. Y, ciertamente, no podemos decir que esto no sea algo raro.

El caso es que, debido a todo el lío que se ha armado, y se armará, con la “celebración” de los 500 años desde que aquel religioso católico llamado Lutero clavara una serie de propuestas (si es que eso hizo, claro) en una puerta porque no estaba conforme con el comportamiento de ciertos miembros de la Iglesia católica ni con muchos de los procedimientos de la misma, muchas cosas han pasado.

Por ejemplo, ha pasado que, a raíz de aquello se sucedieron una serie de guerras causadas por aquella supuesta “reforma”. Y en aquellas guerras hubo muchos muertos y muchas personas perdieron a sus seres queridos. Y todo porque una persona, que era religioso católico, entendió que la cosa no iba por buen camino y que debían cambiar.

Ahora, al parecer, los católicos debemos tener en cuenta aquello como si hubiera sido algo bueno, como si se nos hubiera hecho un favor incitando al odio hacia el Papa, hacia el papado y hacia todo lo que pudiera oler a católico.

Al parecer, decimos, también debemos “celebrar” aquel engendro del demonio porque no resulta políticamente correcto hacer otra cosa y porque no vaya  pensarse que no somos ecumenistas…

Ciertamente es preocupante y vergonzoso que alguien, que sea católico, puede recordar, siquiera como algo que pasó, a quien tanto daño ha hecho a la Esposa de Cristo y que, por cierto, sigue haciéndolo. No puede ni debe nadie hacer eso porque supone traicionar a los mártires católicos y a todo el mal que se ha hecho desde entonces.

Según hemos dicho arriba, vamos a acabar escuchando que somos los católicos los que nos hemos marchado de la Iglesia  por algunos líos de faldas (véase Enrique VIII y sus particulares gustos personales o el mismo Lutero con sus circunstancias personales) y porque no nos gustaba lo que había entonces. Y eso es menos cierto que decir que el sol sale por el oeste y se pone por el este. Y es que, justamente, al revés.

¿Qué hacer, pues?

Claramente debemos decir que no podemos recordar ni celebrar un pecado tan grave como es el de herejía que sigue, hoy día, en pleno vigor. Condenar, sí; recordar, no.

Otra cosa es lamentar la muerte de cristianos que, no siendo católicos, están cayendo en manos de los hijos de Satanás que hacen uso de la religión para amparar sus vicios. Pero celebrar, lo que se dice celebrar a los que quisieron tumbarlo todo para montar el mundo a su gusto y placer… eso nunca ni jamás.

A lo mejor se nos dice que somos carcas y ultracatólicos pero, en realidad, no hacer eso es, verdaderamente, otro pecado de herejía compartida.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net